9 de julio de 2010 FILIPINAS

Homilía durante la celebración eucarística de apertura

El 15 de junio se puso en marcha en Davao, Filipinas, la séptima sesión de formación para los participantes del Proyecto marista de Misión Ad gentes. Durante la misa de apertura, el Padre Lauro Acede, SM, pronunció la homilía que reproducimos a continuación.

El 23 de Julio de 1816, varios sacerdotes recién ordenados y algunos seminaristas prometieron entregarse al trabajo por la salvación de las almas bajo la bandera de María. Este grupo se llamó a sí mismo ?Maristas?. Este grupo creció hasta llegar a ser una gran familia de hombres y mujeres religiosos. Más tarde, en 1836 algunos de ellos fueron enviados por la iglesia a evangelizar las islas del Pacífico y más tarde llegaron a estar presentes en otras partes del mundo. Este acontecimiento de Fourvière fue como la experiencia de la venida del Espíritu Santo para los apóstoles. Cuando recibieron el Espíritu Santo, fueron transformados en predicadores audaces y valientes y en testigos del amor de Dios por su pueblo.

Vuestra participación en el Programa ad gentes es una apertura continua a la Palabra de Dios y una expresión de un deseo de experimentar Pentecostés en el día de hoy. Un deseo de transformarse de personas ordinarias en Amigos del Señor que trabajan incansablemente por el crecimiento del Reino de Dios. Ahora que vosotros dedicáis varios meses al discernimiento del futuro en la misión, el Señor nos recuerda una vez más su presencia. Él está dándonos también una garantía del don de su Espíritu. El Espíritu Santo nos transformará y nos llevará con valentía y audacia a la misión.

Que éste sea un tiempo de conversión continua y de preparación para responder fielmente a los desafíos que la lectura del Evangelio de hoy nos presenta, es decir de amar más allá de lo que se espera de nosotros. De amar más allá porque es necesario.

Como aquellos primeros Maristas que se dedicaron a la obra del Señor y de María, a pesar de la persecución, las dificultades e incluso la muerte, que podamos ser transformados por el espíritu para amar más allá de lo que se nos pide. Y que asumamos valientemente la misión que Él está a punto de confiarnos.
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P. Lauro Arcede, SM
Davao, 15 de Junio de 2010

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