31 de diciembre de 2010 CASA GENERAL

Impulso y fecundidad de la misión de la Iglesia

El tercer icono que Balthasar somete a nuestra contemplación, descrito también éste en clave femenina, presenta a María como “Madre de Dios” y “Madre de la Iglesia” y tiene como motivo central la fecundidad de la Iglesia a través de su misión. “Pentecostés muestra el rostro de la Iglesia como una familia reunida con María, avivada por la efusión impetuosa del Espíritu y dispuesta para la misión evangelizadora”1. María unida a los Apóstoles transparenta la vida entera de la Iglesia que irradia a Cristo en el mundo. Toda la Iglesia ve en María lo que ella misma es y lo que está llamada a ser.

Este cuadro nos muestra cómo la Iglesia puede ser al mismo tiempo, como María, la Esposa vuelta hacia su Esposo, y la Virgen Madre abierta a todos. Solo el Espíritu puede explicar cómo la Iglesia puede ser al mismo tiempo María, como la Esposa vuelta hacia su Esposo, y como la Virgen Madre abierta a todos2. Von Balthasar habla del “ministerio” de María como de un ministerio de maternidad virginal y esponsal en la Iglesia.

Esta misión de María se manifiesta  a través de la visión de la mujer del Apocalipsis que grita por los dolores del parto. “La representación que encontramos en Ap 12 de la mujer que grita por los dolores del parto constituye un punto de partida para la reflexión de von Balthasar, en el intento de explicar la continua maternidad de la Iglesia y en la Iglesia, maternidad expresada por el principio mariano”3. Esta figura bíblica hace referencia a María que da a luz a Jesús en Belén y a su papel en el nacimiento del cuerpo místico en el Calvario al pie de la cruz.

En el Concilio de Éfeso (431) se llamó a María Madre de Dios (Theotókos). Es un título que recoge la definición que Lucas ofrece de María como “Madre del Señor” (Lc 11, 43). En este título podemos apreciar el hecho de que la dimensión materna de la fe de María constituye un arquetipo único y altamente significativo. María, al engendrar al Hijo de manera corpóreo-espiritual, se convierte en la madre universal de todos los creyentes. Pablo VI proclamó a María Madre de la Iglesia. “Para gloria de la Virgen y consuelo nuestro, Nos proclamamos a María Santísima Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, así de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa”4. María es prototipo de la Iglesia en virtud de su fe virginal y en virtud de su fecundidad.

Es Cristo y no María, quien, mediante su Pasión, crea la Iglesia. Sin embargo, ella participó como instrumento en esta creación. Su presencia junto a la cruz, su solidaridad en medio del abandono de la cruz muestran la medida en que su entrega es universalizada hasta alzarse a principio universal del seno materno para cada gracia cristiana generadora5.

En el acontecimiento de la muerte de Cristo en la cruz, el Espíritu forjó a la Virgen María en una nueva maternidad, la de su cuerpo místico. A partir de Pentecostés, el Spiritus Creator derramó la maternidad de su receptáculo, María, en la Iglesia. Es el Espíritu el que mantiene a la Iglesia en su exclusiva respuesta mariana y esponsal a Cristo y en su extensión mariana y materna al mundo.

La imagen apocalíptica de la mujer en el desierto

Es preciso poder ver a María en sus hijos auténticos: en ellos las realidades invisibles se hacen visibles. La maternidad de María continúa allí donde también nosotros nos convertimos en “madres” de Cristo.

Se puede ver cómo este principio mariano está operante en la Iglesia, en su maternidad y santidad. Por muchas adversidades que puedan suceder, la Iglesia no es atacada por el dragón en lo que es su núcleo femenino de santidad de vida. Es dentro de este núcleo, escribe von Balthasar, donde la roca de Pedro es salvaguardada y adquiere nueva energía6. María hace suyas las oraciones y las obras de la Iglesia, y esto nos da confianza ante las pruebas.

