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Experiencia de formación conjunta en Saint Paul Trois Châteaux
?El Señor esté con vosotros? en esta casa de Saint Paul Trois Châteaux. Con esta frase nos saludaba el 26 de abril último, el H. Teófilo Minga al inicio de esta experiencia de formación conjunta que reagrupaba 9 hermanos y 7 laicos y laicas procedentes de 9 países de lengua inglesa o francesa. Con este saludo, hacía suya una vieja tradición de su país, Portugal pero sobre todo, daba el tono a lo que sería para cada uno de nosotros esta experiencia de tres semanas en Francia: una verdadera experiencia de Dios a través de la reflexión, la participación, la profundización y la puesta en práctica del carisma marista.
En este 16 de mayo, al llegar al final, nosotros, los tres participantes de Quebec, somos conscientes de la inmensa gracia que se nos ha dado por haber sido elegidos para vivir esta experiencia entre los numerosos laicos y hermanos del mundo. Con el corazón lleno de agradecimiento, queremos dar gracias al Consejo provincial que nos ha permitido vivirla. Tenemos la impresión de haber vivido como en un microcosmos y de forma anticipada, lo que todo el mundo marista está llamado a vivir en el presente y en el futuro: una comunión profunda entre hermanos y laicos, un corazón sin fronteras, más aún, un corazón nuevo para un mundo nuevo. Nos parece que a la luz de los últimos días, estas palabras, repetidas a menudo durante estos últimos años, adquieren una significación completamente nueva pues han llegado a ser experiencia real.
Ya al comienzo, no sin sorpresas e incluso sin haberlo buscado directamente, constatamos un cambio en las relaciones internas de nuestro grupo de Quebec. A decir verdad, era la primera vez que teníamos la oportunidad de trabajar juntos. Aquí, a lo largo de momentos de alegría, de celebraciones, de planteamientos y también con diferencias de opinión que superar, hemos aprendido a conocernos, a acogernos distintos y a confiar unos en otros. Además, viviendo con todos los participantes, hemos tenido que encariñarnos con ?otra lengua? hablada con acentos muy variados, abrirnos a otras culturas, a otras maneras de ser y de obrar.
Más allá de todas esas diferencias que podrían conllevar ciertas contradicciones, hemos sentido que un mismo amor nos unía, que una misma savia marista fluía por nuestras venas. Aun siendo alemanes o australianos, americanos o franceses, belgas, de Sri Lanka, portugueses, de Quebec o de Papúa-Nueva Guinea, estábamos reunidos por el amor de nuestra madre María y por el afecto a Marcelino Champagnat, nuestro ?Buen Padre?. Hermanos y laicos, distintos pero en profunda comunión, hemos tomado conciencia de la misma llama que nos quemaba, de la misma pasión que nos animaba para compartir con todos el carisma marista. Asimismo, hay que decirlo, nos hemos sentido orgullosos de ser maristas de Quebec, orgullosos de todo el camino recorrido en esta dirección entre nosotros estos últimos años. Deseamos aportar nuestra pequeña contribución para continuar avanzando juntos por esta vía.
Creemos que la experiencia vivida aquí nos será de mucho valor. Después de un tiempo de conocimiento y de integración, el proceso propuesto de manera coherente y lógica en torno a temas fundamentales como la fe, la vocación, la espiritualidad, la misión, las relaciones o la formación, nos ha ayudado mucho a vivir este tiempo de profundización. Además, hemos tenido tiempo para las pausas, para rezar, para reflexionar y también para vivir momentos de esparcimiento. Esto ha favorecido una buena integración personal en estas realidades.
Claro está, la visita a los lugares maristas con el H. Alain Delorme, como experiencia de misión en Lyon, ha sido uno de los momentos de profunda vivencia. Hemos sido ?aprehendidos? por la presencia viva de Marcelino y de sus primeros hermanos. Tenemos conciencia de ello, ningún libro nos la podía proporcionar. Hemos palpado una vez más la grandeza de su obra. Hemos percibido en él la dureza de la roca unida a una sensibilidad materna por las personas. En resumen, nos hemos sentido orgullosos de ser ?de su pandilla?, de pertenecer a la familia que fundó y de aportar nuestra modesta contribución para que continúe creciendo: hermanos y laicos conjuntamente.
Podríamos desarrollar muchos elementos que han permitido hacer de esta experiencia un tiempo rico y significativo para nosotros: la presencia y la acogida calurosa de los hermanos de la casa de Saint-Paul-Trois-Châteaux, su amabilidad, su grandeza de alma capaz de ceder un lugar preferente a la mujer, el compromiso y la participación activa de todos los miembros de nuestro grupo en la animación de los diversos temas, las numerosas celebraciones ricas en significado, la buena ornamentación de los lugares y del jardín lleno de flores, el compartir lo que sucedía en otras partes, las relaciones fraternas desarrolladas entre nosotros, la vida en comunidad, etc.
Todo esto y muchas otras cosas han hecho de estos días un momento único que ha suscitado en nosotros el deseo de querer continuarlo.
Consideramos, en efecto, que se trata de un inicio. Tenemos el gusto de regresar a nuestra casa, de volvernos a ver, de compartir y de hacer vivir a otros, lo que nosotros hemos tenido la suerte de experimentar y también concretar con vosotros algunas de las intuiciones e inspiraciones que hemos tenido durante estos días.
Siguiendo tras las huellas de Marcelino, estamos convencidos de que Dios estará con nosotros. Así pues, todos los sueños son posibles.
Véronique, Robert et Réal