Carta de Marcelino – 180

Marcellin Champagnat

1838-03-16

Jean-Barthélemy Champagnat, nacido el 19 de marzo de 1777, era el segundo hijo de la familia Champagnat-Chirat. El 29 de octubre de 1811, se casa con Marie Clermondon, hija de Jean-Jacques, de Saint-Genest-Malifaux. De sus seis hijos, los dos últimos, Jean-Baptiste y François-Régis llegaron a ser Hermanos Maristas: el primero, el 13 de julio de 1834, con el nombre de Hno. Théodoret y el segundo, el 2 de febrero de 1839, con el nombre de Hno. Régis. Su padre, heredero de la casa paterna, murió el 20 de enero de 1838 durante la estancia del Padre Champagnat en París. La noticia no le debió llegar hasta mitad de febrero. No juzgó, pues, necesario escribir enseguida a su cuñada, ya que estaba absorbido por sus ocupaciones, dando siempre prioridad a los asuntos de la congregación sobre cualquier preocupación personal. Por otra parte, una muerte natural, que en aquella época podía sobrevenir a cualquier edad, no ofrecía las connotaciones que le damos hoy. En principio, no se puede achacar este retraso a la indiferencia o a dureza de corazón, sino que se debe explicar por un cierto fatalismo, por el comportamiento de la gente del campo de entonces que guardaban secretos los sentimientos profundos en vez de compartirlos.

París, 16 de marzo de 1838, Misiones Extranjeras, Rue du Bac, n.° 120.

Querida cuñada:

Siento mucho no haber podido ir junto a mi pobre hermano durante su enfermedad. No la creía mortal. Me habían dicho que iba mejor. Me dieron esta noticia en París hace sólo algunos días. He ofrecido y hecho ofrecer misas por él. No tengo la menor duda de que Dios lo ha acogido en su misericordia y ha recibido su alma en la verdadera paz.
¡Qué corta es esta vida!, ¡qué poca cosa es y cuántas miserias la acompañan! Me parece que era ayer, cuando estábamos juntos en la casa en la que usted vive y en la que vivirá todavía, si el Señor lo quiere. De los trece o catorce que éramos , sólo quedo yo. ¡Dios mío!, qué desgraciado es el hombre que no vive de acuerdo con Vos; ¡qué ciego el que se apega a un bien que deja, para no verlo más! Sigamos lo que nos dice San Pablo: usemos según Dios lo que Dios nos ha dado, sin apegarnos a ello. No deseemos ser ricos, agradezcamos a Dios cuanto nos ha dado. ¡Ay!, ¿qué tienen los ricos más que nosotros?, más pesar al dejar esta vida. Mi querida cuñada, el que usted llora, y que yo mismo lloro, si no le ha dejado grandes bienes, le ha dejado a usted y a sus hijos el ejemplo de una vida muy cristiana y éste es el mejor recuerdo que puedo guardar de mi hermano.
No subo nunca al altar sin pensar en él. ¿Tardaremos mucho en seguirle a la tumba? El momento está señalado, usted no Io sabe, yo también lo ignoro y no importa que no lo sepamos. Preparémoslo con una vida para Dios y sólo para Dios. ¡Que nuestras enfermedades y miserias nos sirvan para hacernos más agradables a Dios!
Podemos decir con toda verdad que nuestra felicidad está en nuestras manos, ya que, bien utilizado, todo puede servir para procurárnosla: las riquezas, la salud, la pobreza, las enfermedades y las penas.
En cuanto regrese de París, iré a verlos. Mientras tanto, diga a toda la familia cuán unido estoy. Diga a Margot que me alegraré mucho de conocerlo, que estoy muy contento de que sea el apoyo de su vejez, y a los dos sobrinos que los recibiré en l?Hermitage en cuanto quieran ir .
Les deseo a todos, no riquezas, sino una buena conciencia y un ardiente amor a Dios. Que Jesús y María sean su único todo. Recen por mí y por el buen resultado de mi empresa.
Estoy en París desde hace más de dos meses y sólo pensaba estar un mes. Los trámites no se han terminado y es posible que aún esté aquí por las fiestas de Pascua. Con la ayuda de Dios, espero conseguir mis objetivos. Estoy muy bien, se me hace largo, pero, si Dios lo quisiera, me quedaría el resto de mis días. En París, el frío se ha hecho notar, pero no ha nevado. Se ha llegado a vender a 15 céntimos el cubo de agua. Varias personas han muerto de frío.
A Dios, mis queridos parientes. Tengo el honor de ser suyo con el mayor afecto,

Champagnat, Sup. Hnos. Maristas.

Edición: Crónicas Maristas V - Cartas del P. Champagnat - 1985 - Edelvives

fonte: Según el envío autógrafo, AFM, 113-12, publicado en AA, pp. 236-237.

VOLVER

Carta de Marcelino - 178...

SIGUIENTE

Carta de Marcelino - 186...