8 de abril de 2009 CASA GENERAL

La santidad, un asunto de familia

Juan Pablo II, refiriéndose a los mártires maristas del siglo XX, dijo que el camino abierto por Marcelino en la humanidad es un camino de santidad en la Iglesia. Y cuando se trata de un fundador, se trata frecuentemente de una santidad familiar. Los primeros hermanos ?ascendían? a la altura de Marcelino: Estanislao, Lorenzo, Luis, Juan Pedro, Juan Bautista, Buenaventura, Antonio, Marie-Nizier? y el joven Gabriel Rivat, que, después de Marcelino, iba a tomar el timón del Instituto. Un santo es como una cordillera con muchos picos; raramente es una montaña sola. La santidad que nace en Marcelino se ha renovado a través de las generaciones de hermanos. En todas las Provincias han existido hermanos ?radiantes? que transparentaban la identidad que el Espíritu nos ha dado: amigos, educadores y anunciadores de Cristo a las jóvenes generaciones, y verdaderos hijos de la Iglesia. Hemos elegido referentes como el Hno. Alfano, y el H. Basilio, a quien hemos conocido y que ha vivido todos nuestros problemas con el entusiasmo de la fe. Pero la santidad marista ha florecido sobre todo en el martirio en Oceanía, China, España, África: más de 200 mártires, 47 de los cuales fueron beatificados el 28 de octubre de 2007. Cuando se les conoce un poco, se les admira: entregaron su vida a Cristo cuando tenían todas las oportunidades de librarse del martirio; hubiera bastado con valorar sus vidas por encima del amor del Señor. Al contrario, en la tempestad organizaron una ?Iglesia de las catacumbas?, garantizando las misas clandestinas, procurando la Eucaristía a los presos o a los hermanos dispersos, el sacramento de la reconciliación en las calles, el apoyo y la fraternidad que ayudan a resistir. El Rosario llenaba sus largas horas en la cárcel.

Hoy, somos nosotros quienes caminamos por la senda de la santidad marista. Marcelino y todos los hermanos que nos precedieron nos dicen: ?Hacerse hermano es comprometerse a ser santo?. Esta santidad marista, que el Espíritu ha hecho brotar en el corazón y la vida de San Marcelino, continúa en la actualidad en todos los hermanos y laicos maristas que son educadores de los jóvenes y testigos de Cristo, para todos aquellos que buscan un sentido en la vida. Todos ellos son como Marcelino en la plaza de San Pedro: ?En sus hombros llevan a los jóvenes, como lo hacen los padres con sus hijos, porque la educación es una cuestión de amor. El propio San Marcelino lo dice. Llevan sobre sus hombros el futuro que escruta horizontes más lejanos?. Un niño que vuelve a sonreír es un milagro. Esto sucede con tanta frecuencia en nuestra familia como encontrar margaritas en primavera. La santidad marista se hace hoy visible en los hermanos que se marchan a las misiones, y no todos son jóvenes.

En los orígenes, los pioneros fueron los padres, hermanos y hermanas que se fueron a Oceanía, y entre ellos, San Pedro Chanel y el H. Marie Nizier. Pero los pioneros recientes son los HH. Etienne Rwesa, Henri Vergès, Chris Mannion, Servando, Miguel Angel, Fernando, Julio … Todos aceptaron el envío para desempeñar misiones arriesgadas, hasta la sangre.

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H. Giovanni Bigotto

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Una inmersión en la santidad de Marcelino...

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