11 de noviembre de 2008 ECUADOR

Colegio Intercultural Bilingüe Fiscomisiona Abya Yala

Este es un escrito que deseo compartir con ustedes: primero una breve introducción sobre lo que significa este proyecto y segundo mi experiencia como voluntario Marista. Este es el significado de una esperanza para las Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana. El Colegio Intercultural Bilingüe Fiscomisional ?Abya Yala? está ubicado en la zona rural de la ciudad de Lago Agrio, en la provincia de Sucumbíos, Ecuador. Su nombre: Intercultural, porque agrupa cinco comunidades indígenas diferentes (Kichwa, Siona, Secoya, Cofán y Shuar), cada una de ellas con su propia identidad, cultura, idioma, costumbres y ritos; Bilingüe, porque rescata la importancia de su lengua propia y el castellano, aunque también el inglés; Fiscomisional porque a este proyecto lo apoyan, tanto el estado ecuatoriano (Fisco) como la Iglesia Católica (misional); y su nombre propio, Abya Yala, deriva de los indígenas Cunas, que habitaban Panamá antes de 1492, y en este lengua significa ?tierra nueva, tierra buena?. Así que para este sueño, ni la cultura, ni el idioma han sido barrera, por el contrario, la fraternidad y esperanza se han convertido en su bandera.

Eso sí, vale la pena aclarar que es más fácil vivirlo, que contarlo, pues no hay palabras que describan con exactitud la realización de este sueño y la somatización de esta esperanza, como lo fue ?nuestra misión?, y digo ?nuestra?, ya que con Catalina Bedoya, de Manizales (Colombia), compartimos esta labor, este desafío; con quien, en las noches estrelladas y acompañados de ese espeso olor a selva y verde, compartíamos lo vivido durante el día, que agradablemente emprendíamos a las 4:45 a.m. y declinaba a las 10:30 p.m., luego de saborear un vaso de cola Fioravanti.

Allí, en Abya Yala, cinco colores (amarillo, azúl y rojo de la bandera nacional, blanco como símbolo de paz y fraternidad, y el verde la Pachamama, la selva); cinco culturas (Shuar, Cofán, Kichwa, Siona y Secoya); cinco países (Chile, España, México, Ecuador y Colombia), de donde son los voluntarios y religiosos que acompañan el proyecto; cinco idiomas (paicoca, a´ingae, kichwa, shuar y castellano); pero un solo objetivo respirábamos como Maristas: ?Seguir haciendo llama viva y actual, el sueño de Champagnat?.

Compartir con estos niños, rostros tangibles de inocencia y afecto, de juego y complicidad, de agradecimiento y sencillez, con manos ásperas por las cicatrices que deja un machete que manejan como jugadores expertos y por las espinas que la Pachamama, en sus caminos, interpone, pero con un corazón único y puro que grita al mundo: ?Aquí estamos y existimos?. Estos infantes testimonian al mundo que el esfuerzo y la superación valen la pena, al momento de realizar un sueño.

Cuando escuchaba la experiencia vivida por Cristian Valencia y Jenny, anteriores voluntarios, en una Pascua Juvenil en Cali (Colombia), algo en mi interior insistía en que debía ir allí, y sin pensarlo ni dudarlo, le manifesté al Hno. Leonardo, la inquietud que estaba naciendo fuertemente y le pedí me permitiera ejecutar esa ilusión? y listo. Con esto, empezaba un trayecto de meses repletos de expectativas y angustias: expectativas porque era otro país, otra cultura, otras gentes; y angustias por los momentos que dejaría de vivir con mi familia y mis amigos, la universidad,? Ni modo, ?para atrás ni para coger impulso?, como decimos en el llano, y el 2 de agosto de 2007, día de mi santo, partía hacia esa gran ilusión, navegando entre muchos sueños.

