19 de octubre de 2022 AUSTRALIA

H. Fabrício Basso – Comunidad LaValla200 > Monte Druitt (2020-2022)

El H. Fabrício es de la Provincia Brasil Sul-Amazônia y termina este año su misión en Australia, donde vive en la comunidad internacional de Mount Druitt, desde enero de 2020.
A continuación, reproducimos el testimonio de su experiencia como voluntario en el proyecto LaValla200>.


Al finalizar otro ciclo más de mi camino como marista, es necesario hacer memoria de lo que he vivido en estos últimos tres años. Tengo mucho que agradecer. Ha sido una experiencia increíble y desafiante. Han sido años atípicos, no sólo por las elecciones realizadas. Pasamos por una pandemia mundial, los noticieros comenzaron a informar sobre una guerra, entre otras situaciones más particulares, pero, en medio del caos, la vida continúa. Cada día es imprescindible que hagamos nuevas elecciones y cada uno, a nuestra manera, trabajemos por un mundo mejor, comenzando por el lugar exacto donde nos encontramos.

El 8 de enero de 2020, llegué a Sydney, donde pasé a formar parte de la Comunidad Internacional de Mount Druitt, con dos hermanos maristas más, Lawrence, australiano, y Jonnel, filipino, además de una pareja mexicana, Argie y Rodrigo. Formamos una comunidad, que compartía la vida y la misión en los suburbios de Sydney. El barrio en el que vivimos está formado por trabajadores de diferentes partes del mundo y la comunidad aborigen más grande de Australia. Mount Druitt es conocido como un lugar violento y enfrenta muchos prejuicios. Muchos jóvenes necesitan decir que viven en otro lugar para conseguir un empleo.

El comienzo fue bastante difícil, porque en ese entonces, todavía no dominaba el idioma, podía entender muy poco o casi nada de lo que me decían. Pese al desafío, pude comprender la realidad de miles de personas, que cada año se ven obligadas a abandonar su país y emigrar en busca de condiciones dignas de vida. A pesar de ser difícil, la adversidad se convirtió en una oportunidad, tanto en la comunidad como en los espacios donde actuaba, todos se esforzaron por enseñarme algo, lo que me ha acercado a las personas. Al pasar ​​los primeros meses, ya me había adaptado a la nueva realidad.

Aquí en Mount Druitt, hemos elegido ejercer nuestro apostolado en tres espacios, no limitados a estos. Primero, en la comunidad, tratamos de vivir con sencillez, buscando siempre el consenso en nuestras elecciones, respetando las particularidades de cada integrante. De lunes a viernes, trabajamos como docentes en Marist Learning Zone (MLZ), un centro social creado en colaboración con los Hermanos Maristas de Australia y el sector de Educación de la Diócesis de Parramatta. En MLZ ayudamos diariamente a jóvenes que no se adaptan a la escolarización formal, y tratamos de ayudarlos a recuperar su aprendizaje y autoconfianza. También ayudamos en el centro aborigen Baabayn mediante diferentes actividades como eventos y el Club de la Tareas para niños y grupos de jóvenes.

Trabajar como profesor fue un reto, dado que no dominaba el idioma y por no haber desempeñado nunca este rol, pero siempre tenemos algo que compartir. Pude trabajar con los estudiantes en las disciplinas de física, matemáticas, robótica, fotografía y arte. Mi primera idea de misión estaba muy ligada al hacer, sin embargo, al final de este período, veo que este aspecto no es esencial.

A través de la oración y la contemplación de la realidad y, sobre todo, el poder compartir cotidianamente con los demás miembros de la comunidad, he podido dar otro significado a mis objetivos y comprensión de lo que significa ser misionero marista. Ahora veo que aquellos con quienes viví no son destinatarios de mi apostolado, al contrario, son el camino y la verdad, porque contribuyen activamente en mi proceso de autoconocimiento, aceptación y crecimiento personal. Poco a poco, he comprendido que el gran aporte que puedo dar en este espacio no es traer algo nuevo o inédito, sino simplemente estar juntos, compartir lo que puedo y, sobre todo, aprender. Esta es una verdad simple y poderosa.

Con el paso de los años, la comunidad ha cambiado. Argie y Rodrigo regresaron a México en el segundo semestre del 2020. Tras una larga espera, Rubén y Silvia, provenientes de España, se unieron a la comunidad en febrero de 2022. Y el hermano Jonnel finalizó su experiencia a fines del 2021. Actualmente somos cuatro:  Rubén y Silvia, el H. Lawrence y yo. La dinámica es sencilla, basta solo estar listo para recibir a los que llegan, adaptarnos y buscar siempre aprender y compartir, es una experiencia enriquecedora. La convivencia con las personas de diferentes culturas siempre suma y ayuda en el crecimiento personal y comunitario.

Ha sido un gran logro formar parte de este proyecto. Es emocionante darse cuenta de que aquellos que, a menudo, no fueron acogidos en muchos espacios son capaces de acoger bien. No hablo solo de los estudiantes, la comunidad aborigen de Mount Druitt, que durante su historia ha pasado por innumerables situaciones de explotación, rechazo y abandono, fue la que más se esforzó por acogerme y aceptarme.

Durante estos tres años, muchas experiencias impactaron profundamente mi forma de percibir la vida y las elecciones. Entre ellas, la convivencia cotidiana con personas que son un gran ejemplo de generosidad y entrega, así como maravillosos compañeros, que responden de forma activa y afectiva a la llamada de vivir la espiritualidad marista. Estoy muy agradecido con todos aquellos que hicieron posible esta experiencia. Animo a todos los que se sientan llamados a formar parte de esta familia global, ya sea en una comunidad internacional o en un apostolado cotidiano, a dedicarse a las personas, especialmente a los niños y jóvenes, como soñó Champagnat. Vale la pena, transforma la vida de los que dicen sí y de aquellos a quienes somos enviados.

VOLVER

Presencia marista en Kiribati...

SIGUIENTE

Encuentro de Líderes de Evangelización de l...