El Carisma de San Marcelino sigue vivo
Hasta el año 2004, en Barranquitas (Puerto Rico), en el barrio “La Vega”, hubo una comunidad marista durante 14 años, en la que vivimos 10 Hermanos Maristas, cercanos a los más necesitados.
Nuestra vida marista se manifiesta en la Comunidad y en la Misión. Vivíamos en La Vega entre los necesitados y desempeñábamos nuestra misión a través de la educación-evangelización de niños y jóvenes en la escuela pública, en la escuela parroquial y en la Pastoral Juvenil Parroquial. En esta última colaboraba un grupo de matrimonios entusiasmados, entregados, generosos; con el tiempo podemos afirmar que éramos nosotros quienes colaborábamos con ellos.
Y, tal vez, se preguntarán: ¿a qué viene esta vieja noticia después de 8 años?
Pues, porque aquellos a quienes seguimos los Hermanos Maristas: Jesús de Nazaret, la Buena Madre y el Padre Champagnat, hicieron que nuestra vida compartida dejara huella y nuestra presencia marcara también las vidas de esa docena de matrimonios de apóstoles laicos entre los jóvenes.
Cautivados también por el carisma de San Marcelino, cuando se encontraron solos, siguieron manteniendo al Padre Champagnat cercano a ellos. El domingo más próximo al 6 de junio de cada año, en la “misa mayor” parroquial, celebran su fiesta, y el cuadro de nuestro fundador, que normalmente permanece en una pared lateral, pasa a ocupar un lugar preferente.
Previamente invitan a los hermanos de las dos comunidades de Puerto Rico: Guaynabo y Manatí. Al finalizar la celebración un hermano marista presente es invitado a expresar los sentimientos del momento. Este año quisieron recordar a los hermanos que compartimos nuestras vidas con las suyas.
Luego continuamos celebrando en torno a la mesa, en la casa de Edwin y Annie, los promotores fieles de esta fiesta. Fue un tiempo de compartir familiar, con canciones y otros entretenimientos.
También el sufrimiento vivido cristianamente estuvo presente en nuestra celebración. Algunos miembros de la comunidad están siendo afectados por problemas serios de salud, en medio de los cuales experimentan el consuelo del Señor y la cercanía de San Marcelino.
Regresé a mi comunidad de Manatí enriquecido con las experiencias y sentimientos vividos, disfrutados y compartidos con personas que siguen apreciando el carisma marista y que hace brotar en mí un himno de acción de gracias. Y… con el compromiso de orar a San Marcelino por la sanación de los enfermos.
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H. Francisco Güezmes