Carta de Marcelino – 319

Marcellin Champagnat

1840-02-11

Tras el nombramiento de Mons. de Bonald para la sede de Lyon, es ahora Mons. De Latour dAuvergne quien acaba de ser nombrado cardenal, en el consistorio del 23 de diciembre de 1839. El Padre aprovecha la ocasión para felicitarle, agradecerle cuanto ha hecho en favor de los Hermanos que están en su diócesis, en Saint-Pol-sur-Ternoise, y sobre todo para pedirle que intervenga ante el Gobierno en favor de la autorización del Instituto. La influencia de la que gozaba cerca del Gobierno y el hecho de que la única escuela marista de su diócesis estuviera estrechamente relacionada al tema de la autorización son dos hechos que demuestran que el Padre no era, precisamente, ciego para elegir a los defensores de su causa. Más adelante (Nº 330), veremos la buena voluntad del nuevo Cardenal.

Monseñor:

El Superior de los Hermanitos de María, establecidos en N.-D. de lHermitage-sur-St-Chamond (Loire), se arroja a los pies de Su Eminencia para suplicarle se digne aceptar también el homenaje de su profundo respeto y sus humildes felicitaciones por la nueva dignidad que el Soberano Pontífice acaba de conceder a sus méritos y virtudes. Unidos a toda Francia y a toda la cristiandad, nos alegramos vivamente al ver a tan santo Prelado y tan celoso y caritativo Pontífice convertirse en uno de los principales pastores de la Iglesia universal. Que el Señor sea mil veces bendito y guarde a Su Eminencia por días tan largos y tan felices, como sean necesarios a la religión y llenos de obras de celo y santidad.
Monseñor, animado por la paternal benevolencia con la que Su Eminencia se ha dignado honrar a nuestros queridos Hermanos de St-Pol, penetrado, lo mismo que ellos, de la más viva gratitud por los nobles estímulos que deben a su bondad, verdaderamente pastoral, me atrevo a suplicarle quiera extender la saludable influencia de su alta y poderosa protección sobre toda la Sociedad de los Hermanos de María. ¡Cuán dichosos seríamos, Monseñor, si en este momento, en que buscamos ver sancionada nuestra aprobación por un real decreto, Su Eminencia se dignara apoyar nuestra petición! Estamos convencidos de que una sencilla recomendación de su parte sería el más poderoso socorro cerca de Su Majestad.
Monseñor, nuestra obra está enteramente dedicada al interés de los niños pobres del campo y de las poblaciones pequeñas. Con el menor costo posible, nos esforzamos para procurarles la instrucción religiosa y cristiana que los Hermanos de las Escuelas Cristianas ofrecen, con tanto acierto, a los niños pobres de las grandes ciudades. Hasta hoy, el Señor y la Santísima Virgen nos han bendecido de una manera muy especial. En pocos años, y a pesar de la pobreza de nuestros medios, la Sociedad ha reunido unos trescientos Hermanos. Han sido abiertas cincuenta escuelas, que siguen prosperando en los nueve departamentos de Rhône, Loire, Isère, Ardèche, Haute-Loire, Saône-et-Loire, Drôme y Pas-de-Calais, además de la misión de Oceanía oriental, a donde han marchado once de nuestros Hermanos durante estos tres últimos años. Acaban de organizarse dos nuevas casas de noviciado, una en Vauban (Seine-et-Loire), gracias a las bondades del Sr. Obispo de Autun, y la otra en Lorgues (Var) gracias a la generosidad de un rico y piadoso propietario; cuando Su Eminencia lo juzgue oportuno, haremos cuanto dependa de nosotros para abrir una tercera en la, para nosotros, interesante diócesis de Arras, con objeto de apoyar y extender en ella, según sus piadosas y paternales intenciones, la obra tan importante de la instrucción cristiana.
Sin embargo, Monseñor, a nuestra congregación le falta el reconocimiento definitivo del Gobierno. Nuestros estatutos han sido aprobados en tres ocasiones por el Consejo Real de Instrucción Pública. Fue, precisamente, por una petición oficial de ese Ministerio, formalizada por el Sr. Delebecque, de quien depende en gran parte nuestro asunto, por lo que se fundó la escuela de St-Pol. Se había llegado a redactar un borrador de decreto, pero como, al limitarnos a enseñar en municipios de 1.200 habitantes o menos, nos quitaba un gran número de nuestras escuelas, lo hemos hecho retirar. Así pues, nos vemos obligados a solicitar ahora otro nuevo. Con este objetivo hemos escrito a Mons. de Bonald, actualmente en París, y hemos interesado también en nuestro favor a un buen número de diputados, en especial a los Sres. Ardaillon, Durozier, Lanyer, Lachèze, Fulchiron, Girod de lAin, Baude, en la actualidad Consejero de Estado, y al Sr. Sauzet, Presidente de la Cámara.
Monseñor, lleno de confianza en su bondad pastoral y su celo apostólico, que abarca a toda la Iglesia, nos atrevemos a dirigir a Su Eminencia una súplica parecida. Estamos completamente seguros de que viéndole honrado con los más altos favores de la Iglesia y del Estado , podrá apresurar de forma muy eficaz la conclusión de este asunto de tanto interés para la gloria de Dios y el bien de las almas.
Por eso, y con el más vivo sentimiento de gratitud, ruego se digne aceptar el homenaje del profundo respeto con el que, etc.,

