Mostrarse cercano
Pedro estaba sentado sobre la maleta tumbada en el suelo, custodiando junto a él otras tres bolsas llenas de las más variadas cosas. Lucía barba grisácea típica de los mendigos. Nosotros, tres chicas y yo, nos acercamos a él. Eran las 9 de la noche del martes anterior a la Navidad de 2010. Entramos en la estación ferroviaria Tuscolana, de Roma. Le preguntamos:-¿Dónde vas a pasar la noche?-Aquí, en la estación.-¿En el suelo? Hace frío y las puertas de la estación están abiertas.-Tengo una buena manta y en este rincón hace menos frío. Ya estoy acostumbrado.- ¿No tienes familia?-Sí, tengo hermanas, pero hace más de treinta años que no mantengo relación con ellas.Pedro se mostraba espontáneo y algo sorprendido de que unos desconocidos se interesasen por él. Su mirada reflejaba la ingenuidad de un niño.Entonces, una de las chicas, la más joven, apenas adolescente, se colocó de cuclillas cerca de él, le tomó una mano y la estrechó muy fuerte entre las suyas, luego inclinándose más, le dio un beso prolongado en la mejilla derecha. El mendigo sonrió y aceptó el beso como algo normal. Yo quedé admirado de este talento femenino que sabe crear gestos profundamente humanos y pensé en la mujer que cubrió de besos los pies de Jesús. Esta adolescente se había mostrado lo más cercana posible a este hombre solitario, cuyo corazón manifestaba tener hambre de afecto.Los martes por la tarde, toda la comunidad de la Casa general prepara una cena para los emigrantes que esperan fuera de la estación ferroviaria Tuscolana, de Roma. Un grupo de hermanos lleva la cena a un centenar de personas, muchos de ellos jóvenes, procedentes de países de Europa del Este, en búsqueda de trabajo y de suerte y que viven momentos difíciles antes de encontrar una ocupación laboral. Hay también algunos italianos entrados en años a los que la vida no les ha sonreído. Este martes encontramos un grupo de chicas que se había juntado con los de la Comunidad de San Egidio, que coordinan el servicio de cenas para los más pobres. La muchachas procedían de la ciudad de Pavía, a 400 km. de Roma. Su visita a la Ciudad eterna había previsto una experiencia de encuentro con los pobres, por eso se habían juntado con los miembros de la Comunidad de San Egidio y habían venido a la Tuscolana. En este lugar las encontramos.Este mismo día, un señor que había traído numerosas marmitas con arroz nos tomó la delantera. Así que, cuando llegamos con las porciones de pasta caliente y café, tuvimos dificultad para repartirlas. Nos quedaban más de una treintena de pequeños recipientes llenos de pasta. Cuando las jóvenes vieron que sobraba comida, tomaron la caja donde estaban los recipientes y los ofrecieron de viva voz a los refugiados. Lo hicieron con tanto entusiasmo que rápidamente los recipientes quedaron distribuidos. Tampoco olvidaron a Pedro y aprovecharon esta ocasión para charlar de nuevo con él. Quedé admirado de este grupo de jóvenes que llegaron a Roma no solo para ver los monumentos históricos, los tesoros de arte, sino también para encontrarse con los pobres y vivir su vocación de discípulas del Señor. El día de Navidad, en la basílica de Santa María, en el Trastévere, vivimos una situación parecida llena de emoción. La Comunidad de San Egidio tiene la costumbre de invitar a comer el día de Navidad, en esta basílica, a cerca de 400 personas que viven en la miseria. La próxima Navidad hará 30 años que esta comida se realiza en la basílica. Muchos voluntarios se habían ofrecido para los distintos servicios. Entre ellos había tres hermanos de la Casa general. Sacamos todos los bancos del templo, preparamos las mesas, las sillas, los cubiertos para cada persona y luego, a lo largo de la comida, les servimos los distintos platos.El ambiente era alegre en una basílica iluminada como si fuera de día y algunas amistades se trabaron enseguida entre los comensales y los que les servíamos. Una impresión de familia grande, de gran humanidad: Cristo servido y Cristo sirviente; la Iglesia sufriente y la Iglesia abnegada; todos hermanos y hermanas en el Señor el día de Navidad.Dos cosas caracterizan el servicio a los pobres: el pan, el alimento, a veces vestidos y mantas, pero sobre todo la amistad compartida, el intercambio de palabras que permiten una cercanía más humana, más profunda, las manos que se estrechan, la sonrisa del encuentro. Por nuestra parte, servimos el café con una palabra amable, distribuimos las pastas entablando un breve diálogo. Pan y Palabra juntos: servicio completo, ayuda verdadera ofrecida a nuestros hermanos en dificultad. Para dar el Pan y la Palabra es preciso mostrarse cercano._________* La Comunidad de San Egidio es un movimiento de Iglesia que se caracteriza por el servicio a los pobres. Las iniciativas en favor de las personas necesitadas son diversas: lugares para la distribución de alimentos, de vestidos, casas de acogida, lugares para poder lavarse o ducharse, médicos dispuestos a recibir a los pobres, abogados para defender sus pleitos, cursos para aprender el italiano, cartas dirigidas a los condenados a muerte, dibujos de niños inválidos puestos a la venta, cuyo importe se envía para comprar medicamentos en África, visita a los prisioneros, visita personal a domicilio de personas necesitadas? La Comunidad de San Egidio está formada sobre todo por laicos cristianos. El mismo fundador, Andrea Ricardi, es un laico, profesor de historia en una de las universidades de Roma._________________H. Giovanni Bigotto