4 de agosto de 2010 MOZAMBIQUE

Ecos de un retiro mariano

Este retiro me ha ayudado a profundizar el rostro mariano de la Iglesia. Ya había participado en otros retiros donde el tema aparecía de paso. Pero tener la posibilidad de reflexionar seis días sobre el tema fue una gracia excelente que yo he valorado y que los otros participantes en este retiro han apreciado también.

Personalmente había sido invitado a dar clases de Mariología y mi respuesta fue NO porque no me encontraba preparado para eso. La hermana que me había invitado encontró muy extraño mi NO y me dijo: ?¿Usted es marista y no sabe hablar sobre María? No me parece muy natural?. Aun así reflexioné un poco más pero después de dos semanas tuve que repetir mi NO, con una decepción total de la hermana que me invitaba.

Hoy ya me siento más capaz y si la hermana volviera a invitarme ya no diré NO. Me sentiré muy contento de decir SÍ porque este retiro me ha abierto muchas perspectivas sobre María y su función en la Iglesia. El ejemplo mismo del animador del retiro diciendo que nunca había estudiado Mariología y que lo poco que sabe sobre María lo ha aprendido con esfuerzo propio también me está diciendo que yo me puedo comprometer en la enseñanza de la Mariología sin estar esperando que todo me sea dado de fuera. Mi esfuerzo personal también cuenta mucho. Este retiro vino precisamente a darme el ánimo que me faltaba para ponerme a estudiar y a leer un poco más sobre María. El contenido y los apuntes que hemos recibido durante el retiro son un buen punto de partida para ?convertirme?, como marista, a María.

El retiro fue un momento de bendición y lleno de gracias, pues nos ha ayudado a situar mejor a María en el seno de la Iglesia y también su papel en el Instituto marista y en la vida personal de todo marista. Aún resuena en mis oídos una frase muy repetida por el animador: ?Sin María no se puede ser marista; sin María somos la negación de nuestro propio nombre?. Al reflexionar sobre estas y otras palabras que nos fueron dichas en estos días de retiro mariano me he dado cuenta, de un modo mucho más claro, de nuestra responsabilidad de maristas para intentar devolver a la Iglesia su rostro mariano. Eso lo conseguiremos a través de un conocimiento más profundo de María. Este conocimiento debe llevarnos a un amor mayor a María ?que lo ha hecho todo entre nosotros?. Si la conocemos mejor y si la amamos más, entonces más nos gustará y más fácilmente seremos testigos eficaces del rostro mariano de la Iglesia no solo en nuestras comunidades, sino también en nuestras parroquias, en nuestras diócesis y en las escuelas donde vivimos y trabajamos.

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Hermano Felizardo Y hermano Ilídio
Naamacha, Mozambique, Julio de 2010

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