
19 de junio: Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Sexual en Conflictos
La violencia sexual en conflictos, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se refiere a la violación, la esclavitud sexual, la prostitución forzada, el embarazo forzado, el aborto forzado, la esterilización forzada, el matrimonio forzado y la trata con fines de explotación sexual perpetrados contra mujeres y niñas, u hombres y niños directa o indirectamente relacionados con un conflicto. Para concientizar, honrar a las víctimas y supervivientes, así como rendir homenaje a quienes se dedican a erradicar la violencia sexual relacionada con los conflictos (VSRC), la Asamblea General de la ONU proclamó en 2015, el 19 de junio como Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en Conflictos. Este día es también un recordatorio a los agresores de que la violencia de género, sea cual sea su forma, es intolerable.
Hasta finales del siglo XX, la violencia sexual y de género se consideraba un desafortunado daño colateral. Como las víctimas apenas lo denunciaban, las comunidades ignoraban a los supervivientes y los agresores quedaban impunes. Aunque el marco internacional de la violencia sexual condena enérgicamente la VSRC como crimen contra la humanidad y crimen de guerra, continúa impune en muchos países devastados por la guerra porque los mecanismos para hacerla cumplir son frágiles y no existen en todas partes. Sin embargo, a partir de la Cumbre Mundial para Acabar con la Violencia Sexual en Conflictos, celebrada en Londres en junio de 2014, quedó claro que el derecho internacional humanitario podía poner fin a la violencia sexual y por motivos de género si se aplicaba debidamente la prohibición de los abusos sexuales y se castigaba a los responsables. Por ello, los 1.700 representantes gubernamentales que asistieron a la cumbre decidieron exigir responsabilidades a los autores, prestar apoyo a las supervivientes, tratar la violencia sexual en los conflictos como un problema de seguridad y cooperar a escala internacional.
La VSRC no es sólo preocupación de la ONU y de la comunidad internacional. Muchas organizaciones no gubernamentales y grupos religiosos, entre ellos el Instituto Marista, están plenamente implicados en la defensa de los derechos humanos. La eliminación de la violencia, cualquiera que sea su forma, ha sido un tema clave para el Instituto Marista desde su fundación. Champagnat quedó tan aterrorizado al ver cómo su profesor aplicaba castigos corporales que se negó a volver a la escuela al día siguiente, a pesar de la insistencia de sus padres. Hasta el final de su vida, Champagnat insistió en su principio educativo de amar a todos los niños por igual, inculcó a los educadores maristas la importancia de erradicar los abusos físicos, sexuales o psicológicos en las escuelas y prohibió la violencia en la educación de los niños.
Mientras prosiguen los esfuerzos para acabar con la VSRC, no se olvida la reflexión sobre sus causas profundas. Muchas personas culpan a las estructuras societales patriarcales-socio-culturales y a las circunstancias de la guerra como causas profundas de la VSRC. Sin refutarlo y basándose en su doctrina social de la dignidad inherente a cada persona, la Iglesia Católica culpa a los humanos de no tratar a los de su propia especie como personas dignas de respeto y amor. De ahí que condene la violencia sexual y por motivos de género como un terrible acto humano violento que degrada tanto a las víctimas como a los agresores.
Dada la persistencia de la VSRC en todas las regiones del mundo, la Iglesia insta a que la resolución de las crisis por medios pacíficos ayude a prevenirla. El sentido de la disciplina entre las fuerzas armadas y las campañas de concienciación respetuosas con las mujeres también ayudarían. Al tiempo que alienta la adopción y aplicación de planes y leyes para exigir responsabilidades a los agresores, la Iglesia también anima a que se preste asistencia a las víctimas y supervivientes. Las mujeres embarazadas como consecuencia de una violación deben recibir atención, apoyo, educación y asistencia para satisfacer sus necesidades materiales, sociales y espirituales antes y después del embarazo. Además, la Iglesia elogia los esfuerzos de la comunidad internacional para aumentar el papel de la mujer en la toma de decisiones sobre la prevención y resolución de conflictos, así como durante la reconciliación y reconstrucción posbélicas.
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H. Francis Lukong – Secretariado de Solidaridad
