Que vuestro corazón sea plenamente marista
A mis 60 años y estando completamente ciega, nunca imaginé que tendría que subir por las escaleras, pasar por encima de paredes de más de un metro de alto, pasar por debajo unos hilos eléctricos?. ¡Es precisamente lo que hice durante mi breve estancia en el Hermitage! Había obstáculos fáciles de vencer gracias a las personas que me rodeaban.
Cuando nuestro Provincial me pidió si quería ir tres semanas a Francia para participar en un curso de formación conjunta sobre los maristas, me eché a reír y le dije que ?SI?, sin prestar atención alguna a los detalles de la cuestión. Mi único compañero de Sri Lanka sería un joven hermano marista.
La verdad sobre la situación en que me encontraba empezó a preocuparme seriamente a la hora de sacar los visados. Me acompañaría el hermano Chinthana, cuyo nombre conocía pero a quien yo no había encontrado nunca. Podía temer tres cosas: era un hermano -un religioso-, era joven y carecía totalmente de experiencia para guiar a un ciego.
Sin embargo nuestras gestiones para obtener los visados fueron estupendamente y los tuvimos en cuatro días. El temor que me inspiraba mi compañero empezó a disiparse y nacieron en mi algunos signos de confianza en él.
Pero debía enfrentarme también con la situación social del grupo en Francia. Quedaba claro, según el nombre de los participantes, que el grupo se componía de nueve hermanos, siete laicos, tres hombres y cuatro mujeres, contándome a mi. La situación no me parecía muy alentadora. Demasiados religiosos, pensé.
Una cálida brisa amistosa soplaba entre nosotros, pues algunos de los participantes habían venido de Saint-Paul-Trois-Châteaux a la estación de Lyon para recibirnos con un coche preparado especialmente. El cálido ambiente que hubo entre nosotros durante los dos días de integración nos acercó mutuamente. Mis temores y miedos se disiparon rápidamente; me daba cuenta de que todos ?hermanos y laicos? actuaban del mejor modo posible y con toda naturalidad, para hacer que las cosas fueran más fáciles y más agradables para mí.
Durante las comidas, oraciones, sesiones de trabajo y viajes, todas mis necesidades se veían satisfechas sin que yo pidiera nada. Yo era siempre una persona especial. Ver cómo se daban cuenta de mis dificultades y cómo se solucionaban, era realmente encantador.
Durante los viajes y especialmente las peregrinaciones, viví con alegría las atenciones y detalles de los cohermanos para conmigo. Hicieron que me olvidara de mi cansancio, mi discapacidad y mi edad, y me permitieron moverme sin el menor riesgo, con la confianza de un niño rodeado por compañeros atentos. Con semejante comunidad, ningún obstáculo resultó superior a mis fuerzas.
La única razón es que yo vivía en una comunidad exclusivamente marista. ¡Qué maravilloso sería si el mundo entero fuera marista! Las personas con discapacidades podrían disfrutar de la vida en nuestra tierra. Y NADIE, en un mundo semejante, sería una PERSONA IGNORADA. El grupo de Saint-Paul-Trois-Châteaux ponía en práctica el ideal de vida de la comunidad marista, tal como está definida en el artículo 10 de ?Agua de la roca?.
Quisiera expresar ahora mi más sincero agradecimiento al hermano Provincial de Asia del Sur y a todos los que vivieron conmigo la formación conjunta, por haber acogido con tanta pasión el carisma de Marcelino, lo cual me ha permitido vivir esta experiencia tan rica y maravillosa.
Al acabar esta carta llena de sentimientos de gratitud y cariño, aprovecho la ocasión para recordar el mensaje de ?Agua de la roca? citado más arriba: ?Como hermanos y laicos maristas, tratamos de desarrollar un espíritu de comunión que permite a las familias, a las comunidades religiosas y a otras formas de vida en común convertirse en hogares donde se ayuda a crecer a los jóvenes, se cuida a los mayores, se atiende con especial cariño a los más débiles y donde abunda el ungüento del perdón para curar las heridas y el vino de la fiesta para celebrar tanta vida compartida? (n° 110).
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Kamala Xavier (Sri Lanka)