Bajo el manto de María

Urs von Blathasar utiliza la imagen7 de los místicos alemanes del manto de María para expresar el carácter apostólico y fecundo del amor en la Iglesia. La imagen muestra cómo la Iglesia está reunida bajo un único manto que envuelve a todos sus hijos. El flujo del amor fecundo y apostólico caracteriza al principio mariano, y esto lleva a von Balthasar a escribir que nosotros nos acogemos bajo el manto amplio de María y bajo la capa más pequeña de los santos. Esta capa forma el verdadero tejido de la maternidad de la Iglesia, ya que estamos envueltos y rodeados por un amor de madre. La imagen del manto le resulta estimulante a von Balthasar, ya que expresa a la Iglesia como un mundo que no está cerrado en sí mismo.

El camino de nuestra fe cristiana está caracterizado por un dinamismo trinitario en el cual crecemos día tras día. Nuestra vida cristiana es la participación de una creatura en la vida de la trinidad.

El modelo de este incesantemente y repetido nacimiento de Dios en el corazón del creyente es, según Cirilo, la encarnación singular del Logos naciendo de la Santísima Virgen. Según esto, la santificación del hombre es una imitación del nacimiento de Cristo de María que se continúa sin cesar en el cuerpo místico de Cristo8.

Von Balthasar considera que la nuestra es la época en que se redescubre la posibilidad de dar a luz a Cristo a partir del corazón de la Iglesia Madre.

Hipólito llega a decir que “el Logos nace sin interrupción de modo nuevo en la Iglesia y, por medio de ella, dentro del corazón de los creyentes y fuera”9. Toda la Iglesia “que está con el niño” engendra el cuerpo místico de Cristo en la multiplicidad de sus miembros.

La Palabra, engendrada en el corazón del Padre, es implantada por medio del bautismo en el corazón de los creyentes, que luego, a través del Espíritu y la maternidad de la Iglesia-María, son trabajados y plasmados por el Espíritu del Logos.

La misión mariana de la Iglesia es la de dar a luz el paraíso por medio de la Palabra. La Palabra se deja plasmar y toma forma en la totalidad de la Iglesia como cuerpo-esposa y en sus miembros individuales, los creyentes. Y en Cristo nos encontramos en el seno del Padre. Nos encontramos participando de manera viva en el misterio siempre nuevo de la Navidad10.  El nacimiento de ese hombre paradisíaco es una participación viva en el misterio de la Navidad.

La santificación en el cuerpo místico de Cristo se muestra como una imitación continua del nacimiento de Cristo del seno de María. Estamos comenzando a entrever algo de nuestra participación en la generación del Logos por parte de María.

______________
AMEstaún

Este escrito forma una unidad con los artículos publicados en la Web nos dias 20, 31 mayo, 20 de junio, 17 de noviembre, 26 de noviembre y 10 diciembre 2010


1 Juan Pablo II Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae n. 23

2 Von Balthasar, Spiritus Creator, 98.

3 Para este párrafo, cf. María hoy, 5-16; Teodramática, IV, 439-440.

4 Discurso de Pablo VI al final de la tercera sesión de clausura del Concilio Vaticano II en el que proclamó a María Madre de la Iglesia. BAC, Madrid 1966

5 Von Balthasar , Sponsa Verbi, 205.

6 María hoy, 22; Teodramática, IV, 439-440.

7 “María nella dottrina”, 18; Sponsa Verbi, 219; María hoy, 66-68.

8 Teodramática, V, 454; cf. HUGO RAHNER, Die Gottgeburt: die Lebre der Kirchenväter von der Geburt Christi in den Herzen der Gläubigen, en Zeitschrift für katholische Theologie 59 (1935) 333-418.

9 Antichr., 61.

10 Teodramática, II, 325.

VOLVER

Reviviendo aquellos tiempos...

SIGUIENTE

Provincias de Sídney, Melbourne, New Zealand...