Celebrando la vitalidad de la Vida Religiosa
Como es tradicional en la Iglesia, el 2 de febrero se celebra el día de la Vida Religiosa. Evidentemente en Roma, en el Vaticano, se celebra con la participación de muchos religiosos y religiosas. El H. Emili Turú fue invitado expresamente a participar en la ceremonia litúrgica en la procesión de las candelas junto con otros religiosos en la procesión del Papa Benedicto XVI. Brevemente hacemos reseña de la noticia.
En la fiesta de la Presentación del Señor el Santo Padre Benedicto XVI presidió a las cinco y media de la tarde en la Basílica Vaticana la celebración eucarística con la participación de numerosos miembros de la vida consagrada.
Concelebraron con el Papa el Cardenal Joao Braz de Aviz, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, y el subsecretario de este dicasterio.
En su homilía, el Obispo de Roma dirigió a sus hermanos y hermanas consagrados, tres invitaciones, para que puedan entrar plenamente a través de la puerta de la fe.
En primer lugar, el Papa los invitó a alimentar una fe capaz de iluminar su vocación. Por esto los exhortó a hacer memoria, como en una peregrinación interior, del “primer amor” con el que el Señor Jesucristo ha encendido su corazón, no por nostalgia, sino para alimentar esa llama. Y les dijo que para esto es necesario estar con Él, en el silencio de la adoración.
En segundo lugar, el Santo Padre invitó a los religiosos “a una fe que sepa reconocer la sabiduría de la debilidad”. Porque en la sociedad de la eficiencia y del éxito, su vida, marcada por la “minoría” y por la debilidad de los pequeños, por la empatía con los que no tienen voz, se convierte en un “signo evangélico de contradicción”.
Por último el Papa, exhortó a los consagrados a renovar la fe que los hace ser peregrinos hacia el futuro. Tras destacar que “por su naturaleza la vida consagrada es peregrinación del espíritu, en búsqueda de un Rostro que algunas veces se manifiesta y otras se vela”. Su Santidad manifestó el deseo de que éste sea el aliento constante de su corazón. Por eso les recomendó que no se unan a los profetas de calamidades que proclaman el fin o la sinrazón de la vida consagrada en la Iglesia de nuestros días, sino que más bien se revistan de Jesucristo con las armas de la luz, permaneciendo despiertos y vigilantes.
(Tomado de Radio Vaticana).