
La vuelta a los orígenes
Y he aquí que, en un instante, han pasado 38 años. Volver, 38 años después al Colegio que nos educó es sentir en nosotros un mundo de emociones. Nos mirábamos estupefactos unos a otros. No podíamos creer: veíamos “cambios” físicos evidentes. También los caminos que hemos recorrido han sido sumamente diversos. Pero había algo que nos unía y que permanecía en nosotros como “valor global” de aquel tiempo en que fuimos alumnos maristas: quedó en nosotros un modo de ser (y de estar) marista. Alguien me dijo: “Vivo en Madeira, acabo de llegar de Venezuela, pero no quiero faltar al encuentro. Tomo ya el avión para Lisboa. Hay algo de marista en mi que quiero compartir con ustedes 38 años después”. Y podría escribir otras frases que eran autenticas confesiones de vida, donde resaltaba siempre el elemento marista. La “vieja casa”, el Colegio Marista de Carcavelos, nos acogió con todo cariño y delicadeza: era el modo de acoger marista que nosotros mismos habíamos aprendido 38 años antes. Los actores (hermanos o legos) no eran más los mismos, pero aquel espíritu marista, hecho de acogida y de simplicidad, era el mismo.
Fue muy bueno volver a vernos en la casa que fue nuestra durante más o menos tiempo, pero donde fue impresa en nosotros una marca que todavía hoy reconocemos. Ese molde nos modeló para el resto de la vida. ¿Y qué es lo que encontramos en esa matriz, en esa madre o en esa educación paterna y materna al mismo tiempo, que, de los adolescentes que éramos, hizo los hombres que somos hoy?
Para responder a esta pregunta necesitaría casi un libro, tantas fueron las emociones y los recuerdos que poblaron nuestra memoria en ese día 28 de mayo de 2011. Pero resumo lo que fue común al testimonio de todos. Nuestros amigos los “cuervos” (¡así llamábamos con cariño y no con desdén a los hermanos por la sotana negra que usaban!) inculcaron en nosotros valores que nos orientaron y espero, seguirán orientándonos por el resto de nuestras vidas. ¿Cuáles son esos valores?
La disciplina y el respeto para consigo mismo y para con los otros; el amor al estudio en particular y al trabajo en general; la simplicidad de vida y la apertura a los otros; la generosidad de corazón y el espíritu de sacrificio; para no hablar de los valores más específicamente religiosos como el sentido de la oración, el amor a la Biblia y la devoción a nuestra Señora. En aquel tiempo no teníamos la peregrinación anual a Fátima que ahora se instituyó en el colegio, pero las referencias marianas en las clases de formación humana y religiosa eran una práctica común en el lenguaje de nuestros amigos “cuervos”. ¡Qué buen trabajo hicieron y qué grandes valores nos transmitieron!
No siempre fue fácil la vida de Internado que llevábamos entonces. Y algunos de nosotros, en aquel tiempo, contestábamos y cuestionábamos lo que nos era transmitido. Hoy, 38 años después, reconocemos que fueron de los mejores tiempos que vivimos. Todos estuvimos de acuerdo en que fuimos privilegiados de poder tener la educación y la formación que recibimos. Los hermanos maristas que nos educaron deben sentir un gran orgullo por habernos formado así. Cómo nosotros sentimos hoy un gran orgullo de haber sido formados y educados por los hermanos Maristas. No me engaño mucho al decir que hemos sabido poner en práctica la educación que nos dieron. Es una alegría y un orgullo poder decir hoy: “Fuimos alumnos Maristas”.
Junto a los principios cristianos y marianos que nos fueron transmitidos, los hermanos siempre nos aconsejaron vivir según los principios humanistas, las prácticas de justicia social, la solidaridad y la generosidad. Todo esto formó en nosotros un equilibrio tal, que no sabemos decir cual o cuales valores fueron los más determinantes.
Podríamos recordar algunos de esos “cuervos”, siempre con cariño y amistad. Son hermanos, pero hoy, ante todo, los sentimos cerca nuestro como amigos que supieron acompañarnos cuando comenzábamos nuestro camino de vida. El hermano Hermínio Carneiro. Es mejor que cite lo que alguien escribió para no engañarme: “el hermano Carneiro fue una de las personas más extraordinarias que conocí. Sólo por el hecho de haberlo conocido, haberlo tratado de cerca, y sobre todo por haber sido su alumno y, hoy, su amigo, ya vale la pena vivir. Carneiro es para mí, una referencia de vida. Muchas veces me conmuevo cuando pienso en él. Cuando sea grande, quiero ser como él… si soy capaz”. Teófilo, aunque de lejos, tampoco nos olvidó. Leímos su mensaje para el encuentro, pero en el fondo era un mensaje para cada uno de nosotros. Quisiera subrayar este pasaje de su carta: “Todos los grupos maristas son una riqueza para el mundo y para la Iglesia. El Secretariado de los laicos en Roma hará todo lo posible para ayudaros y entusiasmaros en la persecución de cualquier ideal marista que queráis poner en practica…”. José António, hoy ex-hermano, que siempre nos cautivó por su alegría; el hermano Tomé, el hombre de la solidaridad; el hermano Torres, el hombre del deporte; el hermano Sergio, siempre discreto, pero presente: ¡qué gran profesor! Y no podía terminar mi reseña sin mencionar al hermano Castro, nuestro supervisor de disciplina y orientador. Ayudado por Teófilo, creo que hizo maravillas. Parecía duro en su modo de educar. En el fondo creo que era una exigencia que, en aquel tiempo, nosotros no captábamos bien. Una exigencia que supo unir la firmeza a la bondad. Dos principios educativos que no deben ser separados. Sigo citando: “Cómo no recordar, de modo especial, al hermano Castro, que por su exigencia, rectitud, imparcialidad y sobretodo su sentido de justicia, imprimió una marca indeleble en nuestra matriz educacional. Esa marca es hoy reconocida y apreciada aún por los que, en aquel tiempo, criticaban y cuestionaban”. Por todo eso ya hemos decidido hacerle una fiesta por ocasión de sus 90 años que va a celebrar muy pronto.
Y con esto he apenas mencionado a nuestros educadores que están todavía vivos. Marcelino Champagnat debe estar orgulloso y contento de ellos y de la obra que inició. Vamos todos a ayudarlo como podemos. Nosotros también somos maristas. Muchas gracias, “viejos” educadores. Por decisión del grupo queremos encontrarnos en esta nuestra “vieja casa” todos los años el último sábado de mayo. Escogemos mayo porque es el mes de nuestra señora.
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João Paulo Pinheiro
Carcavelos, 28 de junio de 2011