18 de abril de 2009 CASA GENERAL

Pero hoy? ?

La santidad marista de hoy es obra del espíritu y de nuestros humildes ?sí?. Santidad a la que la Iglesia nos ha llamado de nuevo con la beatificación de 47 hermanos mártires de España. La fidelidad de nuestros hermanos, la fidelidad de nuestros mártires, nos pone en la situación de llevar a cabo lo que dice la carta a los Hebreos: ?Precisamente por eso también nosotros, envueltos como estamos en una gran nube de testigos, debemos librarnos de todo aquello que es un peso para nosotros y del pecado, que fácilmente nos seduce y correr con perseverancia la prueba que se nos propone, fijando nuestra mirada en Jesús, el autor y consumador de la fe.? Heb 12, 1-2.

Somos responsables, hoy, de todo lo que hemos heredado de Marcelino. Si la tarea parece difícil, porque somos de edad avanzada, porque el mundo de la educación es más exigente y menos atrayente, porque parece que las vocaciones se agotan, María sigue siendo la Buena Madre, el Recurso Ordinario, que ayer y hoy ?lo ha hecho todo entre nosotros.? Ella ha abierto los ojos y el corazón de Marcelino a las necesidades de los jóvenes de su tiempo. Sin embargo, los jóvenes de hoy necesitan más educadores. María es la madre que no sólo nos consuela, sino que, sobre todo, sabe engendrar en nosotros al discípulo que anuncia a los jóvenes, con alegría y con un lenguaje de hay, a Jesús, su Hijo, nuestro Señor.

Ahora nuestros pasos se dirigen hacia el XXI Capítulo general, con corazones nuevos para un mundo nuevo, considerando las gracias que Dios nos ha concedido, con la canonización y después, durante estos últimos diez años; todas las familias maristas no podemos menos que dar gracias.

María, venimos a ti como a nuestra Madre
para decirte cuán agradecidos estamos a Dios;
por habernos llamado a ser hermanitos y hermanitas de María;
y por tenerte a ti, primera y perfecta discípula de Jesús, como nuestro modelo.

Acepta nuestro amor, querida Madre,
a la vez que pedimos que, por tu ejemplo y tu intercesión,
Cristo llegue a ser al centro de nuestras vidas.
(Agua de la Roca, 156).

H. Giovanni Bigotto

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Pero ¿qué queda hoy de la llama?...

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