24 de septiembre de 2012 EL SALVADOR

Impresiones de su visita

Pasada la mitad del mes de junio, y aprovechando la visita canónica que hicieron a sus hermanos de Comayagua en Honduras, nos visitaron en El Salvador tres Hermanos de la Provincia Marista de Compostela. Se trata de los hermanos Óscar Martín (provincial), Antonio Leal (consejero) y José Santamarta reconocido artista en el ámbito marista. Sus obras las podemos apreciar en distintos lugares de España y en la casa Generalicia de Roma. Le hemos pedido a este Hermano que nos cuente sus impresiones sobre el país que visitó durante apenas dos días. Para ello le hemos dado tres nombres propios.

1.        El Salvador

Dos días sólo en el Salvador no dan para mucho. Pero la intensidad con que los viví sí me da pie para admirar y agradecer. Por gentileza del H. Javier recorrí parte del anfiteatro que conforman los soberbios volcanes que rodean la capital. Admiré la belleza de su paisaje, sus bosques de un verde tropical con sus flores, sus “apacibles lagos” como canta el himno salvadoreño. Desde mi habitación veía el majestuoso lago Ilopango. Visité un pueblo, El Salvador, donde se fraguan héroes y mártires.

De regreso a España me traigo recuerdos muy entrañables como la acogida cariñosa de los hermanos por las comunidades que visité, Liceo Salvadoreño, Escuela San Alfonso, Colegio Champagnat y Complejo Educativo Jesús Obrero. Me encontré con alumnos disciplinados y educados. Traigo conmigo el recuerdo de la gente salvadoreña sencilla y trabajadora. Percibí también el sentimiento colectivo de patria, mezcla de diferentes culturas que comparten armoniosamente hoy. Me encontré un salvadoreño cercano, acogedor y muy agradable de trato. De palabra suave y dulce. El Salvador es pequeño pero un gran país.

Es cierto que la historia ha puesto a El Salvador en circunstancias muy difíciles, pero Dios les regaló a un Óscar Romero como testigo del amor de Dios a los hombres y mujeres de su tierra y también porque lleva la marca de un artista, de un gran artista : Fernando Llort. De estas dos glorias salvadoreñas quiero hablar, por iniciativa e invitación del H. Hipólito, provincial.

2.      Monseñor Oscar Romero

Visité la capilla del hospital donde Oscar Romero fue asesinado. Coincidí con un grupo de jóvenes estudiantes mayores con su profesor que trataban de reproducir fielmente la escena de cómo monseñor fue asesinado. Una monja testigo del brutal atentado les explicaba con todo detalle el hecho. Esta misma monja fue también testigo de la segunda misa no conclusa en el funeral de monseñor en la catedral de El Salvador. Impactantes sus palabras testimoniales. A Oscar Romero lo identifico con un Obispo entregado y defensor de su pueblo. Su pueblo sencillo y pobre e injustamente maltratado. Los pobres fueron los protagonistas de la vida de Monseñor Romero. Oscar fue el profeta y apóstol de su tierra: despertó la conciencia crítica de su pueblo a la luz del evangelio. Por lo que pude constatar monseñor sigue vivo en el corazón de los hombres de buena fe del pueblo salvadoreño. Un gran defensor de la dignidad humana, hasta dar su sangre por lo que creía firmemente. Es el Obispo de los pobres y símbolo de la unión de un pueblo en guerras fratricidas.

Su gente sabia y buena es consciente de su bondad y por eso le llaman “San Romero de América.”. Esta misma gente le ha homenajeado con un precioso monumento en la cripta de la catedral donde descansan sus restos. Acuden con devoción a venerarlo como lo que es: un santo. Para nuestro mundo de hoy, Romero es una denuncia, un camino, un testimonio, una invitación al compromiso por el hombre y principalmente y sobre todo por el hombre marginado y excluido. Os confieso que su vida me ha sacudido espiritual y emocionalmente. Oscar Romero fue asesinado por hablar y hablar claro, pero su voz se hace cada más fuerte dentro y fuera de El Salvador. Óscar Romero cambió y se transformó interiormente a partir del asesinato del Padre Rutilio Grande. Ya anteriormente la injusticia y el dolor de su pueblo lo habían removido el alma.

3. Fernando Llort

Visité su Galería-exposición en El Salvador. Me di cuenta nada más entrar que era una galería especial, no al uso. Me encantó. Me hubiera llevado todo. Es un artista polifacético, completo. Muy de su tierra, poniendo siempre muy alto a su amado El Salvador. Se ve que lo lleva en el corazón.

No le conozco personalmente pero por su obra artística intuyo su rica personalidad humana y espiritual. Y ¿por qué me gustó?

Admiro su vibrante colorido armonioso. Su creatividad. Ideas limpias. Emplea mucho el lenguaje del símbolo y la alegoría para acercar el arte más fácilmente al hombre de la calle. Sus figuras están llenos de significados ocultos. Distorsiona la figura pero resultan composiciones equilibradas en su conjunto. A primera vista parece un arte “decorativo”. Nada más lejos de su mensaje, de la técnica y maestría de Fernando.

Me lo imagino, inquieto, enamorado de su vocación, de su tierra y gran luchador por la justicia y el marginado.

Detecto en él una vivencia espiritual interna muy intensa. La semilla de Dios, “El árbol de Dios,” así bautiza sus talleres de arte.

Creo que el arte de Fernando Llort ha enseñado y ayudado a los salvadoreños a mirar con esperanza su futuro y a vivirlo con ilusión a pesar de todo…

Aparentemente tiene un estilo aniñado, un tanto naif, como ingenuo, por lo espontáneo y ecológico pero con un gran mensaje interior de paz, vivencia religiosa, optimismo y alegría por vivir.

Sabe implicar al pueblo, al pueblo sencillo, en su arte. Arte solidario. Arte para todos. Apóstol del arte lo llamaría yo. Enhorabuena Fernando. 

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