11 de mayo de 2011 CASA GENERAL

Henri Vergès y la mística

Cuando Henri Vergès se estableció en Sour-El-Ghozlane pudimos profundizar nuestros conocimientos sobre la mística en general y sobre su presencia en Alger, con la dirección de la escuela San Buenaventura. Su vida profesional no le había dejado tiempo libre para profundizar su conocimiento del Islam en toda su dimensión. Sus relaciones estaban prácticamente limitadas a la comunidad católica que vivía en Alger.

Al venir a Sour El Ghozlane, Vergès podía disponer de tiempo libre. Este tiempo nos permitió enriquecernos mutuamente a nivel espiritual. Esto le permitió descubrir el Islam con sus dimensiones morales, humanas y sobre todo espirituales. A mí en cambio, él me hizo descubrir la historia de la Iglesia escrita por Daniel Rops y diferentes escritos de santos cristianos que hemos meditado mucho juntos, sobre todo San Agustín y particularmente su libro “Las Confesiones”. Me pedía siempre que le hablara de mis lecturas y que le hiciese una síntesis de las mismas.

Por mi parte, yo le hablaba del camino espiritual, de lo que se puede llamar « el aspirante » en árabe “el mourid”: el musulmán adentrado (docto) en la vía mística. Él no escondía su asombro al constatar la existencia de una gran similitud entre el islam y el cristianismo.

Un día, le describí el estado del aspirante en su evolución espiritual y la santidad en el islam. “El mourid”, el aspirante, es aquel que no quiere nada, excepto a su Señor y Maestro.

Se distinguen tres categorías entre estos últimos. La primera, es la de aquel que está animado por la voluntad de recibir las bendiciones y la protección sagrada, pero cuya aspiración es débil o a quien retienen todavía los muchos apegos mundanos. La segunda, es aquel que está animado por la voluntad de llegar a la presencia divina que es propia de las personas desapegadas y de aquellos que tienen una firme determinación. La tercera categoría es la de aquel a quien anima la voluntad de alcanzar la posesión (“lieutenance”) o la gnosis perfecta, aquel cuyo don de inteligencia se ha vuelto claramente manifiesto, cuyo mérito ha alcanzado la perfección y cuya función de “poseedor” ha sido proclamada por un “schaykh”, gran maestro espiritual, o por una vía interior verídica, “hatif”.

Vergès seguía con mucha atención mi explicación. A menudo me sucedía que no encontraba las palabras en francés para dar una explicación exacta de la terminología árabe del sufismo.

Discutíamos sobre estos temas en el monasterio de los Trapenses de Medea y con los monjes de este monasterio. En lo profundo de mi mismo, yo buscaba conocer el grado de espiritualidad de estos monjes después de varios años de oraciones, de austeridades y de meditación. Ésta es una de las razones que nos empujaron a pensar en crear el diario “el enlace”, “RIBAT” en árabe.

Termino este testimonio orando a Dios y a sus santos por la paz entre todos los pueblos.

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Sour-el-Ghozlane, 5 de septiembre de 2007

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