27 de enero de 2022 CASA GENERAL

El derecho de los niños a jugar

El artículo 31 de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño (UNCRC) establece que los niños tienen derecho al descanso y al esparcimiento, a participar en juegos y actividades recreativas apropiadas para su edad y a participar libremente en la vida cultural y artística. Este mismo artículo obliga a los gobiernos a promover oportunidades de juego para los niños. La International Play Association (IPA), una organización no gubernamental internacional fundada en Copenhague, Dinamarca, en 1961, también defiende y promueve el derecho de los niños a jugar a través de seminarios, conferencias, investigaciones, publicaciones, creación de parques infantiles, capacitación en actividades y organización de programas y días de juego.

Las investigaciones muestran que los niños juegan instintivamente si se les da tiempo, espacio, materiales y el apoyo. Ellos no juegan porque quieren lograr algo. De este modo, sus habilidades cerebrales y motoras se desarrollan a medida que ganan autocontrol, autoestima y autoconfianza a medida que crecen. Mediante el juego los niños también incorporan todo tipo de aprendizaje. Aprenden a clasificar por forma y tamaño jugando con cubos, a utilizar símbolos para representar ideas dibujando, a mejorar su coordinación ojo-mano ensartando cuentas, a entender causa y efecto mezclando colores, a mejorar sus habilidades lingüísticas y sociales al jugar fingiendo, y asimismo desarrollan su agilidad, coordinación y equilibrio a través del juego activo.

Las actividades lúdicas no organizadas tienen un impacto significativo en el desarrollo de los niños. Cuando participan en actividades lúdicas, desarrollan el trabajo en equipo, la solución de problemas y habilidades sociales, turnándose, compartiendo, escuchando y tomando decisiones críticas. Hoy en día, lamentablemente, el aumento de la actividad estructurada, incluido el tiempo frente a la pantalla, y una mayor atención al trabajo escolar han reducido las oportunidades para el juego no estructurado. Los padres deben encontrar un equilibrio entre el juego organizado y no estructurado, permitiendo que sus hijos tengan tiempo todos los días para el juego no organizado, proporcionándoles la oportunidad de jugar al aire libre.

El juego es la mejor manera de que los niños aprendan

Pedagogos y educadores, incluida María Montessori, coinciden en que el juego es la mejor manera de que los niños aprendan. Al jugar, los niños aprenden con facilidad a medida que se desarrollan sus habilidades motoras, su sentido de asombro y su autoexpresión. Sigmund Freud señaló que esto es cierto incluso para un niño cuyo juego consiste solo en sonreírle a su madre cuando ella le sonríe. Durante el juego, los niños afirman su personalidad mientras desarrollan habilidades básicas. Las investigaciones han demostrado que el aprendizaje basado en el juego es más efectivo que los enfoques de instrucción directa. La falta de juego durante el desarrollo del niño conduce al aislamiento, la depresión, la falta de autocontrol y la resiliencia, dificultad de adaptación al cambio, además de una mayor tendencia a la dependencia y relaciones interpersonales menos profundas en la edad adulta.

En su interpretación teológica y religiosa del juego, Hugo Rahner examina el juego como una actividad seria y alegre. Desde esta perspectiva, él ve el juego como “anticipación de la alegría celestial” y ve en el juego de los niños el “deseo profundo de la persona humana por la armonía entre el cuerpo y el alma”. Convencido de ello, Champagnat insistía en que los Hermanos sean los ángeles de la guarda de los niños, observándolos en todo momento en su aprendizaje, incluso durante el recreo, “para animarlos a jugar, ver lo que hacen y escuchar lo que dicen”. Además del ejercicio físico, a los niños se les debe motivar a que cultiven el juego, la virtud o hábitos que mejoren su bienestar. Desde esta perspectiva, el Papa Francisco anima, e incluso exhorta a los padres a dedicar tiempo a jugar con sus hijos, tanto por el bien de los niños como para resistir una cultura del trabajo que deshumaniza y socava la vida familiar.

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H. Francis Lukong – Secretariado de Solidaridad

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