16 de febrero de 2005 VATICANO

Un programa condensado en cuatro grandes desafíos

La Iglesia está siempre implicada directamente y participa en las grandes causas por las que el hombre actual sufre y espera. Ese es el motivo por el que el Papa recibe cada año a los embajadores de los países acreditados ante la Santa Sede para dirigirles un saludo y transmitirles un mensaje que dé orientaciones para responder a los grandes desafíos de la humanidad actual.
El primero ?ha dicho Juan Pablo II- es el desafío de la vida. El primer don que Dios nos ha dado es la vida, que es la primera riqueza de la que el hombre puede disfrutar. La Iglesia, que anuncia el Evangelio de la Vida, pide que la vida sea respetada desde su inicio hasta su final natural.
El segundo desafío es el del pan. Los datos sobre el hambre en el mundo son dramáticos: cientos de millones de seres humanos sufren desnutrición y, cada año, millones de niños mueren de hambre. Se ha dado la alarma, pero hace falta una mayor sensibilización y movilización, especialmente en los países que han alcanzado un elevado nivel de vida.

Después está el desafío de la paz, bien supremo que condiciona la consecución de otros muchos bienes. ¡Cuántas guerras y cuántos conflictos! ?He intervenido en numerosas ocasiones y seguiré interviniendo: a la prepotencia se debe oponer la razón; al enfrentamiento de la fuerza, el enfrentamiento del diálogo; a las armas que apuntan, la mano tendida; al mal, el bien?.
Y, finalmente, el desafío de la libertad, que es ante todo un derecho del individuo que permite a cada persona realizarse plenamente, porque le da la posibilidad de proponerse metas y elegir el camino para alcanzarlas.

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