Y ese olor a espesa selva y humedad, salpicado de papaya y caña; y qué decir de ese cantar de tucanes y mochileros (grandes pájaros negros con cola amarilla) y el silbar de shishicos (monos) que nos arrullaban las mañanas? Así vivíamos y experimentábamos el diario trajinar de esa ilusión, entre clases, libros y exámenes, compartíamos la vida con esos pequeños héroes que robaron nuestro corazón, pero salvaron la nueva concepción de lo que es verdaderamente vivir: la felicidad no está en lo mucho que tengamos, sino en lo poco, y, en ese poco, reconocer el rostro amoroso del Creador y compartirlo, compartirlo; es decir, permitir convertirnos en caricia de Dios para mi hermano, mi prójimo.

Alguna vez, visitando a la nacionalidad Secoya, en la Comuna Secoya-Remolino, contemplaba atento con lágrimas en los ojos, cómo estos héroes disfrutaban un juego con palos y semillas, se caían, se reían, se caían y me sonreían,?luego nadaban libremente en el río Aguarico, como expertos pececitos?y no podía creer que hallaran tanto placer en algo tan simple?y tan valioso. Definitivamente ahí estaba Chiga (Dios en lengua a´ingae o cofán). Y así, muchas experiencias enriquecedoras en cada recoveco de sus aulas, de sus palafitos, de su selva, de su río, donde aprovechaba el silencio para agradecer hondamente a Yaya Dioslla (Dios en Kichwa) y a la vida, concederme el privilegio de estar entre ellos, mis hermanos, los indígenas.

En febrero me comunicaban que mi padre padecía una grave enfermedad, pero la vida en ningún momento se me matiza en grises, al contrario, irradiaba verdes y rojos, y con más ahínco y fuerza me empecinaba en entregar todo de mí? Esos pequeños héroes, que con sus sonrisas degradaban mi tristeza y cambiaban, en un chasquear de dedos, un día nublado o demasiado caluroso, refrescaban mi alma para aceptar con alegría ese dolor que ahora Dios colocaba en mi camino.

No puedo creer que haya despertado de ese sueño y deba regresar. Todo transcurrió como si fuese un suspiro, un parpadeo. Ahora si me preguntaran: ¿Deseas repetir la experiencia? Sin dudarlo un segundo, la respuesta sería obvia, un sí rotundo, como el ?Fiat? de la Buena Madre; pero mi deber, por el momento, está con mi familia, con mi padre.

Por último, quisiera tomarme el atrevimiento de agradecer aquí a quienes, desde la distancia y la oración, vivieron y compartieron esta ilusión. Primero, gracias a Dios y a la vida por el regalo tan grande de ésta misión; gracias, mis pequeños héroes Abya Yala, por lo aprendido, lo compartido, lo experimentado. Gracias al Hno. José Luis, Hno. Walter, Hna. Juanita, Hna. Ana María, por ese testimonio de gratuidad y entrega a ese proyecto; gracias Hno. Carlos Regalado, Alfredo Gesell, Daisy Andi, Daniela, Byron Íñiguez, Freddy Cárdenas, por ?aguantarnos?, pero, sobre todo, por esa amistad perpetua y profunda. Gracias Hnos. Maristas por la confianza y el apoyo, gracias Hno. Leonardo Yepes, por el acompañamiento y la amistad, gracias a mi familia por su comprensión y espera, gracias a mis amigos del alma: Francy Meneses, César Rivera, Clarita Obando, Gabriel Osorio, Gloria Marina Vargas, Diana Franco, Diego Hurtado, Jorge Goyes, Claudia Delgado y demás personal del Colegio Champagnat de Popayán, y claro, gracias Catalina, por tu apoyo, tu amistad sincera y profunda, la complicidad y compañía, las caídas de la canoa, etc.

Ojalá Iruntra (Dios en Shuar) concediera a todos, el regalo de compartir con mis pequeños héroes Abya Yala.

_________
Agapito Gómez, profesor del Colegio Champagnat de Popayán (Colombia)

VOLVER

Sugerencias de colaboración regional e inter...

SIGUIENTE

¡Realizar nuevas experiencias para caminar j...