
Helen o la hija de la mujer siro-fenicia
El evangelio propuesto para hoy es uno de esos pasajes que siempre me han impactado: La curación de la hija de la mujer siro-fenicia (Marcos 7, 24-31).
La escena es conmovedora: Jesús quiere pasar de incógnito por una región en la que la gente, proveniente de una cultura totalmente diferente a la suya, tal vez sería incapaz de comprender su mensaje… Pero a los oídos de la gente común de aquel lugar ha llegado la noticia de que en el vecino país vive un Profeta poderoso en hechos y palabras, capaz de brindar salud, paz y esperanza, y mejor aún, ¡que tal Profeta ha venido a visitarlos!
Entre esta gente está una mujer desesperada por el padecimiento de su pequeña hija “habitada por un espíritu inmundo”. Esta mujer, movida por la necesidad y la desesperación, se atreve a acercarse al Profeta y le ruega que haga algo por su hijita. Esta es su última opción, su única salida…
El Profeta, aún apegado a los criterios aprendidos en su propia cultura, observa que no es bueno dar al “otro”, al “diferente”, lo que supuestamente es el patrimonio exclusivo de los “propios”, de los “iguales”: ¿Qué padre o qué madre en sano juicio sería capaz de darle el pan de sus hijos a los perros?
Pero la desesperación de la mujer le lleva a replicar de manera asombrosamente inteligente siguiendo la figura propuesta por el Profeta: “Es cierto, Señor; pero aún los perritos debajo de la mesa comen las migajas de los hijos.”
Ante esta magnífica respuesta el Profeta encuentra luz y sentido. Aquella pobre y desesperada mujer le ha revelado una dimensión novedosa de su misión: el Pan del Padre, su Amor incondicional, es para ser repartido entre todos: ¡los “perrillos” son también ahora HIJOS convidados a la mesa del Banquete! El Evangelizador por antonomasia ha sido evangelizado por una sencilla mujer extranjera movida por amor e impulsada por la necesidad.
Cuando la mujer volvió a su casa vio cumplida su esperanza: su amada hijita estaba descansando en su cama libre ya de aquel espíritu inmundo.
Esta conmovedora historia me ha hecho pensar todo el día en Helen, una de las chicas beneficiadas por el proyecto “Little Sprouts” impulsado por las Hermanas, los misioneros laicos y los Padres de Maryknoll quienes han estado presentes en Camboya desde hace casi 20 años (siendo uno de los primeros grupos misioneros admitidos en el país). El proyecto, que atiende a niños y niñas VIH positivos cuyos padres murieron víctimas del Sida, se encarga de garantizarles todas las condiciones para que puedan llevar una vida digna: alojamiento, alimentación, educación, vestido, recreación; les provee la medicación necesaria para que puedan sobrellevar su enfermedad, y lo que es más importante, les brinda el calor de hogar y la esperanza de un futuro posible.
Helen ingresó al proyecto en 2002 cuando su madre agonizaba en uno de los hospitales de Phnom Penh dejándola sola en el mundo. En ese entonces tenía ocho años de edad pero parecía de tres debido a su estado de desnutrición y a la falta de medicación adecuada.
Conocí a Helen el año pasado cuando junto con Agustín servimos como voluntarios dando clases de inglés al grupo de chicos y chicas con dificultades de aprendizaje para quienes el equipo misionero de Maryknoll había creado un programa especial.
Como cualquier adolescente, Helen mostraba un comportamiento inquieto y a veces hasta altanero. Ella es una chica inteligente pero fácilmente pierde la concentración y el interés por las cosas “académicas”. Algunos días llegaba a clase con un genio terrible y se sentaba a refunfuñar en un rincón negándose a hacer algo en absoluto. Pero poco a poco, con mucho amor y paciencia, y haciendo uso de las buenas estrategias pensadas por el grupo de educadoras que estaba al frente del programa, Helen fue cambiando su comportamiento, mostrando una actitud diferente y un verdadero deseo por participar y aprender.
Hoy en día Helen está estudiando modistería en otro de los centros impulsados por Maryknoll en Anlong Kngan, un pequeño poblado ubicado a las afueras de Phnom Penh. Allí vive con una familia que vela por ella y que le sigue brindando el apoyo que necesita para crecer y ser feliz. ¡Helen no se cambia por nadie cuando sale a la calle luciendo uno de los trajes que ella misma se ha confeccionado!
En Helen he visto actuante el poder de la Gracia, no entendida como algo “mágico” sino como la consecuencia de lo que la fuerza del Evangelio hace en las personas: en Helen misma y en todos aquellos que han hecho posible que ella “tenga VIDA en abundancia”.
El “demonio inmundo” que se cernía sobre ella y la amenazaba de muerte ha sido expulsado gracias a la entrega y el amor de quienes consagraron su vida, en nombre de Jesús, al servicio de los más pequeños; ha sido expulsado gracias al trabajo arduo del personal que atiende el día a día y vela por que se realicen los objetivos del proyecto; ha sido expulsado gracias a la generosidad de muchos alrededor del mundo entero que han aportado sus recursos para apoyar el trabajo de Maryknoll. ¡El Pan del Padre ha sido puesto en la mesa de su muy amada hija Helen!
Quiera el Profeta de Nazaret que los “Hermanitos de María” sirvamos también de instrumento para hacer presente el Reino en este tiempo y que, al igual que la mujer siro-fenicia, tengamos la astucia para asegurar que “el Pan del Padre” llegue a la mesa de muchos otros niños y jóvenes, aquí en Camboya y en el mundo entero.
Hno. Diego L. Zawadzky Z. fms
Phnom Penh, febrero 10 de 2011.