25 de abril de 2009 FRANCIA

Experiencia Internacional sobre procesos de formación conjunta y Vitalidad Carismática

Comienza hoy, 26 de abril, la Experiencia Internacional sobre procesos de formación conjunta y vitalidad carismática – recreando juntos la vida marista. Terminará el 18 de mayo. Es la experiencia, en el mundo de lengua inglesa y francesa, correspondiente a la que se realizó el año pasado en Quito, para el mundo de habla hispano-portuguesa. En ella participan 9 hermanos y 7 laicos maristas, así repartidos: LHermitage (2 hermanos); Europa Centro Oeste (1 hermano y 1 laico); Canadá (1 hermano, 1 laico y 1 laica); Estados Unidos (1 hermano y 1 laico); Sidney (1 hermano, 1 laico y 1 laica); Melanesia (1 hermano); Asia del sur (1 hermano y 1 laica). La Administración general está representada por el hermano Teófilo Minga, Secretario de la Comisión de Vida Religiosa.

Presentamos, el saludo del hermano Teófilo a los participantes.
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Queridos amigos, hermanos y laicos maristas

Venga usted con Dios

Venga usted con Dios a estas tierras de Saint-Paul-Trois-Châteaux. Así es cómo se saludaba a los visitantes o a los peregrinos en mi pueblo cuando yo era niño. Los ancianos todavía saludan así a las personas. El ambiente cristiano que se respiraba en toda la sociedad favorecía este saludo henchido de Dios. Y cuando el visitante o el peregrino partía, decíamos: Vaya usted con Dios. Dios era el punto de llegada y el punto de partida en el trato entre residentes y forasteros o entre visitados y visitantes. Y entre estos dos puntos, la estancia del visitante no podía ser otra que una estancia con Dios. Todo, en la relación entre las personas que se encontraban, era referido a Dios. Era Dios quien daba sentido a todo encuentro, a todos los encuentros. En todo, Él estaba presente.

Al volver hoy la vista a mis años de infancia y al modo cómo aprendí a saludar a la gente, tanto a la despedida como a la llegada, quiero deciros e invitaros a vivir la experiencia que iniciamos hoy, como una experiencia de Dios y en Dios. Básicamente, como una experiencia de fe, de esperanza y de amor. Una experiencia teologal. Es Dios quien nos ha conducido hasta aquí. Es Dios quien nos quiere aquí. Es Dios quien nos enviará dentro de unas semanas para ser sus testigos en el mundo. Creo que hemos acudido a este encuentro como hombres y mujeres de Dios. Partiremos, así lo espero yo, aún más llenos de Él, más con él, después de esta nuestra experiencia, bastante innovadora en el Instituto. En cierto modo, partiremos transformados espiritualmente.

Dejarse transformar

¿En qué consistirá esta transformación? El programa que tenemos ante nosotros nos muestra el camino, al hablar de Experiencia internacional sobre procesos de formación conjunta y de vitalidad carismática ? recreando juntos la vida marista. Hablar de procesos es, precisamente, hablar de caminos, de descubrimientos, de nuevos horizontes, nuevos sueños, nuevas posibilidades. Y todo esto circunscrito en la exigencia de la fe, en la llamada a la esperanza y en la certeza del amor.

Ahora bien, son procesos de formación conjunta. Conocemos los últimos documentos del Instituto a que nos hemos referido en la fase preparatoria de este encuentro. Y hemos visto cómo, en repetidas ocasiones, los últimos Capítulos generales y las últimas Administraciones generales del Instituto alientan y promueven el descubrimiento del carisma marista como un don a la Iglesia, es decir, un don a todos los hermanos y laicos. Al aceptarlo en sus vidas, tanto en su aspecto de misión como en su aspecto de espiritualidad, el laico se convierte en laico marista. Estoy convencido de que no podemos ser laicos maristas si no asumimos y si no vivimos estas dos dimensiones en el día a día de nuestra existencia: la espiritualidad y misión.

