23 de noviembre de 2005 PAKISTáN

La situación exige la intervención seria de los responsables

Hemos recibido este comunicado desde Faisalabad, Pakistán: ?Ha habido un ataque muy grave contra los cristianos a unos 45 kilómetros de aquí. El sábado día 12 de noviembre una turba incontrolada bajó a la comunidad cristiana de Sangla Hill, en la diócesis de Lahore. Afortunadamente no hubo que lamentar pérdidas humanas, pero tres iglesias cristianas (la católica, la del Ejército de Salvación y la presbiteriana) quedaron destruidas. Los hermanos maristas viven en Faisalabad, no lejos del lugar de los hechos, y dirigen allí un instituto técnico de la diócesis.
En la base de todos estos percances está la Ley de la Blasfemia, que permite a todo ciudadano presentar denuncia contra otro por haber blasfemado contra el profeta o profanado el Corán o una mezquita? aunque generalmente el verdadero motivo de la querella venga de cosa distinta. Una vez presentada la querella, casi es seguro que prospera.

Esta vez los cristianos exigen al gobierno que aplique la justicia, y lo están haciendo con mucho mayor insistencia que en cualquier ocasión anterior. Por ejemplo, hemos de recordar que todavía no se ha hecho público el informe de aquella carnicería de Shanti Nagar, en 1997, en la que hubo muertes y la destrucción de dos aldeas cristianas; ninguno ha sido llevado ante la justicia por ello. Hoy (jueves) todas las escuelas e instituciones cristianas del país han cerrado sus puertas, en protesta, y la Comisión católica de Justicia y Paz está organizando una manifestación para el domingo. Los obispos y la Comisión han tenido conversaciones con el Primer Ministro y otros políticos relevantes. Por supuesto, una vez más el Primer Ministro ha prometido abrir una investigación y dar un castigo ?ejemplar? a los culpables.
Es interesante señalar que, a pesar de haber avisado con antelación, la policía no hizo nada por evitar la destrucción o pararla cuando había comenzado. Finalmente vino el ejército y restauró una paz inestable. Decía el editorialista de un periódico: ?Incitar al odio es ya una rutina en Pakistán?. Ésta es, lamentablemente, otra prueba más de esa afirmación.

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