22 de junio de 2020 CASA GENERAL

Maristas valerosos

Artículo del H. Ben Consigli, Consejero general

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Las consecuencias de la pandemia por el Covid-19 dependen —y dependerán— de las decisiones que se tomen. Se han contado ya innumerables historias mediante escritos, audios, vídeos y fotografías. Hemos visto o hemos oído hablar de improvisados depósitos de cadáveres en camiones frigoríficos en Nueva York o en pistas de hielo en España; de abnegados médicos y enfermeras golpeados por el virus; y de innumerables personas que han estado en primera línea cuyo valor es un ejemplo de sacrificio para la comunidad. Estamos presenciando muchos actos de valor, generosidad, compasión y comunidad, que son fuente de inspiración y ponen de relieve el poder de nuestra humanidad.

Las semanas de confinamiento me hicieron pensar en por qué la gente actúa con valentía. Me puse a meditar en la historia bíblica del óbolo de la viuda. Jesús, que había ido con sus discípulos a Jerusalén para la Pascua, está observando a los que vienen a hacer sus donativos al tesoro del templo. Llama la atención de los discípulos hacia una viuda que echaba dos monedillas, diciéndoles que mientras muchos daban lo que les sobraba, ella daba «todo lo que tenía para vivir». ¿Cómo hizo para saberlo? Tal vez ella había echado una moneda, había dudado, y luego, desafiando a las circunstancias, había echado la otra. El significado de la historia es que un acto de verdadera generosidad es un acto de valentía. Varios autores, entre ellos el escritor Stacy Mitch, la llaman «generosidad valerosa». Tanto en el Evangelio de Marcos como en el de Lucas, se señala que la viuda no tiene una moneda sino dos moneditas. Como es una viuda pobre, si hubiera dado una moneda y se hubiese quedado con la otra, de acuerdo con los criterios ordinarios habría sido generosa. Pero ella dio las dos monedas. Puesto que nada en su experiencia podía hacerle esperar que iba a recibir recompensa material alguna por su gesto, creo que debemos imaginar que se movió por pura gallardía, en un acto de lealtad a lo que más amaba, una donación que hizo libremente, y en muchos sentidos con valentía, desafiando las circunstancias. Al igual que sólo podemos practicar el valor frente al miedo, sólo podemos practicar la generosidad frente a la necesidad.

En nuestra historia marista, tenemos muchos ejemplos de hermanos nuestros que actuaron generosa y valerosamente, tanto durante los años revolucionarios en Francia, en la década de 1830 y 1840, como en la Guerra Civil española durante los años treinta del siglo XX, o en el genocidio ruandés y las revoluciones islamistas en el continente africano en la década de 1990. Sin embargo, constaté que se había escrito poco acerca de nuestros hermanos en el período de la Segunda Guerra Mundial.

Los tiempos de crisis generan dilemas morales extremos: situaciones que ni siquiera podemos imaginar, decisiones impensables entre opciones que parecen todas malas, que conllevan daños y consecuencias negativas. La valentía generosa consiste en hacer lo correcto incluso corriendo el riesgo de sufrir inconvenientes, burlas, castigos, pérdida del trabajo, pérdida de seguridad o del estatus social, incluso la muerte.  Este tipo de valentía requiere personas que superen la apatía, la complacencia, el odio, el cinismo y el miedo que se generan en nuestros sistemas políticos, las divisiones socioeconómicas y las diferencias culturales/religiosas para hacer «lo correcto» en el seno de la humanidad común.

Sobre la valentía se han escrito innumerables artículos de carácter profesional, donde se indica que las personas valerosas poseen ciertas características que afloran en tiempos de prueba o aflicción.  La gente valiente cree en sí misma. Saben quiénes son y qué defienden. Tienen valores sólidos, reconocen sus capacidades personales y se sienten seguros a la hora de afrontar los desafíos que tienen delante. Son apasionados y resueltos, y conocen la diferencia entre el bien y el mal. No sólo hablan de honor, sino que lo viven todos los días. Es más probable que sean dignos de confianza, objetivos, justos y tolerantes, y estén dispuestos a enfrentarse a la injusticia, respaldando sus palabras con acciones. También ponen las necesidades de los demás por delante de las suyas y no tienen miedo de «nadar contracorriente» o de desafiar el status quo. Miran a la cara la adversidad, lanzándose a enfrentar el problema en lugar de rehuirlo. Saben que decir «no» a una idea puede permitirles decir «sí» a otra, y que las viejas formas de hacer las cosas no deben obstaculizar el camino hacia una solución mejor. Las personas valientes siguen su intuición. Si no tienen la información que necesitarían para tomar una buena decisión, por lo general siguen «su olfato», su instinto, y como saben que no es suficiente con hablar sobre hacer algo, actúan. Se requiere valor para actuar incluso cuando uno tiene dudas o temores sobre las consecuencias. Se necesita valor para tomar decisiones difíciles. Veamos algunas de las acciones de nuestros hermanos durante la Segunda Guerra Mundial.

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