6 de enero de 2023 CASA GENERAL

Derecho de los niños a la alimentación

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi propio cuerpo. Lo daré por la vida del mundo.” (Jn 6,51)

Si echamos un vistazo a los derechos de los niños, encontraremos que uno de ellos es el derecho a la alimentación. La Convención sobre los Derechos del Niño nos presenta todo un catálogo sobre qué elementos debemos tener en cuenta cuando nos referimos a los niños, y cómo aproximarnos a ellos y a su realidad.

Como Maristas de Champagnat nos unimos a estos principio que, como ciudadanos del mundo, se nos marcan. Y no sólo nos unimos, sino que queremos hacerlos realidad, acercándonos a ellos desde los valores cristianos y maristas.

Las Naciones Unidas, cuando hablan de “niño” lo hacen para referirse a quienes no han cumplido la edad de dieciocho años. Nosotros, Maristas, ampliamos estas consideraciones a otras personas vulnerables de nuestras sociedades. Además, y aunque no seamos un Estado Parte directametne representado en la ONU, queremos implicarnos en el cumplimiento de los derechos universalmente reconocidos, desde nuestras realidades concretas y a nivel institucional. Junto a los Estados, también nosotros nos comprometemos  en respetar los “derechos enunciados… y su aplicación a cada niño” que nos es confiado en nuestras obras educativas. Asimismo, nos aseguramos de tomar “todas las medidas apropiadas para garantizar que el niño se vea protegido” siempre y en todo lugar y situación. Queremos seguir escuchando “el llando de los niños y jóvenes, especialmetne de aquellos sin voz y sin hogar” (XXII Capítulo general).

Somos conscientes que nuestro compromiso por la transformación del mundo es más actual y necesario que nunca. La realidad de millones de niños y niñas pasa por una alimentación deficiente. Son muchas las presencias maristas que trabajan por proporcionar una mejor alimentación a niños y jóvenes de nuestros centros educativos. Es suficiente conocer o visitar alguna de estas presencias para darnos cuenta de la gran labor que ya se está desarrollando. Pero, ¿podemos seguir siendo presencia significativa entre los más necesitados? La respuesta la sabemos todos. Sí, podemos y debemos ser fieles al carisma confiado por el Espíritu Santo, a través de Marcelino. Sí, podemos y debemos seguir trabajando por quienes son más vulnerables. Sí, podemos y debemos continuar desarrollando iniciativas que den respuesta a las necesidades, también alimenticias, de los niños y jóvenes de nuestros entornos.

El hermano Ernesto, en su circular Hogares de luz, nos hace una bonita referencia dirigida a las comunidades. Nos invita a ser “realmente hogares de luz que cuidan la vida y generan nueva vida”. Y nos invita a poner los medios para lograrlo, de forma que nuestras comunidades (podríamos entenderlo en sentido amplio, como comunidades educativas) sean espacio donde se pueda dar respuesta a las necesidades espirituales, y también materiales, de aquellos que son nuestra razón de ser, de aquellos que son la centralidad de nuestra misión: los niños y jóvenes.

 Y sí, nuestra misión de educadores cristianos implica ayudar en la consecución de una alimentación digna y apropiada para todos los niños y niñas que acuden a nuestras obras. Además, junto a ello, y siguiendo el deseo de nuestro fundador, también queremos asegurar el “alimento espiritual” de cada uno de ellos. Convencidos de que Jesús, el Cristo, es “el pan vivo bajado del cielo” seguimos en nuestro empeño de “dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar”, tal y como nos pedía Marcelino a todos los Maristas.

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H. Ángel Diego García Otaola – Diretor del Secretariado de Solidaridad

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