26 de diciembre de 2005 SRI LANKA

Los maristas del mundo entero han colaborado con generosidad

En el día de hoy, los medios de todo el mundo difundirán noticias sobre el tsunami que asoló Asia, hace exactamente un año. Habrá muchos informes sobre sus efectos y los progresos que se están haciendo para reconstruir las vidas de la gente afectada.
La familia marista ha demostrado cumplidamente su solidaridad, así que es obligado que hablemos de los esfuerzos que se han llevado a cabo en nuestro entorno para ayudar a aquellos con los que la tragedia se cebó tan cruelmente hace doce meses.
En respuesta al llamamiento que hizo el Hno. Seán, los maristas del mundo entero han colaborado con mucha generosidad para paliar los efectos de la catástrofe. Hemos recibido más de 1 millón de dólares USA, lo cual es una cifra considerable. El dinero ha venido de varias fuentes: colegios y otros campos pastorales, comunidades, agencias internacionales de donantes, y amigos. Tenemos constancia de que nos ha llegado ayuda de gente que es verdaderamente pobre. Todo lo que les falta en recursos económicos, les sobra en grandeza de corazón.

Con estas aportaciones hemos podido dar respuesta a situaciones de necesidad que teníamos cercanas. Los hermanos que estaban en las zonas afectadas proporcionaron socorro inmediato a la gente, en cuanto bajaron las aguas. Pudimos atender las necesidades básicas de la vida diaria.
Una vez que se solucionaron los problemas más inmediatos, vino el momento de estudiar las cosas para una reconstrucción a más largo plazo. Proporcionamos ayuda a la Congregación de las Hermanas, conocidas de los maristas de Sri Lanka, para reconstruir su escuela. También hemos podido atender individualmente a las familias para que vuelvan a reorganizar su modo de vida.
Hemos llevado la esperanza a las familias de la aldea de Payagala, Sri Lanka, reconstruyendo su escuela que quedó completamente destruida. Buscamos un emplazamiento más seguro y allí se inició la obra. Cuando comience el nuevo curso, el mes próximo, tendremos ya cinco aulas preparadas para recibir a los alumnos en su nueva escuela. Cuando las clases estén ya en marcha continuaremos con la construcción de nuevas unidades que van aTamil Nadu – India hacer falta para el curso siguiente. Iremos trabajando gradualmente hasta completar un centro que se adecúe a las necesidades de la localidad.
Cruzando las aguas hasta Tamil Nadu, en India, los hermanos han prestado ayuda a la aldea de Vizhunda Mavadi para que la vida vuelva a su ritmo normal. Allí no se trata tanto de construir, sino de otras cosas menos tangibles pero esenciales: estabilidad, rutina de cada día, seguridad, ánimos, educación, consejo, esperanza. Hace ya tiempo que se puso en marcha un proyecto de apoyo para paliar los efectos humanos del trauma. Está dirigido particularmente a los niños, y en él colaboran expertos profesionales que desarrollan programas educativos y ocupacionales. Quizá sea una labor menos visible que la de una escuela que se está levantando, pero es una acción eficaz y necesaria. Es muy elocuente que los habitantes de aquel lugar ?sobre todo los niños- hayan vuelto a jugar en el mismo mar que hace doce meses lo destruyó todo.

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