Carta a Marcelino

H. Marie Nizier

1836-11-08

H.Marie-Nizier formó parte del primer grupo de misioneros, Padres y Hermanos, enviados a Oceanía. Tenía entonces 20 años de edad. Había hecho su profesión perpetua el 10 de octubre de 1836, esto es, un mes antes de la fecha de esta carta, que fija el inicio de su viaje para las misiones. Llegó al puerto de Le Hâvre el 25 de octubre y tuvo que esperar dos meses para que las condiciones climáticas fuesen favorables para que poder zarpar. Esto último aconteció, por fin, el 24 de diciembre de 1836. El viaje fue largo; Se llevó prácticamente un año hasta la isla de Futuna. Ahí, el H.Marie-Nizier desembarcó con el P.Chanel en noviembre de 1837. Este primer grupo de misioneros de la Sociedad de María estuvo compuesto de ocho elementos: D. Pompallier, P.Bataillon, P.Chanel, P.Bret, P.Servant, H.Marie-Nizier, H.Michel e H.Joseph-Xavier. (Cfr. H.Ivo Strobino, nota introductoria al texto, ?Cartas Passivas?)

Jesús, María, José.

El Havre, a 8 de noviembre de 1836.

Muy Reverendo Padre:

Hubiera deseado escribirle desde París, pero me fue imposible, pues la estancia ahí fue demasiado breve. Después de haber partido del Hermitage, nos quedamos en Lyon hasta el domingo siguiente. Aproveché para ir a St.Laurent-dAgny, para que el Sr. Alcalde me certificara el consentimiento que me dio mi padre y me hiciera, a la vez, una solicitud para que el Sr. Prefecto me concediera pasaporte para Oceanía. El sábado asistí a una ceremonia que tuvo lugar en N.S. de Fourvière; colgaron un precioso corazón bermejo a la estatua de la Sma. Virgen; el más bello de los que han sido ofrendados. Sobre él se podía leer: Misioneros de la Polinesia. Adentro iba una tira de papel con los nombres de los que partíamos para la Polinesia. Esto mismo se repetirá con los que posteriormente sean enviados a allá. Seguramente que la Sma. Virgen deseará que su corazón se vaya llenando con el nombre de sus hijos; son cientos de ellos los que cabrían en dicho corazón.

El domingo salimos a las 7 a.m. a París. Fuimos muy bien recibidos por el Padre superior del Seminario de Misiones Extranjeras. Tenemos que felicitarnos de la buena acogida que los misioneros nos brindaron.

El 25 de octubre el P. Chanel y el P. Bataillon salieron para el Havre con el fin de comprar provisiones; yo los acompañé. El Sr. Obispo llegará el 10 de noviembre con los demás misioneros, Padres y Hermanos. Entre el 12 y 15 de noviembre nos embarcaremos, si el tiempo es favorable. El viaje se ha ido aplazando por falta de tiempo propicio y porque no llegaban algunas mercancías encargadas por el Capitán de la nave. Mientras tanto nos alojamos en la casa de una viuda que se complace en hospedar a misioneros que parten al extranjero. No acepta ningún tipo de agradecimiento, pues lo hace sólo por agradar a Dios. No somos los primeros beneficiados, pues ya lleva 16 años en esa actividad apostólica y misionera. Entre los pasajeros se encuentran algunos miembros de la Orden de Picpus, unos irán a Oceanía oriental. Tal vez alguno se quede en Valparaiso, pues ahí tienen casa.

Hemos visitado los diversos muelles de la Ciudad de El Havre. Los buques más hermosos que hemos visto son los americanos. Yo estuve estudiando particularmente la estructura del barco que nos llevará hasta Valparaíso. Ciertamente no es de los más grandes, pero es limpio y bonito; le llaman Buen velero. Todo es nuevo para mí: los tres grandes mástiles que se elevan a gran altura, las escaleras de cuerda me han llamado poderosamente la atención. En el interior, alrededor de una sala bastante amplia (donde está el comedor) se encuentran los camarotes. Miden aproximadamente 5 pies de largo por 2½ de ancho. Cada uno es para dos personas. En un costado están dos camas dispuestas en estantería y sujetas al casco del buque. En el camarote, por debajo de la altura de la cabeza, se abre una ventana de medio pie de largo y dos pulgadas de ancho. Todo estas cosas me han llamado mucho la atención.

Hacemos intentos de calcular con la vista el inmenso espacio que nos separa de nuestros buenos salvajes. Pero a poca distancia de nosotros nos parece como si el cielo se juntara con el mar. Esto nos impide ver el país que tanto anhelamos pisar para impartir el conocimiento del verdadero Dios.

Bendigo al Señor que se ha dignado satisfacer mis deseos escogiéndome entre los Hermanos para acompañar a estos misioneros maristas tan llenos de celo apostólico que quieren llevar la luz del Evangelio a los salvajes. Y a Ud., mi querido Padre, no me es posible expresarle los sentimientos de agradecimiento que embargan mi corazón por haber secundado en mi los designios de Dios.

Reciba, mi querido Padre, la certeza de mi afecto, y mi sincero agradecimiento.

H.MARIE NIZIER

Edición: CEPAM

fonte: Cahier 48L. 01

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