Esta es una realidad que se impone a todas las Congregaciones, al abordar la cuestión de los laicos y su pertenencia plena a la vida del Instituto. Seguí un poco el último Capítulo general de los jesuitas, y sus conclusiones en el tema de la cooperación con los laicos; y sus conclusiones van también en esa dirección. Refiriéndose a la formación conjunta (que es el tema que nos ocupa aquí) se decía: La formación (en relación a la colaboración en la misión) no debe limitarse a desarrollar sólo las competencias profesionales, sino que debe también desarrollar la comprensión de la espiritualidad ignaciana, especialmente en lo que se refiere a la misión y debe proporcionar oportunidades de crecimiento en nuestra vida interior … las experiencias de colaboración con los laicos deben centrarse en la misión y la espiritualidad, más que en lo legal o lo canónico. Si en lugar de Espiritualidad ignaciana escribimos Espiritualidad marceliniana tenemos una afirmación que es totalmente válida para la experiencia que vamos a vivir. No son los aspectos canónicos o jurídicos los que nos preocupan aquí, en primer lugar, sino los aspectos relacionados con la misión conjunta y con la espiritualidad marista que nos toca vivir a todos.

Vitalidad Carismática

Leemos en el enunciado del programa que estos procesos son procesos de vitalidad carismática. E, inmediatamente, el subtítulo esclarece lo que puede ser esa vitalidad carismática: recrear juntos la vida marista. Aquí reunidos en Saint-Paul-Trois-Châteaux, empezamos a ver la enorme responsabilidad a la que somos llamados: trátase de una misión de vida, una re-creación de la vida marista hoy en el siglo XXI, pero siempre inspirada en la semilla que la ha hecho nacer: la intuición, o más bien, la inspiración que viene de Dios y que fue depositada en el corazón de Marcelino. Esta intuición es nuestra, ahora; nos pertenece; no podemos dejarla morir.

En el caso concreto que nos ocupa, podemos concretizar aún más, sirviéndonos del libro más reciente de nuestra espiritualidad: somos llamados a recrear juntos la vida marista bebiendo del ?Agua de la roca?. Es decir, haciendo nuestras, y asumiéndolas en nuestras vidas, las grandes intuiciones de Champagnat que nacieron y se desarrollaron en el duro trabajo de la roca de LHermitage, donde no faltó el agua del Gier que atraviesa la propiedad de nuestra Casa madre. Ya se habrán dado cuenta de que se trata de realidades simbólicas que nos llevan a la esencia de nuestra espiritualidad: Dios es la roca en la que podemos confiar; Él es el agua viva que apaga nuestra sed. Tal vez durante esta experiencia, que nos reúne en esta casa histórica dentro de la tradición marista, nos sintamos más cerca de Dios como roca que sustenta nuestros esfuerzos, como agua viva para rehacer nuestras fuerzas.

Recrear juntos la vida marista

Si vamos más allá del título y miramos el contenido de nuestro programa tenemos precisamente la respuesta, o el comienzo de una respuesta a una pregunta fundamental que conviene recordar en el inicio de esta experiencia: ¿Cómo recrearemos juntos la vida marista para el siglo XXI? La respuesta se encuentra, precisamente, en los procesos de formación. Antes de recordarlos, sin embargo, es útil tener presente una vez más, el objetivo general que nos reúne aquí: Capacitar a un grupo de hermanos y laicos para impulsar procesos de formación conjunta en las Unidades administrativas. Se prevé que estas personas estén preparadas para planificar y dirigir estos programas en sus Unidades administrativas. Los objetivos específicos que ya conocéis y que se encuentran también en la descripción de nuestro programa aclaran y detallan los contenidos del objetivo general.

