Algunos testimonios sobre el H. Henri Vergès

El 5 de julio de 1994, el Padre Christian-Marie de Chergé, prior de Tibherine, escribía a su Abad general:

“Yo estaba muy unido al H. Henri. Su muerte me parece muy natural, muy conforme a una larga vida, toda entera entregada. Me parece que pertenece a la categoría que yo llamo “los mártires de la esperanza”, aquellos de quien nunca se habla, porque es en la paciencia de lo cotidiano que derraman toda su sangre…”. (Cita hecha por Dom Bernard Oliveira, Abad general de los Trapenses, en una carta enviada a todas las comunidades cistercienses, el 27 de mayo de 1996, después de la muerte de los siete monjes de Notre Dame de l’Atlas, entre ellos, Christian-Marie de Chergé).

Del H. Michel Voute, compañero de Henri, calle Ben Cheneb, en Argel.
“… Todo era claridad en él, comenzando por su escritura, tan pura en la forma y en el estilo. Todo era un pretexto para que él glorificara al Creador. Un verdadero Francisco de Asís: la alabanza y la acción de gracias eran sus dos formas privilegiadas de oración. Sin embargo, cuando al comienzo de las comidas pensaba que su oración, sencillamente el signo de la cruz, podía sorprender al visitante, amigo argelino musulmán, se abstenía, pero empleaba un una fórmula de acción de gracias del Corán. ¡Qué delicadeza, qué deliciosas atenciones, sin afectación religiosa, pero actos siempre verdaderos, auténticos, respetuosos, brotaban de su corazón a la escucha del Otro y de los otros! Sí, Henri era un santo”.

Del H. André Thizy, Superior provincial del H. Henri. (Carta a los Hermanos, 17 de mayo de 1994):
“… Henri está bien preparado para ir al encuentro de su Señor. El domingo anterior a su muerte, había ido, con el H. Michel, a la Trapa de Thibhirine, para un último “lavado” (Testimonio del H Christian, prior de la Trapa). Su último testamento está fechado el 22 de abril de 1994. Falleció el mismo día de la clausura del Sínodo de África, en el cual él había puesto tantas esperanzas…
Permaneciendo solo en Argelia durante varios años, Henri estaba, a pesar de todo, en comunión con todos sus hermanos, quizás más unido que cualquier hermano de la Provincia. ¿Quién, entre los que le han conocido, no ha sido afectado por la extrema sencillez de vida del H. Henri? Verdadero asceta, sabía mantenerse con lo mínimo, tanto en lo referente a la mesa como en sus efectos personales. El jueves, al entrar en su habitación, vimos la desnudez que reinaba; solamente la presencia de un transistor y el Corán, la distinguían de la habitación del Padre Champagnat. “Aligerar cada día un poco nuestros pertrechos”. (Del cuaderno de resoluciones del retiro).
Sin duda, muchos de vosotros habéis podido pensar que Henri estaba en Argelia porque él lo quería. Los Superiores, que lo conocieron antes que yo, sabían que no era así. Henri era de una disponibilidad total. En mi último viaje, en marzo, cuando a pesar de los sucesos, él pensaba que su presencia era más importante que nunca, se puso a mi entera disposición, “para hacer la voluntad de Dios”. “Consejo de mi nuevo director espiritual: no pidas nada, no rechaces nada, acepta todo”. (De las resoluciones del retiro).

D.B., de Sour-el-Ghozlane y amigo de Henri, escrito el 9 de mayo de 1994: 
“El H. Henri ha dejado un gran vacío. Este religioso, a quien conocía desde 1978, estaba animado de un fe sincera y encarnaba en sus acciones los valores morales de un cristiano convencido. Todos los que lo conocían, de cerca o de lejos, no pueden menos que apreciar su vida austera, su dedicación y su entrega a los más débiles, a los necesitados y a los excluidos”.

