3 de noviembre de 2008 MéXICO

Consejero general con el hermano Basilio Rueda

Creo que un buen número de hermanos de la Provincia (México Central), al tener noticia del encuentro del hermano Alfonso con nuestro buen Padre Dios, habrán comprobado que conocen bien poco sobre la vida de nuestro querido hermano. Y no es de extrañar, ya que ?Poncho?, de sus 75 años de vida religiosa marista, pasó más de 50 fuera de nuestra patria.

El hermano Alfonso fue un hombre activo, emprendedor, amigo de grandes retos personales, dotado por el Señor del don de lenguas y con una gran espíritu de adaptación que lo llevó a realizar diversos y excelentes trabajos en bien de su amado Instituto Marista. Fue profesor en Guadalajara, en Estados Unidos, sub-maestro de segundo noviciado en Grugliasco y ayudante del Ecónomo general. Estando en ese puesto se le encomendó supervisar la última etapa de la construcción de la Casa general de Roma; y como era hijo fiel del humilde vicario de La Valla, pocos saben que coordinó el trabajo de ornamentación de la hermosa capilla central de la casa de Roma. Fue Consejero General en el primer período del hermano Basilio y misionero en Corea durante 20 años.

Sobre esta etapa de misionero puedo dar más detalles, pues tuve la dicha de convivir con él. Alguien me preguntaba: ?¿Qué hizo Wimer a sus 62 años en Corea?? Pues lo primero fue hacerse niño, tomar libro y cuaderno e ir a la escuela a aprender el coreano. Y aunque su edad no era la más apropiada para aprender una lengua asiática, gracias al don lenguas que poseía, logró grandes adelantos que le fueron muy útiles en el trabajo misionero en el país de la Calma Matutina.

Fue profesor en la Universidad de Lenguas Extranjeras de Seúl, en los departamentos de Español e Inglés; animador de grupos de universitarios para la práctica del inglés, francés y español; coordinador del grupo de traductores de español en los Juegos Olímpicos de Seúl, en 1988; animador del grupo de oración ?Maranatha?, para jóvenes, que durante años se reunió cada sábado en el Centro Marista de Pastoral de Seúl; Superior del Distrito durante tres años y ecónomo.
La experiencia adquirida en el trabajo en el Economato general, le dio oportunidad para crear excelentes relaciones con instituciones europeas de cooperación para las misiones. De ellas logró gran ayuda para la construcción de nuestro noviciado de Suwon, la ampliación del centro de rehabilitación de leprosos en la diócesis de Andong. Y hasta las hermanas Dominicas de clausura lograron, por medio del hermano, financiamiento para su convento. Y se podría seguir la lista?

Y como el tiempo no pasa en vano, nuestro internacional Alfonso emprendió una nueva dinámica; su vida creció en otra dimensión: una presencia profunda e íntima con el Señor y la Santísima Virgen. Permanecía largas horas de adoración ante el Santísimo y dedicado a la lectura espiritual; se hacía presente ante la Eucaristía tres veces al día. Llevaba en el bolso de su camisa una cajita con la eucaristía y de esa manera podía estar en continua unión con Dios. Y no podían faltar sus nueve rosarios cada día. En fin, mucha comunicación con Dios y poca con los humanos. Su apostolado tomó otro giro: ir a los hospitales cercanos para llevar la comunión, visitas a la despensa de casa para tomar cosas para sus amigos, los necesitados, y salidas de casa regresando muy tarde por no recordar el camino. Alfonso repitió este esquema de vida durante los años vividos en Tlalpan.

Nuestro capellán de la Quinta Soledad, Don Rafael López, en la Eucaristía que tuvimos para despedir al hermano, entre otras cosas comentó: ?Ponchito vivió con gran intensidad y profundidad su vida religiosa. Fue un fiel seguidor de Marcelino; tenía sus rarezas -todos tenemos- pero nos ha dejado un hermoso ejemplo de lo que debe ser un religioso marista. Descanse en Paz.?

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Hno. Enrique Ruiz Pérez

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