Carta a Marcelino

H. Louis-Marie

1836-12-29

Además de ser Superior del seminario menor, el P.Douillet era responsable de la escuela primaria de la Côte Saint-André, que estaba confiada a los Hermanos desde 1831. El P.Douillet siempre quiso abrir una Escuela Normal en la región, un noviciado, habiendo insistido sobre eso varias veces ante el P.Champagnat. Las Escuelas Normales eran aprobadas e inspeccionadas por la Academia regional. No se sabe exactamente por qué razón el P.Douillet tuvo dificultades con la Academia de Grenoble y necesitó salvaguardar la pose de sus bienes inmuebles. En una ocasión recurrió a los Hermanos, pidiendo al H.Louis-Marie, director de la escuela, para que, en nombre del P.Champagnat, firmase un contrato por el cual el Instituto asumía sus bienes; pero sería un contrato ficticio, pues habría una contra-declaración garantizando al P.Douillet la continuidad de la posesión de tales bienes. El H.Louis-Marie, lleno de perplejidad, consultó a varias personas y acabó escribiendo esta larga carta al P.Champagnat. Es del parecer que el Fundador debe aprovechar la ocasión para forzar al P.Douillet a solucionar el caso de la Srita. Marthe, su ama de llaves, que se inmiscuía en las cosas de la comunidad; y también el caso del joven Philippe, que el P.Douillet había colocado como cocinero de la comunidad, a pesar de que lo había anunciado como candidato al noviciado. Todo esto molestaba a la comunidad de Hermanos, como se echa de ver en la correspondencia del Fundador. (Cfr. PS 38). . (Cfr. H.Ivo Strobino, nota introductoria al texto, ?Cartas Passivas?)

V.J.M.J.

La Côte-St.André, a 29 de diciembre de 1836.

Reverendo Padre:

Me encuentro en la más desoladora perplejidad que juzgo pueda ocurrirme. El P. Douillet pretende que redacte y firme, como simple formalismo, el contrato de arrendamiento que Ud. ya conoce, añadiendo una contradeclaración que lo volvería nulo. Es necesario que todo estuviese hecho esta misma tarde ya que debe ser presentado al Consejo del comité cantonal de instrucción. Contamos de manera particular con el Sr. Cura, que forma parte de dicho Consejo, para lograr un fallo favorable; grande es nuestro temor si no estuviera él ahí presente. A todo esto, el Sr. Cura se va mañana, no definitivamente, pero sí por varios días, tal vez 8, o hasta 15. Si nuestros documentos ya estuviesen redactados, atrasaría su viaje por una día, convocaría esta misma tarde a los miembros del Consejo, y mañana se podría tener la reunión. Parezco ser yo el único obstáculo para el arreglo de esta cuestión. El Párroco desea que yo me decida a dar trámite al asunto. El P. Douillet me atormenta apremiándome. El Sr. Alcalde y la gente en general, que ignoran nuestra verdadera situación en relación con el P. Douillet, se extrañan de nuestra tardanza en la materia. Ellos no ven en el contrato de arrendamiento sino sólo una formalidad, carente de toda consecuencia. Por dos veces ya me había decidido a firmar, tanto el contrato como la contradeclaración. Me acabo de entrevistar con el Rector del Seminario; me ha dicho que me lance al asunto. Le respondí: Señor, Ud. ve mi problema; haré lo que me aconseje ya sin pensarlo más. Me contestó: Pues bien, escriba y apremie la respuesta. Le indiqué que en 6 días podría yo obtener una contestación. Espero que Ud. será tan amable de responderme dentro de ese lapso de tiempo.

El P. Douillet me indica: No podré arreglar mis asuntos sin la presencia del P. Champagnat; y no puedo hacerlo tan pronto. Sin embargo, me da a entender que esta situación no durará por mucho tiempo, que su postura le resulta molesta, que él ve que hace sufrir, y que, aunque no fuese sino por amor propio, pronto se cansará de estar siempre como pájaro encaramado en un árbol. Me da a entender que realizará un viaje al Hermitage para arreglar esta cuestión. Le he dicho: Prométame redactar un contrato general, de aquí a tres meses, que no exceda los 700 francos. Me contestó que esa promesa equivaldría a un contrato y que por eso no podría hacerla sino a Ud. personalmente; que reclamaría la firma de Usted.

El P. Douillet me objeta que con arreglos parciales me expongo a derrumbar el establecimiento entero; que pretendo salvar las ramas mientras permito se corte el tronco; que todo no obedece en mí sino a escrúpulos; que si Ud. estuviese aquí no vacilaría para nada; que la Academia puede atacarnos de un momento a otro; que el escribirle a Ud. lo demora todo por lo menos de quince días; que por carta es imposible aclarar bien las cosas, y que, en consecuencia, la respuesta podría, muy inoportunamente, dejarnos en el conflicto, sin resolver nada. Le he respondido: Mire lo que esta mañana dije al Párroco: Sr. Cura, creo que por delicadeza el P. Champagnat accedería a tranzar en este asunto con el P. Douillet, aunque también podría suceder que, viendo que el P. Douillet se mantiene en sus ideas acerca del cocinero y de Martha, de la ropa y del arreglo definitivo, y que en todo ello nos tiene como colgados en el aire, (el P. Champagnat) podría muy bien decir: Ya que el P. Douillet no quiere arreglar nada, qué objeto tiene seguir cediendo una y otra vez? El P. Douillet no acepta ni siquiera prometer que hará un contrato en un lapso de tres meses. De modo que, todo bien sopesado, quedo incierto sobre el parecer de mi Superior al respecto; por ello, no me siento capaz de decidir sobre el tema. Todo esto lo he repetido al P. Douillet, quien me respondió luego: Es inútil que Ud. escriba; no lo autorizarán. Y me hizo entonces la comparación de las ramas y el tronco. Me dijo, además: En definitiva, y poniendo las cosas en claro, Ud. pretende forzarme con este método. Es inútil, yo no puedo de repente aceptar una disposición general. Ud. se expone neciamente a trastornar el establecimiento. Estas palabras me impresionaron hondamente. Una vez más quedé perplejo. Me han dado las cinco de la tarde escribiendo esta carta sin haber tomado ninguna decisión. El P. Contamin, Rector de Seminario, me ha dicho: El Sr. Cura ya no es el párroco de aquí. En el nuevo Ordo su parroquia aparece vacante. Se le ha nombrado Vicario General. Dudo que en tales circunstancias tenga aún voto deliberativo en el Comité. Por esto acordamos los dos informar a Ud. sobre todo este asunto.