Del Padre Jean-François Berjonneau (Servicio nacional de pastoral de los inmigrantes): 
“Yo percibí, en lo que él me dijo que había hecho de su trabajo como bibliotecario, una verdadera pasión: pasión por el encuentro, pasión por el servicio a los jóvenes, pasión que le unía tan fuertemente a ese pueblo. Llevaba esa pasión en el fondo de su ser”.

Después de la publicación del libro “Del Capcir a la Casbah, vida entregada, vida derramada”, sobre la vida del H. Henri, sus lectores reaccionan.

La Hermanita Marie-Nicole, de las Hermanitas de Jesús de Bab el Oued. Carta del 15 de 1996, aniversario del H. Henri:
“Henri permanece para todos nosotros como un hombre de fe y de bondad. Eso es lo que golpeaba los ojos de los que han podido vivir a su lado. Siento que este libro será como un tesoro donde se podrá encontrar siempre vida y fuerza para el camino”.

Claude Rault, Padre Blanco. Carta del 22 de abril de 1996:
“Abrí el libro esta mañana con mucha emoción, y me sentiré feliz al leer de nuevo el camino de este hombre del Evangelio que fue Henri Vergès. ¡Nos hemos conocido, nos hemos encontrado muchas veces! Permanecerá el testigo del amor universal para muchos argelinos”.

H. Alessandro di Pietro, antiguo Postulador general. Roma, el 14 de abril de 1996:
“El estilo de vida del H. Henri ha sido la mejor manera de hacerse musulmán entre los musulmanes, hasta límites que, la sola delicadeza evangélica le permitían franquear la gracia, al amor de Cristo y del hermano”.

Padre Bonaventure, Trapense, Aiguebelle, el 23 de febrero de 1966:
“El mártir habla más fuerte que el vivo. Y hablará mucho tiempo”. (El P. Bonaventure conocía al H. Henri desde su juventud marista).

Padre Bruno, Trapense, Roma, el 18 de agosto de 1996:
“Lo que nos impresiona del H. Henri y lo que yo admiro particularmente, es su aplicación o su apertura a la formación permanente…Es así que él se ha enriquecido a nivel profesional, pero más aún a nivel humano, cristiano y como Hermano Marista”.

Un amigo de Henri escribe al H. Jean Roche de Sour-el-Ghozlane, el 3 de diciembre de 1996:
“Debo decirle que los recuerdos del H. Henri Vergès son y serán siempre mencionados por la familia, en nuestros encuentros de amigos y en nuestras oraciones”.

Un amigo argelino, a Jean-Benoît Fanjaud, que fue compañero de Henri en Ben-Cheneb. Escribe el 22 de septiembre de 2000:
“ Me emocionan la lectura de ciertas páginas. Una vida santa en la luz, en la oración y en el servicio. Todos los testimonios que yo he leído en este libro, se unen a todo lo que he pensado siempre del H. Henri. Era discreto, recogido, servicial, de una amabilidad y de un tacto para confundir a reyes y pontífices.
Es muy posible que a sus asesinos ya les habrá perdonado, orando al Padre celestial que les perdone, como lo hizo Cristo sobre la cruz”.

H. François Chavanes, Dominico, en Orán-el-Maggari(Argelia). Carta escrita al H. Provincial, el 4 de noviembre de 2002, para pedirle un ejemplar del libro “Del Capcir a la Casbah”:
“Yo conocí al H. Henri cuando era director de la escuela San Buenaventura, en Argel, y después cuando se instaló en la calle Ben Cheneb. En 1987 ó 1988, me encontré con él en la reunión de los Focolares en Tlemcen, a donde había ido con un grupo de jóvenes. Me impresionó la alegría pacífica y sencilla que manifestaba. Después de su partida, me encontré muy feliz de haberlo visto y me dije: ‘He pasado el día con un santo’ ”.


N.B. El libro “Del Capcir a la Casbah, vida entregada, sangre derramada”, está disponible en Notre-Dame de l’Hermitage:
Frères Maristes, B:P: 9
F. 42405 – Saint Chamond cedex

O en Roma, en la Postuladuría:
Fratelli Maristi,
C.P:10250
I 00144 ROMA