¡No tengáis miedo!
La informática nos dice que la expresión No tengáis miedo aparece casi 400 veces en los discursos de Juan Pablo II. Pero, más que el número, impresionan las circunstancias en las que se repite esta exhortación pronunciada por primera vez en la Plaza de San Pedro el 22 de octubre de 1978. La han escuchado los obispos latinoamericanos reunidos en Puebla, la ha gritado en el difícil viaje a Polonia en 1983, la ha repetido con fuerza a los dos millones de jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud del 2000. Pero es también el título del libro de conversaciones con André Frossard (1983) y el subtítulo del manuscrito enviado a Vittorio Messori para el libro-entrevista Cruzando el umbral de la esperanza, 1994.
Es una exhortación que Juan Pablo II ha hecho resonar por todas partes: en la Europa atemorizada por la secularización, a las jóvenes Iglesias que afrontan el drama de la pobreza; desde las tribunas de los grandes estadios de Estados Unidos hasta las playas de las islas Seychelles. Pero ha dirigido más a menudo estas palabras a la gente que ha vivido en su propia piel las heridas de la historia: en Sarajevo, en abril de 1977 y, en 1998, una vez tocado el suelo de Cuba.
Es una exhortación que Juan Pablo II ha puesto en las manos y en el corazón de cada interlocutor suyo: desde a los cardenales en el primer consistorio a cada bautizado en la Christifideles Laici (Los Fieles Laicos); se encuentra también en el Mensaje a las familias y se dirige a todos los hombres de buena voluntad desde su primer mensaje para la Jornada Mundial de la Paz.
Pero es, sobre todo y especialmente, el llamamiento que no ha dejado nunca de dirigir con fuerza a los jóvenes. En su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1985 lo encontramos repetido hasta siete veces.
Él mismo, hablando de sí, ha afirmado: ?Me he dicho a mí que no debía tener miedo. ¡Y así ha sido! Con la autoridad de quien propone sin rebajas la novedad del Evangelio, ha demostrado, hasta el último momento, que no tenía miedo, porque había abierto de par en par sus puertas a Cristo.