Carta de Marcelino – 135

Marcellin Champagnat

1837-09-04

Además del carácter edificante de esta muerte, lo que se quiere recordar a los Hermanos es la aplicación, por primera vez, de los sufragios por los difuntos prescritos en la Regla de cuyo texto disponen desde el final del último enero. (Cf. Nº 89.) Es cierto que desde esa fecha ya habían muerto en el Instituto dos Hermanos: el Hno. Hilaire, el 19 de marzo, y el Hno. Rupert, el 3 de abril. Como este último sólo era novicio, los Hermanos de los colegios no tenían ninguna prescripción que cumplir. Pero el primero era profeso temporal y en este caso los Hermanos debían «el jueves siguiente a la recepción de la noticia de la muerte de un Hermano Profeso (rezar) el Oficio (con tres nocturnos) y (ofrecer) la comunión por la misma intención...», ¿Por qué el Padre Champagnat, que celebró personalmente la exequias por el Hno. Hilaire el 19 de marzo no recordó esta regla a los Hermanos con una circular?, y, ¿por qué en la presente circular, del 4 de septiembre, dice a los Hermanos, con ocasión de la muerte del Hermano Dorothée, que es la primera vez que deberán poner en práctica esta regla? Después de todas las investigaciones hechas, no podemos dar ninguna justificación válida.

Carísimos Hermanos:

El Señor acaba de llamar a su seno a nuestro querido Hermano Dorothée. Desde hace largo tiempo una afección de pecho ejercitaba su paciencia y aumentaba sus méritos, cuando una hemoptisis de las más violentas le obligó a guardar cama. Veía la disolución de su cuerpo sin inquietud y manifestando un ardiente deseo de ir a celebrar la Asunción de la Virgen con los Ángeles y los Santos en el Cielo. Desde esta augusta solemnidad, los vómitos de sangre cesaron completamente. Nuestro santo Hermano aprovechó el descanso de la enfermedad para preparar-se mejor a su última hora. ¡Qué dulzura!, ¡qué calma!, ¡qué alegría! ha demostrado durante este intervalo y, sobre todo, el último día de su vida. Fue un sábado, el dos de septiembre. Por la mañana recibió los últimos sacramentos. Nunca se le había visto tan alegre, totalmente entregado a Dios; se puede decir que su alma sólo esperaba las últimas oraciones de la Iglesia para emprender el vuelo. Hacia las tres de la tarde, se le aplican las indulgencias y durante la recomendación del alma se duerme tranquilamente en el Señor. Todos los testigos de su muerte le envidian. Se disputan el honor de permanecer junto a él.
Hoy, 4 de septiembre, lo hemos enterrado con todas las ceremonias prescritas para un Hermano profeso y os exhortamos a hacer por él lo que está indicado en la Regla, en el cap. XI, art. 3, n.° 2 y 3 . Por primera vez cumpliréis, sin duda con gozo, este deber en favor de un Hermano que tanto queremos y que podemos contar entre el número de intercesores cerca de nuestra Madre común.
De esta manera, queridos Hermanos, recogeremos lo que hayamos sembrado. Según sea la vida, así será la muerte; según sea la muerte, así será la eternidad. Dios nos ha llamado para ser santos. Les animamos, pues, a progresar más y más en su amor, a ejercitarse en vivir en paz, a aplicarse cada cual en lo que tiene que hacer para que todo, espíritu, alma y cuerpo, se conserve sin mancha para la llegada de nuestro Señor Jesús Cristo (1Ts, 4 y 5).
A la espera del gozo de verlos llegar, los abrazo muy afectuosamente en los Sagrados Corazones de Jesús y de María,

Champagnat

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