Quemar la vida

Basilio Rueda

1997

”Con gran gozo he aceptado esta invitación para hablar de mi Padre Fundador… porque un marista se siente aquí como en su propia casa. Se diría que existe una especie de empatía amistosa entre el carisma marista y esta población.

De dos maneras se puede hablar de la vida de un hombre: apoyándose en datos cronológicos o considerando su historia profunda, la que describe el proyecto fundamental de Dios sobre él y el sentido de su vida. Se dividirá el tema en dos puntos: lo que fue el P. Champagnat y lo que nos dice hoy.

¿QUIÉN FUE EL P. CHAMPAGNAT?

Un hombre que supo escuchar dinámicamente y con eficacia las llamadas de su entorno y de su mundo.

En el corazón afligido del P. Champagnat resonaron las voces de la ignorancia religiosa, con la serie de bloqueos, inhibiciones, frustraciones personales y sociales que comporta.

A sus oídos llegó el clamor de una pedagogía deficiente, es decir, de unas formas desacertadas de acercarse a los niños y jóvenes, con las secuelas de lesiones y fracasos educativos que ello implica.

Marcelino oyó el llamado de la marginación rural. Supo ver las necesidades y se consagró en cuerpo y alma a remediarlas.

Champagnat supo multiplicar su respuesta… fue el eco de aquellos que serían sus discípulos, de sus compañeros de la Sociedad de María y de las autoridades civiles.

Gran artista espiritual, supo sondear los corazones y adivinar, con mirada certera, el murmullo de Dios en el alma de los jóvenes, para convertirlos en colaboradores de su apasionante aventura.

En fin, Marcelino Champagnat supo formar a sus discípulos y ¡qué discípulos! Si se considera la materia prima de que se sirvió, hay que convenir que los resultados no pudieron ser mejores: con jóvenes campesinos, casi analfabetos, consiguió en pocos años y apenas sin recursos, unos intuitivos de la pedagogía, unos educadores que se hicieron apreciar en todos los municipios.

Marcelino dio nacimiento a una nueva pedagogía. Nueva por la cordialidad de que hace gala, más que por los elementos de novedad que aporta, aún sin carecer de ellos.

Una pedagogía que pone el corazón en conexión con lo trascendente: que hace vivir en presencia de Dios, en amistad con Jesús, en relación filial con María, y todo ello con tanta naturalidad, cuanto que esos seres vivos invisibles entran a formar parte en el marco de la vida de los niños.

Esa pedagogía formaba en el amor del bien y de los valores, por encima del pecado o del no-pecado.

Formaba en el sentido social. Su preocupación por hacer de los niños buenos ciudadanos y colaboradores abnegados en las tareas sociales, era permanente en Marcelino Champagnat. La pereza y el egoísmo no tienen derecho de ciudadanía en la pedagogía marista.

Los medios para conseguir esos objetivos, son a la vez sencillos y muy eficaces: presencia continua, amor profundo y ordenado, solicitud, paciencia y confianza, previsión, vida compartida, buen ejemplo, acogida… y sobre todo una actitud paradójica: los niños difíciles, los que sufren, los atrasados, son los que han de encontrar en el maestro más atención y ternura.

Marcelino Champagnat fue un hombre que tuvo y supo comunicar un gran sentido de Iglesia. ¡Qué difícil nos resulta hacer la síntesis, guardar el equilibrio! La dialéctica nos bambolea y quedamos a merced de un movimiento pendular.

¿QUÉ DICE ESTE HOMBRE HOY, EN LA SITUACIÓN ACTUAL?

En un mundo donde surgen incontables llamadas, tales como el clamor del hambre, de la violencia, de la injusticia, de la droga, del desempleo… en un mundo en el que muchos de nuestros contemporáneos se sienten hartos de bienes materiales e insatisfechos por su dependencia pasiva frente al paternalismo de ciertos gobiernos que matan en ellos el sentido de la iniciativa, ESTE HOMBRE NOS LANZA PROFUNDOS LLAMAMIENTOS A LA ACCIÓN.

Limitándose al problema del hambre y citando un solo caso, baste recordar a los recluidos en campos de refugiados que, en medio de incontables sufrimientos, esperan ser acogidos por algún país hospitalario… es necesario que haya personas llamadas a dar respuesta directa, pese a las graves dificultades existentes. En el presente caso, por parte de educadores, la acción consiste en concientizar a los jóvenes y prepararlos para que nazca en ellos un espíritu que los mueva a resolver los problemas.

En un período no sólo de pobreza sino de empobrecimiento, de depauperización, es preciso dar una respuesta contundente al reto que nos lanza la actual situación. Sobre este punto, Champagnat hubiera sido muy enérgico para levantar la voz contra la postura de una sociedad que se descristianiza progresivamente, y, a juzgar por las apariencias, de una manera irreversible. El P. Champagnat pediría que todos nos armáramos de fortaleza para recomenzar la evangelización del mundo, remontando la corriente de tal forma, que el mundo pueda ver la gloria de Dios resplandeciente en el rostro de Jesucristo.

En los albores de una era planetaria y cuando las formas actuales de la sociedad, tanto en el este como en el oeste están en crisis, más aún, en jaque mate; cuando la inflación de la información y de la concientización ofrecen una flagrante y dolorosa desproporción con lo real, hay un peligro aun más grande que acecha: “EI peligro de ver nacer una sociedad de hombres que le digan a Dios: No tenemos necesidad de Ti para ser buenos y para organizar nuestra historia”. Ante esta situación “Debemos ser el Champagnat colectivo que se moviliza valientemente para dar la cara a semejantes situaciones.”

“Ser fiel a Marcelino es ser fiel a la convicción profunda de que las situaciones lacerantes del mundo nos comprometen a dar una respuesta pronta y valiente”

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