Carta de Marcelino – 309

Marcellin Champagnat

1839-12-27

En la introducción a la carta Nº 229 ya relatamos las circunstancias en las que el Sr. Párroco de Roches había obtenido Hermanos para su escuela. En Navidad de 1838, la escuela seguía sin abrir, pues escribe al Padre Champagnat: «Hay ahora una razón muy especial para que los Hermanos abran la escuela el lunes próximo, 31 de diciembre. El Sr. Subprefecto ha hecho cuanto ha podido para aplazar, por dos veces, la decisión sobre a qué escuela se autorizará a tener internado. Al no estar en Roches, los Hermanos no podían ser autorizados. El Consejo se reúne el 2 de enero: me ha dicho que esta vez, si la escuela no hubiera comenzado, se vería obligado a autorizar a uno de los Maestros. El Consejo opina que no debe haber en Roches varios internados... Según lo expuesto, ya ve que es importante que los Hermanos lleguen a Roches el sábado próximo, día 29 de los corrientes, para que el domingo se pueda inscribir a los niños, el lunes empezar las clases y el dos de enero presentar los documentos demostrando su existencia y condiciones...». (AFM, 129.61.) Parece ser que esta propuesta fue aceptada y seguida, pues el Hno. Avit, en los Annales de dicha escuela (214.45, p. 6) anota que «la escuela de Roches, que es la número 42, fue, pues, abierta al final de 1838». Sin embargo, el tema del internado parece seguir envuelto en una cierta ambigüedad, según la carta del Sr. Párroco, 1 de febrero de 1839: «Tengo el honor de anunciarle que el Comité superior ha aceptado este mes las peticiones de autorización presentadas por las tres escuelas de Roches para tener internos, y que el Sr. Prefecto me ha dicho que, probablemente, serán autorizadas las tres. Estas autorizaciones van a volver especialmente fuerte la competencia ya existente contra nuestra escuela, sobre todo por el hecho de que los Hermanos no podrán aceptar internos. Como usted sabe, el segundo piso aún no está preparado para dormitorio. Me resulta imposible hacer este nuevo gasto si la escuela no recibe nada de los internos, ni siquiera los meses de clase. Para que podamos responder de las reparaciones necesarias a un internado, sería necesario recibir un franco mensual por cada alumno, independientemente del mes de clase; el resto quedaría para los Hermanos, que fijarán el precio de la pensión como crean más conveniente. Tenga la bondad de estudiar esta cuestión y responderme si ve la cosa posible...». Es seguro que el Padre Champagnat no esperó a diciembre para responder, y la presente carta no hace sino subrayar las consecuencias de este deseo del Sr. Párroco de instalar un internado en su escuela, o sea, el problema de recoger dinero para preparar la casa con este fin. Es verosímil que esta carta no haya sido redactada personalmente por el Padre Champagnat, sino que sea obra de algún Hermano al que dio las ideas principales para su redacción.

Sr. Párroco:

Me sorprenden mucho las pequeñas dificultades que me comunican los Hermanos a propósito de su escuela. Creo que, después de todas las dificultades que ha tenido que pasar para fundarla, estará usted tan interesado como nosotros en mantenerla y hacerla progresar. Pero aceptará también que para lograr ese objetivo es necesario que los Hermanos puedan vivir en Roches, proveer a su mantenimiento y, como todos los demás maestros, preparar algo para su vejez. El año pasado, sin embargo, muy lejos de poder obtener dicho resultado, la realidad es que se les deben aún 150 fr. sobre lo que es estrictamente obligatorio entregar a la casa-madre. No he dejado de hacer observar a los Hermanos que, tal vez, han hecho demasiados gastos. Me han respondido que se han atenido a la regla, que el huerto no produce nada y así se ven obligados a recurrir continuamente a las tiendas donde es todo muy caro.
Sr. Párroco, en estas condiciones, es usted demasiado razonable y generoso para ponernos dificultades en unos ingresos que no se nos discuten en ninguna parte y que sólo pueden ser un pequeño suplemento para el corto salario que exigimos. No recuerdo en absoluto, Sr. Párroco, haberle dicho que los niños de los municipios vecinos estarían en las mismas condiciones que los de Roches y que sus retribuciones serían para usted. Me cuesta muchísimo aceptar que le hice esta concesión, cuando en todos los demás lugares seguimos la costumbre contraria. El Hno. Visitador le explicó la mayoría de nuestras razones, pero la más importante de todas, la que queda al margen de cualquier arreglo y de cualquier contrato, es que, en todo caso, es necesario que los Hermanos puedan vivir, lo que no parece posible con el riguroso salario de 1.200 fr. para tres Hermanos. Espero pues, Sr. Párroco, que atienda nuestras justas razones y que, por el bien y la prosperidad de su obra, lejos de escatimar a los Hermanos el pobre suplemento que puedan sacar de los niños de los municipios vecinos, procure usted aumentarlo, favoreciendo todo lo posible la admisión de dichos niños.
No le hablaré del internado primario, que podría usted instalar en la casa de los Hermanos, aunque, en mi opinión, sería un medio excelente de asegurar el éxito y procurar a su escuela esa justa y necesaria comodidad que ayuda a funcionar a todo centro de educación. La mayoría de los municipios se han dado cuenta de sus ventajas y son los primeros en ofrecernos el local adecuado. Por otra parte, cuando son ellos los que cobran los meses, tenemos la costumbre de ofrecerles una prima conveniente sobre cada niño del propio municipio que pasa a ser interno. Los demás quedan al cuidado y provecho de los Hermanos.
Sr. Párroco, usted, con su prudencia, verá lo que puede hacer.
Sírvase, etc.,

Champagnat

Edición: Crónicas Maristas V - Cartas del P. Champagnat - 1985 - Edelvives

fonte: Según la minuta, AFM, RCLA 1, pp. 162-163, n.° 207.

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