Uso Evangélico de Bienes

Marzo 2004

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Queridos Hermanos y quienes amáis entrañablemente el sueño y carisma de Marcelino Champagnat:

El profeta Miqueas nos recuerda que Dios sólo nos pide “practicar la justicia, amar la misericordia y caminar humildemente con tu Dios”(Mi 6,8). A primera vista, nos parece un mensaje sencillo, directo, que desarma. Pero bastarán sólo unos momentos de reflexión para convencernos de que precisamente la realidad contraria es la real. Una cosa es oír la Palabra de Dios y otra, muy distinta, es meter esa Palabra de Dios en nuestros corazones y vivirla cada día.

Me causa una enorme satisfacción enviaros, este mes de la Anunciación, una copia de nuestro Plan Marista de Discernimiento sobre el Uso Evangélico de los Bienes. Podríamos buscar su origen en la Circular que el hermano Benito escribió en octubre del 2000. Y, no se me ocurre nada mejor para empezar nuestro proceso de reflexión que releer de nuevo el texto de ese documento.

Los participantes en el XX Capítulo General llevaron el proyecto más lejos. En octubre del 2001, dirigieron al presente Consejo General el siguiente mandato: “Que diseñe un plan de discernimiento sobre el uso evangélico de los bienes en el Instituto y que acompañe su puesta en marcha en cada unidad administrativa“. (Actas del XX Capítulo General, Mensaje del Capítulo, 48. 5). El fruto del trabajo del Consejo es este documento que estáis a punto de leer y utilizar.

Hermanos, sé que la cuestión del uso evangélico de los bienes puede ser un tema profundamente emocional para muchos de nosotros. Se dirige al mismo corazón de nuestra identidad personal y a lo que representamos como Instituto religioso. Al abordar este asunto, debemos ser honestos, pero también cuidadosos para no imitar la violencia e injusticia que estamos intentando cambiar. Y no deberíamos nunca olvidar que, hasta nuestra capacidad para debatir sobre esta materia, es un privilegio del que no disponen los pobres. Por el contrario, muchos de ellos están atrapados en una agotadora lucha por la supervivencia; se les niega el lujo a enfadarse.

Por ello, en nuestras discusiones, debemos ir más allá de nuestras posiciones partidistas e ideologías que sólo sirven para dividirnos y, en cambio, como María en la Anunciación, debemos esforzarnos por escuchar la Palabra de Dios sobre este asunto. Al mismo tiempo, este Plan de Discernimiento debe ser algo más que una charla vana. Cuando hablemos del uso evangélico de los bienes, tendremos que recordar que nuestro objetivo es llegar a entender con mayor claridad las dimensiones del tema, entender lo que se requiere de nosotros en un contexto cristiano y marista y desarrollar y llevar a cabo planes de acción que testifiquen el serio propósito de un Instituto que está hoy presente en 77 países.

También recordemos que este plan aborda la cuestión del uso evangélico de los bienes a varios niveles. Por ejemplo, la caridad privada es diferente de la justicia. La primera entrañaría dar comida a quien tiene hambre, mientras que la segunda pide que dirijamos nuestra energía hacia estructuras y sistemas cambiantes, de modo que nadie tenga comida en exceso mientras que a otros les falta.

Pero, como también veréis en este Plan, la justicia requiere un cambio de corazón por parte de cada uno de nosotros. Y para eso, vosotros y yo debemos aprender a hacernos diariamente estas preguntas: ¿Qué estoy haciendo, qué decisiones estoy tomando, qué actitudes estoy fomentando que siguen provocando el que los pobres sigan en su situación? Y nos tenemos que hacer estas preguntas como comunidades, como Provincias y Distritos y como Instituto en su conjunto.

Quiero expresar mi agradecimiento al hermano Maurice Berquet y a los miembros de la Comisión del Consejo General para el Uso Evangélico de los Bienes (hermanos Antonio Martínez, Guy Palandre y Dominick Pujia) quienes dirigieron este proyecto desde el principio. Han realizado una amplia consulta y han elaborado un texto y un proceso que creo será de ayuda significativa para todos nosotros, para que abordemos el desafío de administrar nuestros recursos como Instituto. Muchas gracias a todos los que aportaron útiles y valiosos comentarios y sugerencias a los miembros de la Comisión en los primeros anteproyectos de este documento.

Os animo a que empecéis a utilizar este Plan de Discernimiento lo más pronto posible. Nuestra próxima Conferencia General, fijada para septiembre del 2005,  nos proporcionará un foro excelente para hablar de la experiencia de utilización del Plan y para examinar el fruto inicial de nuestros esfuerzos. El Consejo General y yo, por nuestra parte, nos comprometemos a utilizar nosotros mismos el Plan y, además, a animar su utilización en todo el Instituto.

El poeta Carl Sandburg describía una vez a los pobres como seres “cansados de deseos, vacíos de sueños”. Como continúa creciendo el hueco entre ricos y pobres en tantas partes del mundo, su descripción es más acertada que nunca. La pobreza es un área de sufrimiento más amplia de lo que muchos de nosotros alguna vez imaginemos. No puede definirse solamente según las estadísticas gubernamentales sobre la renta anual. Porque la pobreza puede corroer con el tiempo el espíritu, puede apagar la esperanza y alimentar la desesperación. Como Marcelino, que tenía un lugar especial en su corazón por los pobres, abordemos esta cuestión con coraje y como acto profético, de modo que otros puedan decir de nosotros “que practicamos la justicia, amamos la misericordia y caminamos humildemente con nuestro Dios“.

Muchas gracias.

Con todo mi afecto,
H. Seán  Sammon, Superior General – Marzo 2004