27 de marzo de 2020 BANGLADESH

Testimonio del H. César Barba Gómez, misionero en el Distrito Marista de Asia

Escuchando tu voz de nuevo – Siguiendo las pisadas del espíritu

Llegué a Bangladesh exactamente el 19 de noviembre del 2019, en un vuelo procedente de Tailandia, de la compañía aérea THAI. En aquel memorable día, llegué acompañado con la presencia de los Hermanos Eugenio y Alexander al aeropuerto Internacional de Dhaka, la capital de Bangladesh, dando así por terminado un largo viaje que tan sólo por avión, con sus tres transbordos, duró alrededor de 26 horas de vuelo. Muchas experiencias han acontecido desde entonces y quiero compartirlas desde una visión humana y espiritual. Romper el silencio no me es fácil, mucho menos escribir, pero reconozco que si hoy me encuentro aquí es por un designio amoroso de la presencia de Dios en mi vida.

Fui llamado por Dios a la vida consagrada desde muy pequeño y me decidí a entrar en ella, cuando acababa de terminar mi secundaria y a pocos días de cumplir los 16 años. Entré en el Instituto de los Hermanos Maristas en la Ciudad de México, México, el 06 de agosto de 1977. Hice mis primeros votos al consagrarme al Señor el 11 de julio de 1981 con otros 19 compañeros novicios, en la Ciudad de Morelia, Michoacán, México. Desde entonces hasta el año pasado había dedicado mi vida y mi apostolado a la educación de niños y jóvenes en varias de nuestras obras maristas en mi país, incluso en alguna secundaria pública o de misión entre los indígenas. Estoy convencido que cada uno de los apostolados y servicios encomendadas por mis superiores, todos y cada uno han contribuido para prepararme a vivir este nuevo ministerio en Bangladesh, un lugar de misión del Instituto desde hace 13 años, donde el cristianismo es una minoría y los marginados de la vida nos esperan.

Es bien conocido por muchos en el presente, que el Instituto de los Hermanos Maristas está llamado con urgencia a crear comunidades internacionales de laicos y hermanos donde es posible compartir la vida, la espiritualidad y el apostolado en comunidad, insertos en lugares donde la llamada de Dios, a servir, no puede esperar. Yo volví a escuchar esta llamada con mucha fuerza: “Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga” (Marcos 8,34). Así pues, siendo consciente de mis propias limitaciones humanas, de las pruebas para mantenerme en mi vocación, recibí la invitación para ser un miembro del Marist District of Asia (MDA) en diciembre del 2015, durante el retiro anual de mi provincia de México Central, esta invitación se volvió a confirmar en febrero del 2017 y por último el llamado se hizo más claro en abril del 2018.

Tiempo después vino una carta del H. Ernesto Sánchez Barba, Superior general, pidiéndome que antes de tomar cualquier decisión me dispusiera a participar primero en el Programa Lavalla200>, de principios de agosto a finales de septiembre del 2019, viviendo un proceso de discernimiento personal y grupal entre laicos y hermanos, formando dos pequeñas comunidades para vivenciar, compartir y comprender con más claridad lo que es una comunidad intercultural, para un mundo multicultural. La comunicación constante con los Hermanos encargados del programa, Jeff y Ángel, así como con el Consejo General, fue decisiva para confirmar la llamada y durante nuestro retiro en l’Hermitage, en Francia, llevándose acabo en una celebración eucarística en la capilla general, donde los siete miembros, que formamos el 4 grupo LaValla200>, recibimos nuestro destino de manos del Superior General, simbolizado en una sencilla cruz.

Como cómplices del espíritu

Durante cuatro meses de inmersión en la cultura y lengua de Bangladés, lo primero que he experimentado con todo su rigor, es darme cuenta, que para entrar en una cultura totalmente desconocida para mi, había que empezar de cero, y así fue, poner en práctica la paciencia y abrirme a la acción de Espíritu, empezando por reconocer escasamente los sonidos que las personas usan en su idioma, a todo esto, se suman la gama de sonidos y de signos en su escritura; las costumbres, tradiciones y relaciones ancestrales; los grupos étnicos; su pasado y presente marcado por profundos cambios políticos, sociales, culturales y religiosos; su alimentación que básicamente se compone de arroz, dal (una leguminosa muy apreciada), verduras, diversas planas, frutas, pescado, pollo y chile. La comida se prepara muy condimentada, pero también acostumbran los postres que en general se hacen con arroz y son muy dulces. Realmente disfruto la comida que me es muy sana hasta el momento.

Durante dos meses y medio estuve viviendo en mi comunidad, ubicada en la zona noroeste del país, cerca de lo que aquí llaman los “Tea Garden”, donde es posible encontrar numerosas comunidades de familias hindús que vinieron de la india en tiempo de los ingleses. Los hermanos atienden una escuela y dos hostels, con ayuda de dos Hermanas Misioneras Maristas y dos laicos, cuentando también con la presencia de varios maestros que hablan bien la lengua de la región. Con apoyo de los Hermanos en Bangladesh y después de consultarlos, me decidí a estudiar la lengua. Hace mes y medio que estoy viviendo en Dhaka en casa de los Jesuitas, los cuales me dan lo necesario para vivir. Cerca de aquí se encuentra el lugar a donde voy a recibir las clases. El plan es continuar estudiando por lo menos hasta cumplir seis meses.

Quedan muchos otros detalles por mencionar, pero pienso que lo más importante en este momento es poder palpar la acción del Espíritu Santo al constatar que los Hermanos Maristas y las Hermanas Maristas han aprendido la lengua, su entrega comprometida con la niñez y juventud bengalí en la educación y formación de sus personas y su dignidad. Jesús y María continúen mostrando su protección y ayuda a través de nuestra presencia y testimonio.

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H. César Barba Gómez Bangladesh, 20 de marzo de 2020

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