23 de febrero de 2022 CASA GENERAL

El derecho de los niños a tener un hogar

El concepto de hogar va más allá de una casa física e incluye un lugar de refugio donde los niños desarrollan el sentido de pertenencia. Cuando se ignora la necesidad de los niños de tener un hogar, tienen problemas de salud mental. Por esta razón, no está demás insistir en la importancia de un hogar. Esto explica por qué el artículo 27 de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño (CDN) es enfático al afirmar que los niños tienen derecho a un nivel de vida adecuado para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social. Para alcanzar su pleno potencial, necesitan sentirse seguros y cómodos, tener suficiente comida y ropa, y vivir en un hogar. Para ello, los padres y tutores deben proporcionar a los niños buenas condiciones de vida. En este sentido, la CDN pide a los gobiernos que ayuden a las familias a crear hogares decentes para sus hijos.

Además, los defensores de los derechos del niño creen que los niños necesitan también un hogar para desarrollar el sentido de ser y llegar a ser. Cuando se sienten aceptados por lo que son a medida que se desarrollan, adquieren un sentido de pertenencia a una familia, a una comunidad, a una cultura y a un lugar.  Esta experiencia les permite desarrollar su identidad, su relación social y su confianza en las personas al interactuar con los miembros de su familia. Es posible que no tengan aquello que les gusta, pero compartir las preocupaciones con sus padres y hermanos les brinda una sensación de tranquilidad y comodidad, y la base para desarrollar y mantener relaciones duraderas que refuerzan su sentido de hogar.

A los niños no les importa que sus familias vivan en palacios o en cuevas. Lo que les importa es tener un hogar, un lugar en el que estén física y socialmente, donde se sientan amados y apoyados emocionalmente, con oportunidades para jugar. A Jesús no le importaba dónde vivían sus padres. Recibió de ellos calor emocional, lo mejor que podían darle, y creció con sabiduría y protagonismo en el lugar donde estaba su hogar, ya sea en el establo de Belén por un tiempo, en Egipto durante el exilio o en su pequeña aldea de Nazaret. Lo mismo ocurrió con San Marcelino Champagnat, que creció en una pequeña granja de Marlhes, donde se pusieron en práctica los valores cristianos. Si sobrevivió a las dificultades de la vida, fue porque aprendió de sus padres y de su tía, la prudencia, el trabajo duro, la honestidad y la piedad; ellos le dieron educación en el hogar y formación espiritual.  De su familia adquirió la habilidad para el trabajo manual, el sentido de la responsabilidad y la apertura a nuevas ideas, así como el sentido del buen ejemplo y la pedagogía de la presencia; los dos pilares de su enfoque educativo.

Al hablar sobre los deberes de los padres, el Catecismo de la Iglesia Católica invita a que cada hogar se convierta en una iglesia doméstica, siguiendo las huellas de la familia de Nazaret, un entorno natural donde se educa en las virtudes. Los padres dan testimonio de su primera responsabilidad en la educación de sus hijos al crear un hogar donde les dan buenos ejemplos y donde existe el amor, la ternura, el perdón, el respeto y la fidelidad.

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H. Francis Lukong – Secretariado de Solidaridad

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