Champagnat.

El tema de los sordomudos de St-Étienne.

Durante el primer trimestre de 1838, la ciudad de St-Étienne manifiesta al Padre Champagnat su intención de confiar a los Hermanos Maristas una institución para sordomudos (Nº 177). El Padre debió responder que estaba de acuerdo, ya que esta clase de apostolado iba en el sentido de la vocación de los Hermanos (Nº 323). Aprovechando su estancia en la capital (Nº 196), preguntó en el Instituto para Sordomudos de París si admitirían de forma gratuita a dos de sus Hermanos para formarse como monitores de esa clase de escuelas. El Padre espera una respuesta que no llega, pero no se inquieta, ya que, por una parte, la petición de la ciudad de St-Etienne era tan sólo un sondeo y, por otra, no ve en aquel momento qué Hermanos podría enviar.
Al final de 1838 (Nº 320), recibe una carta de París (Nº 235) que él cree una res-puesta a su solicitud, pero que contiene, además, otra petición: la de saber si sigue todavía interesado en enviar dos Hermanos al Instituto de Sordomudos de París. Como la respuesta era, sin duda, afirmativa, se apresura a escribir al Sr. Barón Rendu, Presidente del Consejo de Administración del Instituto Real de Sordomudos, para rogarle interceda en favor de la admisión gratuita de los Hermanos. No sabemos si el Sr. Barón le respondió; los hechos hacen pensar que no. Pero sea lo que fuere, casi un año más tarde, la ciudad de St-Étienne envía la petición oficial para disponer de Hermanos al frente del Instituto de Sordomudos de esta ciudad. El Padre debió responder que antes tenía que formarlos. Por ello, escribe el mismo día al Sr. Barón de Gérando y al Sr. Conde de Bastard, miembros del Consejo de Administración del Instituto de Sordomudos de París, para hacerles la misma petición hecha un año antes al Sr. Barón Rendu: apoyar su deseo de admisión gratuita de los dos Hermanos en el Instituto. Favor que le fue concedido (N.° 334).
Si hemos de creer al Hno. Avit (AA, p. 249), la ciudad de St-Étienne, con muchas prisas para abrir su Instituto, se dirigió a los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Al saberlo, el Padre «no dio curso a su proyecto de enviar dos Hermanos a los sordomudos de París». Pero el analista se equivoca al situar este hecho en 1838, lo que no le impide volver a hablar de él en 1840 (cf. id. p. 311) que, como se puede ver, es la fecha exacta.

Edición: Crónicas Maristas V - Cartas del P. Champagnat - 1985 - Edelvives

fonte: Según la minuta, AFM, RCLA 1, pp. 172-173, n.° 216.

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