20 de junio de 2013 CUBA

?Todas las diócesis del mundo entran en nuestras miras?.?

Cuando Marcelino, escribió en su carta del 15 de febrero de 1837, a Mons. Philibert de Brouillard, bispo de Grenoble:  “todas las Diócesis del mundo entran en nuestros planes”( Carta 93, 22),  seguramente que no pensaba de manera específica en el país Cuba, ni en la Diócesis de Cienfuegos, ni en la parroquia de Tulipán, aunque tampoco las descartaba de su horizonte apostólico y misionero. ¿Cómo es que los maristas desembarcamos en este simpático barrio que combina baches y cuestas, palmas despeinadas y ceibas imponentes, carretones jalados por nobles y vetustos caballos y la alegría contagiosa de los pioneritos (en Cuba llaman pioneros a los niños que estudian en la escuela primaria), que todas las mañanas transitan por sus accidentadas calles, para acudir a la escuela?

He aquí una breve crónica de esta aventura que tiene dos capítulos.

Los maristas llegamos a Cuba y a Cienfuegos el año de 1903. En la periferia de la ciudad de Cienfuegos, también llamada la Perla del Sur, se encuentra el barrio de Tulipán. El año de 1959 comenzó a funcionar aquí la escuela primaria, gratuita, “La Inmaculada Concepción”. Dos ciclos después, en 1961, esta escuela fue intervenida por el gobierno revolucionario como resultado de la ley del 6 de junio de ese mismo año. De entonces a la fecha este sólido edificio que no ha dejado de funcionar como escuela, ha llevado el nombre de escuela Pedro Suárez Orama. Hoy esta escuela sigue siendo primaria y  su matrícula alcanza la cifra de 904 alumnos. Se trata de una escuela pública laica que está ubicada, frente por frente, calle de por medio, a la parroquia de Cristo Rey.

El segundo capítulo comienza en el 2001, cuando  los maristas, ¡azares del destino, o de Dios en su maravillosa Providencia!, regresamos a Cienfuegos a esta misma parroquia. Desde entonces acompañamos la catequesis de los niños y de los jóvenes y promovemos actividades deportivas y de educación integral en el barrio de Tulipán.

Ha sido esta sucesión de acontecimientos la que  llevó a la comunidad parroquial de Cristo Rey a la feliz idea de colocar dentro del templo una imagen de Marcelino Champagnat.  Nos movió el deseo de conectar al fruto con la raíz. Marcelino fundador de los maristas, corazón sin fronteras: la raíz, con el fruto: una escuela y un barrio que en diversos grados han recibido la savia vivificadora de su carisma educativo y evangelizador.

La develación de la imagen se realizó  el pasado domingo 9 de junio, dentro de la celebración  dominical. Ese día iniciamos nuestro encuentro con el conocido canto: “Vienen con alegría Señor, los que caminan por la vida, sembrando tu paz y amor….”.  Vino enseguida una oración comunitaria de agradecimiento a Dios por el regalo de Marcelino, continuamos con una animada paraliturgia en la que tuvimos oportunidad de recibir la comunión y concluimos con el canto a la Virgen de la Caridad del Cobre: “Madre que en la tierra cubana, riegas desde lo alto tu amor, madre del pobre y del que sufre, siembra amorosa la unión…..”

Ojalá que la presencia visible de Marcelino en nuestro templo parroquial de Cristo Rey sea un recuerdo permanente que invite a los padres y a los educadores del barrio a crecer en amor a los niños y a hacer realidad lo que para él fue credo pedagógico: “para educar un niño hay que amarlo”. Ojalá que más de algún niño, de los que todos los días acuden a la escuela con su mochila al hombro, en parvadas, con paso apresurado algunos, conversando y bromeando otros, se interese en conocer algo de la vida de nuestro querido Fundador y reciban así inspiración y ánimo.

¡Marcelino, tú soñaste con los niños de nuestro barrio cuando te encontraste con Juan Bautista Montagne aquel lejano 28 de octubre de 1816 y te decidiste a fundar una Congregación de hermanos que dedicaran su vida a la educación cristiana de los niños y de los jóvenes! ¡Alabado sea Dios por tu amor encarnado y por tu capacidad para  leer los signos de los tiempos! ¡Que hoy sepamos mirar nuestro hoy con tus ojos y con tu corazón y acertemos a ofrecer respuestas evangélicas audaces, creativas y perseverantes!

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H. Carlos Martínez Lavín

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