Es esencial captar el alcance de este objetivo general: no estamos aquí en primer lugar y fundamentalmente en función de nosotros mismos. Hemos sido enviados por la Provincia a Saint-Paul-Trois-Châteaux para un proyecto que se sitúa más allá de la persona de cada uno de nosotros. Estamos aquí para vivir una experiencia espiritual y formativa que, sin dejar de hacernos bien personalmente, nos proyecta más allá de nosotros mismos: estamos llamados a ser promotores y motores en nuestras Provincias de la experiencia conjunta de formación que ahora vamos a vivir. Por lo tanto, somos responsables ante los que nos envían y ante todos los miembros de nuestra Provincia. Por eso no será suficiente, por nuestra parte, escribir un informe? o relatar una crónica de lo que habremos vivido aquí; será necesario convertirse en dinamizadores de la vida que vamos a recibir aquí. Convertirse en dinamizadores de la vida significa ser capaces de transmitirla y de entusiasmar a otros para que la vivan y la transmitan con el mismo entusiasmo y la misma esperanza. Es algo así como lo que nos recordaba el lema del Año Vocacional: Vive hoy el sueño de Champagnat?. Yo diría que nuestra experiencia va un poco más allá y nos dice: Vive hoy el sueño de Champagnat y haz que otros muchos lo vivan también.

Ahora podemos responder a la pregunta que habíamos dejado en suspenso; la respuesta es muy sencilla: recrearemos juntos la vida marista para el siglo XXI, profundizando y viviendo el contenido de los diferentes procesos que la experiencia nos ofrece a lo largo de estas semanas de convivencia juntos. Nuestro programa subraya cinco procesos.

Los procesos de formación

Procesos de fe: Nos esforzaremos por profundizar nuestra relación con Dios, con una referencia especial a la espiritualidad marista. Ésta, tal como la encontramos compilada en el libro ?Agua de la roca?, es un óptimo camino para vivir una fe más profunda. No es el único camino, pero para nosotros, maristas, es esencial.

* Procesos vocacionales: es fundamental descubrir, como maristas, el terreno común de nuestra identidad. Sin embargo, este terreno común y el desarrollo de la teología del laicado, nos invitan a ser capaces de encontrar, cada vez más, lo que es específico a cada una de nuestras vocaciones. Nadie duda hoy que ?lo marista? puede y debe ser vivido en diferentes estados de vida.

* Procesos de trato y de relaciones: conocemos la importancia que los escritos maristas dan al aspecto comunitario de nuestra misión y nuestra espiritualidad. Nunca profundizaremos suficientemente en el sentido de comunidad y de comunión entre nosotros. No es por casualidad que en la teología contemporánea el concepto de Iglesia-comunión es parte de la definición de la Iglesia. A otros niveles, creemos que la dimensión comunitaria de la espiritualidad y del apostolado marista, no es sólo una dimensión importante, sino una dimensión constitutiva del ser marista?.

* Procesos de misión: somos una congregación activa con una espiritualidad apostólica. Nuestra espiritualidad se vive en la misión; y la misión es el telón de fondo para vivir y poner en práctica nuestra espiritualidad. En este ?proceso de misión? todos, hermanos y laicos, estamos invitados a profundizar y a participar, en la medida de nuestras posibilidades, en la misión del Instituto, sea en lo que la misión tiene de más tradicional, sea en los nuevos horizontes de la misión. Cabe destacar aquí el proyecto de la Misión Ad Gentes? que implanta y traslada al Instituto en ambientes hasta hace poco muy alejados de nuestras miras y a veces también de nuestros corazones.

* Procesos de formación: a este nivel, pensamos tanto en nuestra formación individual como en nuestra formación conjunta. Ellas se completan mutuamente. Debemos estar atentos a nuestra propia formación a través de cursos de formación continua. Pero, en este momento debemos subrayar, de modo especial, la formación conjunta, la que estamos viviendo ahora y la que somos invitados a inventar en nuestras propias Provincias, cuando volvamos después de haber vivido en directo y de forma privilegiada esta formación conjunta e innovadora que se nos ofrece aquí en Saint-Paul-Trois-Châteaux. Una vez formados en la escuela marista, saldremos sin demora a formar a otros en esta misma escuela. No dejemos apagar la llama que nos habita. Sin duda será renovada y profundizada durante las próximas semanas aquí.

