18 de septiembre de 2011 PORTUGAL

Un nuevo canto a María y la nueva tierra

Iniciar un retiro mariano para hermanos mayores con un canto a María de los años 50, no parece la idea más oportuna. Sobre todo cuando queremos desarrollar la idea del Capítulo "Con María, salid deprisa a una nueva tierra." Iniciar con un canto así es casi anacrónico, obsoleto y algunos dirían incluso anti-conciliar. Anti-conciliar no sería; ante-conciliar, lo era seguramente.

Sin embargo, no parecía una idea pasada de moda. No era tampoco la nostalgia de un pasado, irremediablemente desaparecido. Esta nostalgia no ayuda a construir el futuro, que es lo que realmente queremos. Salir a una nueva tierra implica una visión de futuro. No era tampoco el hecho de que muchos hermanos habían cantado este canto muchas veces: recordarlo podría ser un viaje a su juventud con todo el celo apostólico, que han vivido en tierras de misión en el pasado o viven aun en la actualidad. La verdadera razón para iniciar este retiro mariano con un canto de los años 50 era de otra naturaleza: era precisamente para encontrar en ese pasado las fuerzas que nos empujan hacia el futuro, hacia lo desconocido, hacia nuevas tierras. Y todo eso es posible, al escuchar las palabras del canto. Tomo nota solo del estribillo: "Es el mes de María / Es el mes más hermoso / A la Virgen querida / Cantemos un canto nuevo." Es un estribillo casi ingenuo, como tantos de los estribillos populares que cantamos a la Virgen. Sin embargo, es también, al mismo tiempo, de una gran profundidad.

El punto común entre la invitación mariana de los años 50 y la invitación del Capítulo para ir a nuevas tierras, se encuentra en la última frase del estribillo: cantemos a María un canto nuevo. Y al igual que a menudo nos preguntamos qué es y cuál es la " nueva tierra " de que habla el Capítulo, también podemos preguntar lo que podría ser este "nuevo canto ", sugerido por la música popular de los años 50. ¿No se tratará de lo mismo? O por lo menos, ¿no podrá este nuevo canto a María ayudarnos a descubrir la tierra nueva? Nuestra búsqueda y nuestra experiencia espiritual durante el retiro querían demostrar precisamente eso: descubrir el nuevo canto, es finalmente, descubrir o ponerse en camino hacia nuevas tierras.

¿Cómo hemos procedido? Había pensado resumir los tres primeros días de retiro en una frase sencilla, indicando el camino hacia una nueva tierra. En esta dinámica contemplábamos el pasado, el presente y el futuro siempre con una referencia a María. Las charlas de esos días tenían precisamente por título: "Rescatar el pasado" con los textos Rosarium Virginis Mariae y Evangelii Nuntiandi; "Ver el presente", con textos de las Constituciones, de Agua de la roca y "Mirar al futuro "con el documento del Capítulo general.

Sin embargo, al ver la riqueza de los textos bíblicos de la Eucaristía para los tres primeros días del retiro, opté por cambiar de dirección y averiguar cuál es la "tierra nueva", a partir de estos textos. Y lo compartía con los hermanos en la Eucaristía.

Día 22 de agosto, fiesta de Nuestra Señora, Reina. Lecturas: Isaías 9: 1-6, Lucas 1: 26-38. A partir del texto de la Anunciación es fácil comprender que la "tierra nueva" es toda la vida que aparece en el horizonte. Un niño que nace es siempre un signo de novedad. Señal absoluta del amor de Dios para los hombres, es también un signo de esperanza para una humanidad renovada. ¿Cómo? La primera lectura también habla de un "niño que se nos ha dado." Estamos siempre delante de la novedad de Dios. Ese niño será fuente de luz, de alegría, de justicia y de derecho a favor de todos. La dirección está dada: también nosotros seremos signos de esta nueva tierra cada vez que nos abrimos al Espíritu de Dios. Él engendra en nosotros a Cristo y nos da la fuerza para decirlo al mundo. Al proclamarlo construimos el mundo descrito por Isaías. La nueva tierra es la que creamos a nuestro alrededor, porque el Espíritu de Dios está en nosotros, porque su Palabra vive en nosotros. Cristo se convierte entonces en aquel en quien vivimos y respiramos. Así "cristificados", nos convertimos en transformadores del mundo. Somos constructores de una nueva tierra.

El 23 de agosto,fiesta de Santa Rosa de Lima. Lecturas: 1 Ts 2, 1-8, Mt 23, 23-26. Mateo nos dice claramente que la "nueva tierra" es el hombre transformado, renovado por dentro. Es el hombre de la interioridad y la intimidad con Dios. ¿Y cuáles son las consecuencias de un hombre transformado desde dentro? ¿Cómo se convertirá en multiplicador de esta "nueva tierra"? También en este caso el texto no podía ser más claro: el hombre que vive en la intimidad con Dios es un constructor de la justicia entre los hombres, se convierte en un excelente testimonio de su misericordia; en su fidelidad se refleja la fidelidad a la fidelidad de Dios. San Pablo añade a estas ideas de Mateo otras dos que encajan muy bien dentro de la espiritualidad marista: por un lado, la valentía de proclamar el Evangelio, incluso en las circunstancias más difíciles; por otro lado, la amabilidad y la bondad que se expresan como un amor de madre que cuida de sus hijos. Esto nos recuerda la "dimensión femenina" de nuestra espiritualidad, tan presente en Agua de la roca.

Día 24 de agosto, la Fiesta de San Bartolomé, apóstol. Lecturas: Ap 21, 9b-14, Juan 1, 45-51. Hay dos elementos, uno de cada lectura, que nos dicen lo que puede ser la "tierra nueva" que todos soñamos y queremos. Y ciertamente, hay una relación entre ellos. La lectura del Apocalipsis habla de "Jerusalén resplandeciente de la gloria de Dios". Y el salmo responsorial, el Salmo 144, añade: "Tus fieles proclaman su gloria." Eso fue lo que Bartolomé y todos nosotros estamos llamados a hacer. La "nueva tierra" es la creación de un nuevo mundo donde la gloria de Dios brilla a través de la obra de los apóstoles de todos los tiempos. ¿Y cómo podemos hacer brillar la gloria de Dios en el mundo? La segunda lectura nos da la respuesta con claridad: vivir en la verdad, como Bartolomé, de quien Jesús dice: "Aquí tenéis a un israelita en quien no hay falsedad." La "nueva tierra", entonces, es vivir en la verdad. No hay dudas: en la medida en que vivimos en la verdad decimos al mundo la gloria de Dios. Benedicto XVI dijo recientemente a un grupo de intelectuales de España, reunidos en el monasterio de Escorial, esta frase lapidaria, pero muy bonita: “La verdad es la belleza de Dios." Al vivir en la verdad, decimos al mundo no sólo la gloria de Dios, sino también su belleza. Y el mundo tiene necesidad de esos valores. La "nueva tierra" es hacerlos presentes en el mundo, aun a costa de la propia vida. San Bartolomé, el Natanael del Evangelio, también nos muestra el camino.

______________________
Hermano Teófilo Minga
Coordinador del Proyecto ad gentes
Lisboa, 30 de agosto 2011

VOLVER

H. Emili Turú, Superior General...

SIGUIENTE

Patrimonio espiritual marista...