Siento que me he hecho un embrollo con todo este conjunto de dificultades, respuestas, decisiones y dudas.. Sin embargo, me parece finalmente que sería prudente autorizarme a aceptar el contrato de arrendamiento, aunque sea pura fórmula. El público, quiero decir los padres del Seminario, los de la Curia, y otros, nos tacharían de poco honestos si nos deshiciéramos del P. Douillet de esta forma. Me inclino también a pensar que es perder el tiempo intentar sorprenderlo mediante este método. Creo, asimismo, que el P. Douillet no dejará transcurrir el año, ni siquiera la Pascua, sin darle solución. Sobrellevándolo un poco hará que se muestre más condescendiente. Por otra parte, opino que es preciso, o no atenerse a su palabra, o contar con que no permanecerá mucho tiempo en la falsa postura en que se ha colocado.

Mucho se queja del asunto de Felipe, alegando que no se le advirtió sobre el caso; está esperando de Ud. una nueva respuesta. Sírvase manifestarle su voluntad de una manera clara, aunque lo más delicada que sea posible y con las explicaciones necesarias. Por mi parte yo le dije un día: Pero, Padre, aun cuando tuviese Ud. sobre los novicios los derechos que pretende tener, no debería Ud. hacerlos extensivos al cocinero de los Hermanos. Pues, ¿qué haríamos si el Superior no pudiese cambiarlo? Supóngase un cocinero como Felipe que no acepte ajustarse a nuestras reglas relativas a la comida, y que pretenda comportarse según sus caprichos. ¿Cómo pondríamos remedio a tal situación? ¿No es evidente que si un novicio es recibido para ocuparse de la cocina, por el mismo hecho cae bajo la autoridad del Superior, y debe ser considerado miembro de la Sociedad? A esto no supo qué responderme. Sin embargo, añadió: de todas maneras, elementales conveniencias pedían que se me hubiese advertido. Yo creo que de no haber sido por el frío intenso y el problema de la Academia -tan urgente-, ya habría ido al Hermitage. Ese viaje sería muy útil y oportuno para lograr o encaminar muchas soluciones.

Me parece que Ud. podría decirle que me autoriza a firmar el contrato de renta con tal de que el asunto de Martha y Felipe queden arreglados como Ud. lo quiere, o bien que personalmente vaya al Hermitage a presentar sus puntos de vista para llegar a una solución para mayor gloria de Dios.

Resumo mi carta porque la encuentro algo embrollada, pues tengo la cabeza llena de muchas preocupaciones:

1º El P. Douillet desea un contrato de renta con una contra declaración que lo volvería nulo.

2º No quiere arreglar nada definitivo sino con Ud.

3º La Academia apremia mucho, pues que en cualquier momento podemos ser víctimas de una denuncia y ver clausurada nuestra escuela.

4º El P. Douillet, aunque rehúsa la promesa de contrato de arrendamiento, verbalmente me afirma que las cosas se arreglarán pronto.

5º El se da cuenta de lo enojoso que su postura tiene para nosotros y de lo falsa que resulta para él.

6º La ropa se encuentra aún bajo el poder de la Martha, pero ya no he insistido en este asunto desde mi regreso.

7º En cuanto a Felipe, está esperando el resultado de sus reclamaciones, que pidió al H.Juan Luis le presentara a Ud.

8º El derecho de tener internos lo conservo siempre, y lo conservaré, pienso yo, de forma que trabajemos para nosotros más que para él, aun en caso de tener que llegar a una solución enojosa.

9º Pienso que esto será una razón de más que inclinará al P. Douillet a dejarnos la obra.

He visto al Señor Cura. Le he informado de todo. El todo lo anotó. Hablará de ello con Monseñor. Está de nuestra parte en ciertos puntos. En otros se abstiene de pronunciarse por miramientos hacia el P. Douillet; pero me he percatado de que es consciente de cuánto el estado actual de las cosas resulta molesto para nosotros. Por el momento no dispongo de tiempo para informarle más extensamente sobre esta serie de problemas.

De Usted, afectísimo y respetuoso hijo,

H.LUIS MARIA.

P.S. Por favor respóndame cuanto antes o envíe a alguien que todo lo vea y juzgue. Todo bien considerado, mi opinión es aceptar el contrato de arrendamiento.

Edición: CEPAM

fonte: AFM 121.5

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