El marco histórico de nuestra experiencia

Me gustaría aún, antes de terminar, situar nuestra experiencia en el caminar del Instituto. Considerarla en el marco de la historia del Instituto puede darle más sentido, mostrándonos que no se trata de una experiencia aislada, insignificante o que ha surgido por casualidad, sino que más bien, es el resultado de una programación consciente, obedeciendo a las llamadas del Capítulo general anterior y de otras acciones muy significativas que le han dado fuerza y justifican su razón de ser. Entre estas acciones, es obligado mencionar la reunión internacional de hermanos y laicos en Les Avellanes en septiembre 2007. Es también el momento de hablar de la experiencia hermana realizada en Quito, Ecuador, para el grupo de habla hispana y portuguesa, del 1 al 30 de julio de 2008. Los ecos de esa experiencia son altamente positivos y nos animan a vivir la nuestra con entusiasmo, profundidad y gran esperanza.

a) El Año de Espiritualidad y el próximo Capítulo general

Sin embargo, ya más cerca de nosotros, nuestra experiencia se sitúa precisamente entre el Año de espiritualidad, que terminó en octubre de 2008 y el próximo Capítulo general que tendrá inicio el 8 de septiembre de este año.

Por lo tanto, nuestra experiencia puede enriquecerse con los abundantes frutos del Año de la Espiritualidad que han aparecido y continuarán apareciendo en todo el Instituto. Sin entrar en detalles, que podremos ver en las publicaciones del Instituto y de las Provincias, la llamada que se nos hace desde los diferentes títulos de ?Agua de la roca?, puede ser una respuesta muy eficaz para enriquecer nuestros procesos de formación durante estas tres semanas que vamos a vivir juntos, para enriquecernos, a fin de cuentas, en los diversos aspectos de nuestra espiritualidad y nuestra misión como hermanos y laicos maristas.

De hecho, la invitación de ?Agua de la roca? fue y continúa siendo muy exigente. Pero esta exigencia que viene de nuestra espiritualidad, es la que puede enriquecer plenamente los procesos de formación en los que vamos a estar involucrados. De hecho, ?Agua de la roca? nos invitaba y sigue invitándonos a saciar nuestra sed en los ríos de agua viva, para caminar en la fe como hermanos y hermanas, para anunciar la Buena Noticia a los pobres y soñar nuevos sueños.

Aunque con otras palabras, no es otro el lenguaje de los procesos de formación que ahora empezamos a experimentar: ¿No nos hablan de fe y relación con Dios, de identidad marista, de relación con los otros dentro de la Iglesia-comunión, de la misión que consiste en el anuncio de la Buena Nueva? Estamos, de hecho, en presencia de una misma realidad. Así, el Año de espiritualidad que acabamos de vivir podrá haber sido una buena preparación para la experiencia de Saint-Paul-Trois-Châteaux.

Mirando hacia el futuro, nuestra experiencia se lleva a cabo unos meses antes de nuestro próximo Capítulo general, con el tema: Corazones nuevos para un mundo nuevo?. El cuaderno Orientaciones para la reflexión frente al 21 Capítulo general, presentadas por la comisión preparatoria en Roma, el 30 de enero de 2009, indica temas que constituyen el núcleo de nuestros procesos de formación. Si tomamos solamente las Preocupaciones y líneas de acción (p. 5) vemos casi literalmente los mismos temas de nuestros procesos de formación: Identidad y vocación de los laicos; misión; cooperación entre laicos y hermanos, espiritualidad, consagración y comunidad. Esto significa que no estamos solos en la búsqueda de respuestas a todos estos temas que atraviesan el tejido sincrónico y diacrónico de la Congregación. Pero podemos considerarnos, en cierto modo, privilegiados, porque nos han dado la oportunidad, en esta zona tranquila de Saint-Paul-Trois-Châteaux, de vivir tres semanas para reflexionar y vivenciar estos temas que son otros tantos desafíos.

