
En camino hacia la Conferencia General – 7
En la Conferencia general de 1971, el H. Basilio Rueda consagró en cierto modo la expresión « Ayudar a la aurora a nacer », que aparece también en algunos de sus escritos y conferencias. Cuarenta años más tarde, la Conferencia general de 2013 propone el lema « Despertar la aurora » que ya ha comentado el H. Emili Turú en alguna de sus charlas. Dos expresiones similares en dos momentos distintos de nuestra historia.
Termino repitiendo : siento que una fuerza nace en mí sin mí, para apoyar lo que en este sentido nazca y se desarrolle en el Instituto con vistas a realizar el cambio y el renacer que el Espíritu Santo nos inspira. Al mismo tiempo digo que ese mi deseo de apoyar lo auténtico me llevará a oponerme a lo inauténtico y desviado, a pesar de que ello pueda doler a más de un Hermano. También a mí me dolería en el alma que un Hermano decidiese espontáneamente retirarse, por no serle permitido dar a determinadas actividades una orientación que nada tiene de evangélica o que resulta inadecuada a nuestro quehacer eclesial de hoy. Ello no obedecería de mi parte a una postura de miedo al cambio ni de conservadurismo, sino precisamente a mis desvelos porque el cambio no aborte, porque el cambio llegue. Como decía Yves Congar : “Hay que ayudar a la aurora a nacer »
(H. Basilio Rueda, Conclusión de su« Meditación en voz alta de un Superior general
a sus Hermanos Provinciales”, Conferencia general, Mayo 1971)
Recuerdo que la expresión “forzar a la aurora a nacer”, la leí por primera vez en los escritos del H. Basilio Rueda, que fue Superior general marista en los años del postconcilio. Son unas palabras que yo creo que servirían muy bien para condensar sus 18 años de liderazgo en el Instituto. Pero fue probablemente Giorgio La Pira, el popular “síndaco santo” de Florencia, quien la usó más a menudo, citando al poeta francés Rostand: "c'est la nuit qu'il est beau de croire à la lumière; il faut forcer l'aurore à naître en y croyant".
Si nosotros creemos en la potencia de la nueva aurora, a pesar de estar sumergidos todavía en la noche, es porque la misión que se nos ha encomendado tiene su origen en la misión de Dios: La Iglesia peregrinante es, por su naturaleza, misionera, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el propósito de Dios Padre… Esto nos llena de esperanza, porque reconocemos la misteriosa presencia de Dios, activo en el mundo y en la historia. Cuando pensábamos que íbamos a llevar a Dios a los demás, resulta que El ya estaba allí. Despertamos de nuestro sueño, como Jacob, y reconocemos: “el Señor está aquí y yo no lo sabía” (Gn 28,16).
No somos los grandes actores de la misión, sino peregrinos con Dios y con los demás, hasta que El “sea todo en todos” (1 Co 15,28). Las entrañas de la noche encierran todo el potencial de una hermosísima aurora.