13 de julio de 2008 COLOMBIA

Es el momento de volver a la casa del Abba

Acabo de recibir una comunicación del H. Néstor. Me pide que comparta con todos ustedes una carta que ha escrito para todos los hermanos. Lo hago con profundo respeto y con el corazón sobrecogido de dolor y de orgullo. Sí, sufro con Néstor en estos momentos; pero, al mismo tiempo, me siento orgulloso y feliz de contar con hermanos como Néstor y de contemplar su fe, su entereza y su amor a Dios y a los hermanos. Que el Buen Padre le bendiga abundantemente en estos momentos difíciles y de dolor.

Con estas palabras, el H. Laurentino, provincial de Norandina, daba a conocer a los hermanos los sentimientos del H. Néstor.
Un mes después, el 8 de julio de 2008, nos llegaba la noticia de su fallecimiento.

Ibagué, 6 de junio de 2008
Apreciadísimos Hermanos y demás ?Compañeros Maravillosos?:

Qué alegría es sentir que se llega al final de la vida y constatar que todo es gracia, todo es amor y todo es bondad de Dios. La presencia amorosa de Dios a lo largo de mi vida la siento reflejada en estas palabras de Isaías: ?No son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni mis caminos son vuestros caminos, dice Yahvé? (Isaías 55,8).
Quiero compartir con ustedes hermanos y amigos, los últimos acontecimientos de mis quebrantos de salud.
A partir del 24 de febrero, al regresar del encuentro de animadores de comunidad en Cali, sentí que mis fuerzas decaían visiblemente y me faltaba el entusiasmo, el Dios por dentro que siempre había mantenido. Me iba poniendo de un color amarillo cada vez más intenso. Los exámenes médicos detectaron una masa en la cabeza del páncreas. Después de una biopsia se constató que el cáncer había reaparecido en ese lugar, obstruyendo las vías biliares. Fui trasladado de urgencia a la clínica Santa Fe en Bogotá, y el 8 de mayo me hicieron una perforación en el hígado y páncreas para destapar estas vías. Una semana después hubo que volver a Bogotá porque la conexión interna-externa se había soltado. Esta segunda intervención fue sin anestesia; ya pueden imaginarse lo que significó de dolor. Afortunadamente, parece que las cosas mejoran de día a día.
Mis sentimientos en este momento son de una profunda e inmensa gratitud a Dios que en cada instante me expresa su bondad a través de la congregación, de los superiores, de los hermanos y demás ?compañeros maravillosos?, que no han escatimado gastos con tal de que me sienta bien y recupere mi salud, si es la voluntad de Dios. El cariño de todos ustedes se me ha hecho visible en múltiples detalles: su interés por mi salud, sus visitas, sus frecuentes llamadas, sus palabras de aliento, etc.
Sólo Dios sabe cuantos días me quedan por vivir; pero sé en quien he puesto mi confianza y estoy seguro que no quedaré defraudado (San Pablo).
En estos momentos siento una paz interior profunda y una inmensa confianza en quien me eligió antes de formarme en el seno materno. No siento ningún temor frente a la muerte; todo lo contrario, la siento venir con alegría porque es el momento de volver a la casa del Abba, papito, papaíto, Padre.
Siento que cada día adquiere, para mí, más amplitud, más profundidad y más resonancia la que he considerado la oración humana más hermosa: ?Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí?? ¡Qué paz interior producen estas palabras cuando se ha tratado de hacerla realidad en el día a día del seguimiento de Jesús!
Permítanme expresarles un pequeño deseo: Quiero ser incinerado y que mis cenizas reposen con todos aquellos hermanos santos que nos han precedido en la hermosa aventura de ser maristas.
Sigo contando con el valioso apoyo de su plegaria diaria, hasta tener la gran fortuna de reencontrarnos con todos los maristas de quienes aprendimos un camino sencillo de seguimiento de Jesús y su evangelio.

H. Néstor Quiceno Escobar, fms

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