En este sentido, nuestra experiencia recoge la sabiduría y la riqueza de un ?Año de Espiritualidad? recientemente clausurado y puede ofrecer al Capítulo en un futuro próximo, la riqueza de una experiencia que apunta a nuevos caminos y a nuevos horizontes. Podemos dar gracias a Dios porque estamos entre los primeros a recorrerlos y a intuirlos. Por lo tanto, nos situamos plenamente en el corazón del tema del Capítulo que pide corazones nuevos para un mundo nuevo. Presentimos aquí la gran responsabilidad a la que somos llamados cuando confían en nosotros para ser, con toda humildad, los obreros, con otros muchos, de esa novedad que nos es solicitada. Es la novedad del Evangelio, del que se saca siempre cosas nuevas y viejas, ?nova et vetera?.

b) Dos libros importantes

Si en lugar de los acontecimientos (Año de Espiritualidad y XXIº Capítulo general) pensamos en términos de libros, nuestra experiencia se sitúa entre dos documentos que entran de un modo decisivo en la historia de la Congregación. Me refiero al libro ?Agua de la roca?, que ha sido un verdadero fenómeno en el momento actual de la Congregación: 61.700 ejemplares publicados, 16 traducciones realizadas. Pero, más que estos factores externos, se puede decir que el libro impactó en el mejor de los sentidos, a muchos hermanos y laicos en lo que respecta a la espiritualidad y misión. Aquí también, estamos en presencia de un documento que nos puede ayudar enormemente en nuestros procesos de formación.

Además, se vislumbra ya en el horizonte otro libro que sin duda hará historia en la Congregación. Me refiero al libro ?La vocación del laico marista?. He leído muy rápidamente lo que ya es la cuarta versión del libro, y me he dado cuenta de que algunos de sus contenidos no están muy lejos de nuestros procesos de formación. No podremos aportar mucho a la redacción de este libro que está casi terminado. Pero al leerlo en el futuro, el libro puede arrojar mucha luz sobre los temas que ahora estudiamos y vivenciamos. Podrá también arrojar luz sobre otras experiencias similares que podrán realizarse en el futuro, tanto a nivel provincial como a nivel local. Yo estoy convencido de que deberemos ser nosotros los motores de esas experiencias futuras. Para eso estamos aquí. Esa es nuestra responsabilidad ante la Iglesia y, más específicamente, ante la Congregación que nos ha enviado aquí.

Partir con Dios

Al terminar estas palabras de bienvenida, me gustaría volver al inicio y recordar lo que entonces he dicho. Más allá de los aspectos técnicos y de organización que debemos enfrentar, lo que aquí vamos a vivir es una experiencia de fe. Ella adquirirá su pleno sentido si la centraremos en Dios, y como consecuencia, en Cristo, en María y en Champagnat. En la práctica somos invitados a vivir esta experiencia inmersos en Dios. Con la certeza de que cuanto más inmersos estemos en Dios, mayores serán los frutos de la experiencia, en relación a todos los procesos, en relación a la experiencia (vivencia) de nuestra espiritualidad y a la fecundidad de nuestra misión. Hemos ?llegado con Dios?; seguidamente, hemos ?vivido con Dios?; por lo tanto, con gran alegría, os podré decir, al final: Vayamos con Dios.

Ésta es la mejor manera de compartir, con todos aquellos y aquellas con quienes nos vamos a encontrar, el fruto que haremos crecer y que cosecharemos desde nuestra experiencia en Saint-Paul-Trois-Châteaux. Ofrecerles a Dios es ofrecerles la plenitud de la vida y de la felicidad. En la alegría, así lo hacemos nosotros, en clave marista.

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Hermano Teófilo
Saint-Paul-Trois-Châteaux, 26 de abril de 2009.

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