No hay lugar para la tristeza cuando nace la vida
En esta misma ciudad de Roma, tal día como hoy, hace más de 1500 años, proclamaba el Papa de entonces, León Magno, ante los fieles reunidos para celebrar la Navidad: ?Nuestro Salvador, amadísimos hermanos, ha nacido hoy: alegrémonos. No puede haber, en efecto, lugar para la tristeza, cuando nace aquella vida que viene a destruir el temor de la muerte y a darnos la esperanza de una eternidad dichosa. Que nadie se considere excluido de esta alegría, pues el motivo de este gozo es común para todos?.
Es hermoso en esta noche sentirse en comunión con millones de personas que, de un extremo al otro de la tierra, se alegran por el nacimiento de Jesús. No hay lugar para la tristeza cuando nace la vida. En el silencio de nuestro corazón, reconocemos que nuestra vida es más vida gracias al paso de Jesús por ella.
En medio de esta profunda alegría, nos sentimos especialmente unidos a nuestros hermanos que están celebrando esta fiesta en circunstancias particularmente difíciles. Quisiera hoy recordar a dos de nuestras comunidades, que están, desde hace tiempo, bajo una fuerte presión.
En primer lugar, a la comunidad de Nyangezi (R. D. del Congo), que fue atacada el pasado 5 de octubre, en lo que parece una campaña destinada a atemorizar a las comunidades religiosas de la zona. En carta dirigida al Presidente de la República, los responsables de la Iglesia católica dicen: ?Prácticamente cada día tenemos que deplorar crímenes contra poblaciones inocentes? La población del sur de Kivu está fuertemente impresionada, ya que se tomó como objetivo a la Iglesia católica, cuyo papel social es bien conocido, así como su implicación en la democratización de nuestro país. ¿No será que los eclesiásticos (sacerdotes, religiosos y religiosas) están siendo considerados testigos molestos de todas las violaciones de los derechos humanos masivamente perpetradas en el sur de Kivu desde hace más de 14 años??.
En segundo lugar, nuestra comunidad en Pesahawar (Pakistán), una población que se encuentra en un área muy conflictiva, cerca de la frontera con Afganistan. Los hermanos han sido amenazados repetidamente, y el colegio donde ellos ejercen su apostolado, St. Mary?s High School, fue parcialmente dañada el 23 de noviembre como consecuencia de la enorme explosión que se produjo en un atentado contra los Servicios Internacionales de Inteligencia.
Queridos hermanos de Nyangezi y Peshawar: el cariño, el apoyo, la oración de la familia marista está con vosotros en esta noche tan especial. Vosotros nos recordáis el más profundo sentido de la palabra ?encarnación?, en solidaridad con millares de víctimas inocentes que no tienen a nadie que asuma su causa.
Soy consciente de que estas dos comunidades son sólo dos ejemplos, entre otros, de hermanos nuestros viviendo en ambientes difíciles. Y con ellos, queremos recordar también a hermanos que estarán viviendo esta Navidad en situaciones de soledad y aislamiento, o incluso de clandestinidad. Para todos ellos nuestro recuerdo y nuestro abrazo.
No hay lugar para la tristeza cuando nace la vida. El encuentro personal con Jesús nos trae una profunda alegría porque nos hace conscientes de nuestra dignidad y de la dignidad de toda persona humana. Volviendo al Sermón de Navidad de San León Magno, escuchamos sus vibrantes palabras: ?Reconoce, oh cristiano, tu dignidad, ya que ahora participas de la misma naturaleza divina?, lo cual nos remite a otro de sus sermones, donde dice, dirigiéndose no sólo a los cristianos: ?¡Despiértate, oh hombre, y reconoce la dignidad de tu naturaleza!?.
Despertarse y reconocer la propia dignidad como persona humana. ¿No es esto lo que intentamos hacer en cualquiera de nuestras presencias educativas? ¿No es esto lo que estamos llamados a hacer al comprometernos a ?promover los derechos de los niños y jóvenes en todos los ámbitos de nuestro Instituto?, como nos ha pedido el XXI Capítulo general, ?defendiendo estos derechos ante los gobiernos, organizaciones no gubernamentales y otras instituciones públicas??
Feliz Navidad a todos los Maristas de Champagnat, comprometidos en la misión marista.
Pido la bendición del Señor para cada uno y cada una de vosotros, de manera que podamos continuar siendo promotores y defensores de la gloriosa dignidad humana a lo largo del próximo 2010, allí donde nos encontremos.
¡Feliz Navidad!
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H. Emili Turú, Superior general