Carta a Marcelino

H. Louis-Marie

1837-02-11

Cuando el H.Louis-Marie supo que el Fundador resolvió enviar en visita al H.Jean-Baptiste para apreciar la cuestión, el H.Louis-Marie escribió esta nueva carta al P.Champagnat, relatando los sentimientos del P.Douillet. Comparada con las demás cartas, aquí se percibe un tono más blandengue en la evaluación que hace del problema. El P.Douillet había venido a albergarse con los Hermanos, pretendiendo ser acogido como capellán y administrador general de la escuela. Pero los Hermanos quieren que regrese a vivir en el seminario y, sobretodo, que resuelva el problema de la señorita Marthe, su ama de llaves, a veces llamada ?Hermana? (Carta 70), que controlaba la despensa de la casa, mortificando a los Hermanos y obligando al H.Louis-Marie a mantener cierta cuantía de dinero a escondidas, para poder subvenir a las necesidades alimentarias de la comunidad. (Cfr. H.Ivo Strobino, nota introductoria al texto, ?Cartas Passivas?)

V.J.M.J.

La Côte-St.André, a 11 de febrero de 1837.

Mi muy Reverendo Padre:

He participado al P. Douillet la visita del H. Juan Bautista, haciéndole saber que Ud. no había juzgado necesario hacer personalmente este viaje de inmediato. He dicho al Sr. Director que sin duda alguna Ud. esperaba una carta de él, que Ud. de searía conocer con cierta anticipación cuál sería el arreglo del asunto, y que sin duda éste era el objetivo de hacer preceder su visita por la del H. Juan Bautista. Me respondió que en efecto, él había dicho positivamente en presencia del Sr. Párroco que yo le escribiese sobre la conveniencia de ir él primero al Hermitage; que recibiría con agrado al H. Juan Bautista, a quien estima y quiere, pero con el cual, sin embargo, no podrá resolver este tipo de asuntos.Me pidió preguntase a Ud. si podría darme a conocer las disposiciones que le animan. Si sería posible, alejando a la Hermana, permanecer él en la situación en que se encontraba, que no le es posible volverse atrás, dado que Ud. mismo le solicitó durante tres años que viniese a vivir con nosotros, y que las cosas están ya muy avanzadas; finalmente se defiende diciendo que si al menos Ud. me hubiese dicho que su retiro era una condición sine qua non . Yo le respondí que Ud. no se había retractado en nada respecto a las disposiciones manifestadas anteriormente, pero que ingnoraba lo que pudiese desprenderse de nuevas y más amplias explicaciones. Aun añadió: Me parece que el bien se hace en la forma en que actuamos. Ud. ve que los novicios se presentan, la obra marcha y yo me comprometeré a obrar conforme a la Regla. En cuanto a un compromiso definitivo (los votos, sin duda) eso podrá suceder si Uds. en el Hermitage se mantienen en este proyecto. Yo añadí: Pero nuestra Regla no se guardará, puesto que tendremos como Superior a alguien que no pertenece a la Sociedad. Me respondió: Yo no seré precisamente el superior; el H. Director será el encargado de velar por la observancia de la Regla entre los Hermanos y por la buena marcha de las clases; en cuanto a mí yo fungiré como capellán y encargado de lo temporal.

Enseguida le dije: Padre, últimamente me he imaginado, después de escuchar ciertos rumores, que Ud. piensa romper con nosotros. Me replicó que no había nada de eso, que sus sentimientos respecto a nosotros no habían cambiado, que este asunto sólo con Ud. podía ser tratado, que si Ud. pusiese como condición esencial su separación, sería preciso en ese caso buscar otra solución y que si finalmente precisase una ruptura, ésta sería hecha con suavidad, que él no dejaría de escribirnos, etc… El no ha consumado esta suave ruptura.

Le he dicho que de mi parte lamentaría que no pudiésemos unirnos; que siendo éste el único establecimiento en que he trabajado, lo estimo en gran manera, y que con enorme pena vería su disolución.También yo lo estimo mucho, me dijo, y espero que nunca acontecerá nada del género.

En definitiva, creo que mi última carta queda sin mucho fundamento. Las diversas charlas del P. Douillet con los jóvenes de que le he hablado a Ud. no persiguen el fin que yo suponía. El joven que se encuentra en casa y al cual el P. Douillet había prometido una clase no ha resuelto nada al respecto. Al menos parece poco apto para tal cometido y en ninguna forma se prepara que desempeñelo; en ninguno de mis intercambios con el P. Douillet me ha dicho algo que pudiera dar a entender que nosotros debamos separarnos, sino más bien todo lo contrario. Hace ya 10 días que el Padre está enfermo y se mantiene recluido en su aposento. Me dice que si no fuese por su enfermedad muy probablemente ya hubiera ido al Hermitage, de tal manera que pienso que apenas se restablezca emprenderá tal viaje. Los Padres del Seminario dicen que es el cambio de alimentación y su estancia en nuestra casa lo que lo ha enfermado. (Yo así lo pienso, y mucho más de lo que lo digo) pero me sentiría feliz si alguien pudiese decírselo y que él se persuadiera de ello…Los Padres piensan que volverá al Seminario.

Creo que la visita del H. Juan Bautista no será inútil. Verá las cosas de más cerca y en detalle. Sondeará mejor el terreno.

La Martha nos molesta de continuo, pero no será ella el mayor obstáculo si logramos sobreponernos a los que presenta el P. Douillet. Mucho pacientamos para no irritar más las heridas infligidas. Tengo aproximadamente 300 francos. El P. Douillet me ha dicho: Y para el trigo, ¿no habrá nada? He pensado responderle como último argumento: La Martha lo retiene todo; es preciso que nos reservemos algo para comprar lo que necesitamos, pues a cada rato sufrimos sus negativas o sus molestos altercados.

Espero que Dios intervendrá en nuestros problemas y que todo se solucionará para su gloria. Tiemblo de pensar si, a causa de mi precipitación en diversas circunstancias y mis impaciencias ante las dificultades, no me convertiré yo en el autor de un serio trastorno para este establecimiento. Le ruego encarecidamente se sirva, por sus oraciones y su prudencia, reparar mis muchas fallas de este año y de los anteriores. Nuestras clases van bien. La paz reina entre nosotros, a pesar de todo. Al menos a veces estamos contentos. No visito con suficiente frecuencia las escuelas cristianas; lejos están del número de los años anteriores.

Su muy obediente y afectísimo hijo,

H. LUIS MARIA.

Edición: CEPAM

fonte: AFM 121.06

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