23 de diciembre de 2011 CASA GENERAL

¿Cómo está tu corazón, hermano/hermana?

Según una antigua tradición, el apóstol Santiago el Mayor fue enterrado en el noroeste de España, en un lugar alrededor del cual se formó la actual ciudad de Santiago de Compostela. Desde hace más de mil años, su sepulcro es la meta de peregrinos provenientes de todo el mundo, que recorren a pie esos antiguos caminos durante semanas o incluso meses.

Muchas de las personas que han recorrido el así llamado “camino de Santiago” a menudo hablan de que no sólo han hecho muchos kilómetros, sino de que, sobre todo, han hecho un “camino interior” que les llevó hacia su “centro”. De hecho, así se representa en un laberinto dibujado en el suelo de la catedral de Chartres (Francia), probablemente como un recorrido alternativo para los peregrinos que no tenían los medios para desplazarse a los grandes lugares de peregrinación, como Santiago de Compostela, Roma o Jerusalén. Todavía hoy muchas personas hacen ese recorrido que, después de un largo y sinuoso camino, conduce invariablemente al centro.

Me parece que el tiempo de Navidad es también una invitación a recorrer el camino que conduce al propio “centro”, donde cada persona puede encontrarse consigo misma y contemplar, en paz y silencio, al Misterio que la habita, puesto que “el Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre” (Gaudium et Spes, 22).

¿No es a esto a lo que nos invitaba el P. Champagnat, cuando decía que deseaba para nosotros los primeros puestos junto a la cuna de Belén, junto a la cruz y junto al altar?

Hacer ese viaje al propio centro no significa, en modo alguno, promover personas aisladas o egoístas, que se desentienden de los otros. Si ese viaje es auténtico, de hecho, se manifiesta en signos como paz, equilibrio, entrega a los demás. Me parece que el mundo sería muy distinto, mucho más pacífico y justo, si contáramos con más personas verdaderamente “centradas”. Martin Luther King lo expresó de manera formidable en su discurso de aceptación del premio Nobel de la paz, en diciembre de 1964: “Creo que todo lo que los hombres egocéntricoshan destruido podrá ser reconstruido por otros hombres centrados en los demás”.

Hace unos años, visitando a nuestros hermanos en el Estado de Chiapas (México), me llamó mucho la atención la manera como se saludan las personas de esa región. En lugar de nuestro intrascendente “hola”, se preguntan: “¿cómo está tu corazón, hermano/hermana?”.  Esa cuestión tan directa provoca, en quienes no estamos habituados a ella, una reflexión sobre cómo está realmente nuestro corazón, nuestro espíritu, nuestro ánimo. Sería estupendo que todos pudiéramos tomarnos un tiempo, especialmente en estos días navideños, para repetirnos esa pregunta y ver cómo estamos en nuestro camino hacia el propio “centro”.

La publicidad insistente, especialmente durante estos días, favorece la dispersión y la atención a lo superfluo, aumentando el riesgo de la superficialidad. Pero sabemos bien que hay dones que sólo pueden acogerse desde la calma del silencio. El libro de la Sabiduría lo expresa bellamente, de manera poética:

“Cuando un silencio apacible lo envolvía todo
y la noche llegaba a la mitad de su carrera,
tu palabra omnipotente bajó del trono real” (Sab 18,14)

¿Cómo está tu corazón, hermano/hermana? Te deseo un maravilloso y fecundo viaje hacia tu propio centro, de manera que la humanidad entera pueda beneficiarse de ello, empezando por tu propio entorno.

Que María, que “guardaba todas las cosas en su interior”, sea tu bendición.

¡Feliz Navidad!

H. Emili Turú, Superior general

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