Carta a Marcelino

H. Pablo

1837-12-14

La escuela de Genas funcionó en casa cedida por la Sra. Ranvier en los dos primeros años, esto es, 1835 1836; después se transfirió a una casa ad hoc, construida por la municipalidad. Como hubo atraso en la conclusión de las obras, los Hermanos aguardaban en l?Hermitage el momento de regresar. A medias del mes de noviembre de 1837 el Sr.Quantin, Alcalde, escribió al P.Champagnat para comunicar que ya tenían condiciones de acoger a los Hermanos. La nueva escuela reabrió en diciembre de aquel año, con el H.Paul al frente de la comunidad. En el entretanto, aconteció un cambio de actitudes del Alcalde y del Consejo Municipal con relación a la escuela. Es de eso que habla el H.Paul en esta carta, lamentándose de la mala gana del Alcalde y de la carencia de muebles escolares. Por otro lado, respecto al P.Préher, sus comentarios son positivos, recordando la bella ceremonia religiosa en la inauguración del nuevo edificio. (Cfr. H.Ivo Strobino, nota introductoria al texto, ?Cartas Passivas?)

Genas, a 14 de diciembre de 1837.

Reverendo Padre:

Lo que yo había previsto en torno a la escuela de Genas ha acontecido. Varias veces en la Casa Madre le había yo sugerido la necesidad de su venida a Genas para que se diera cuenta del porvenir que aquí esperaba a los Hermanos y de mis bien fundadas dudas de que nuestra presencia les fuera grata. Ud. pensaba que todo iba bien, pero en Genas se está actuando de manera muy diferente.

Para empezar, a nuestra llegada el señor Alcalde nos ha acribillado de vituperios y su fisonomía mostraba bien a las claras que nuestra presencia le era poco grata. Con tono amenazador me dijo que si las cosas no marchaban mejor este año que el anterior, pensaría en otra fórmula. Desde entonces, no ha cesado en su persecución solapada. Ante todo, no nos proporciona los útiles que necesitamos, rehusando en la práctica lo que promete con palabras. Carecemos de muchas cosas. El H. Clemente le ha pedido la cátedra, ya fabricada; el Alcalde le ha contestado que él no había encargado ninguna y que el que la encargó tendría seguramente intención de pagarla, agregando que ya le había dicho al carpintero que no le hablara más del asunto. Por otro lado, le ha dicho al Hermano que estaría dispuesto a mandar hacer dos cátedras pero que, por el momento, carecía de dinero. Actualmente no sabemos dónde colocar los libros y útiles escolares sino es sobre la silla y sentarnos encima. Como puede juzgar, estimado Padre, no podemos prescindir de las cátedras, aunque sólo sean para colocar nuestras cosas, en lo que Ud. seguramente estará de acuerdo. Envíenos, por favor, lo necesario para pagarlas o permítanos tomarlo de nuestro sueldo, o en definitiva, acordar que dejemos Genas. Mi opinión es que éste es el proceder más adecuado, ya que no serán las cátedras que consolidarán una escuela cuyos cimientos descansan en arena. Por lo cual, amado Padre, es de suma importancia que Ud. venga o envíe a alguien de la Casa Madre para que decida lo que más convenga. Si el municipio o su Consejo rechazan nuestra escuela, según parece, es porque no han obtenido las ganancias que esperaban conseguir de nuestros sudores; despechados por ello, nos rechazan, sin importarles la religión un comino.

Por tanto, amado Padre, no agrego más sobre el asunto: la carta se alargaría demasiado. De corazón le ruego se sirva venir o enviar a alguien lo más pronto posible. En cambio, puedo decirle que el Señor Cura nos ha recibido con las mejores muestras de alegría y satisfacción. Transcurridos quince días de nuestra llegada, el 10 de diciembre, invitó a varios sacerdotes de las parroquias vecinas para la celebración de una misa solemne en honor del Espíritu Santo; durante ella, ha pronunciado un sermón muy propio para conmover los corazones. Después de la santa Misa nos hemos encaminado procesionalmente hacia la casa común para la bendición de las clases; terminada ésta, ha dirigido todavía un bello discurso a los numerosos padres y madres presentes. Como complemento de todo, el Señor Cura ha prometido tomar las providencias necesarias para solucionar nuestra situación, agregando, sin embargo, que para ello tenía necesidad de sus consejos, ya que mejor que nadie Ud. conoce el problema. Después de ello, y tomadas todas las medidas convenientes, me parece que la escuela marchará bien y que la tempestad será calmada. Para ello, amado Padre, tenemos gran necesidad de sus oraciones y de las de todos los Hermanos de esa Casa. Es lo que esperamos los que nos honramos en ser sus adictos hijos en Jesús y María.

H. PABLO.

Edición: CEPAM

fonte: AFM 121.8

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