12 de marzo de 2010 CHILE

Un testimonio

Entre el 09 y 16 de enero 2010 se vivió en Limache, Chile, la Experiencia marista de crecimiento y vitalidad carismática en que hermanos y laicos nos reunimos ?en torno a la misma mesa? a compartir la vida, la vocación, la misión y el carisma marista (Leer más). A continuación, el testimonio de uno de los laicos participantes, Germán Godoy Vicencio.

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Luego de vivir la Experiencia marista de crecimiento y vitalidad carismática al que fui invitado, los hermanos y laicos que participamos debemos haber vuelto a nuestros lugares de origen convencidos de que nuestra misión de bautizados nos permite poder seguir un discernimiento vocacional, lo que ha sido un regalo del Señor para poder descubrir en la intimidad de cada uno que nuestra vocación de cristianos es alegría y que Él nos invita cada día a vivirla por nosotros y para los otros.

Asumo, ahora más que nunca, que la vocación laical marista y la vocación de los hermanos, unidos en torno a una misma mesa, es dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar. Para eso en esta experiencia partimos de una profundización de nuestras vidas, revisándonos, con el fin de descubrir de dónde, desde cuándo y cómo nació en cada uno de nosotros la vocación personal. Para mí fue una oportunidad de tomar conciencia desde cuándo la semilla comenzó a germinar en mi corazón y desde cuándo distintas personas fueron el verdadero rostro de Dios invitándome a seguirlo por medio de un llamado especial como laico. Es aquí donde entra fuerte en la historia personal, el descubrimiento de San Marcelino, de quien tomamos la inspiración para seguir a Jesús de una forma particular.

Cuando logramos profundizar nuestro ser íntimo, aparecen los sueños: cómo idealizamos la vocación de un hermano y de un laico. No es tan sólo darse cuenta de qué significa el carisma, sino de descubrir que a través del compartir misión, vida y espiritualidad accederemos de manera segura a la invitación que nos formula el Padre, por medio de un camino, de un carisma específico, el de Champagnat. Así nos vamos relacionando con los otros y entendiendo que la vida compartida y nuestras relaciones interpersonales, nos están motivando cada vez más a vivir experiencias de vida fraterna. Así, compartir la misión, compartir el carisma, podrá aventurarnos a materializar el sueño primigenio de ayudar a forjar una fraternidad, una comunidad con el especial sello de Marcelino.

Al escribir brevemente esta suerte de resumen de la experiencia vivida con un grupo de siete hermanos y veintidós laicos, tengo que reconocer que los tiempos dedicados a compartir en pequeñas comunidades aportaron a esta vivencia una riqueza especial: lograron cercanía, conocimiento, vínculos, comprensión, apertura, transparencia? Un barbecho, quizá, de lo que es vivir en fraternidades. Durante siete días estuvimos reunidos con la finalidad de redescubrir nuestra vocación, de animarnos a seguir el camino del discernimiento, al paso de cada uno, pero sin detenerse.

Finalmente, destaco hitos que me marcaron especialmente: los momentos para reuniones particulares de hermanos y de laicos, por ejemplo, en que cada cual soñaba al otro y le regalaba un prospecto de cómo lo imaginaba entre la comunidad. La permanente oración, base, vitalidad del crecimiento espiritual y vehículo seguro para estar con Él. El permanente diálogo fluido, sincero, espontáneo, directo. Y, por último, la permanente motivación de quienes tuvieron la misión de dirigir este encuentro. Sin temor a equivocarme, creo que discernir mi propia vocación con alegría, es hacerlo en compañía de Jesús, al estilo de María, que le muestra a Champagnat y su obra, que debemos salir de prisa en búsqueda de una nueva tierra.

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Germán Godoy Vicencio
En Limache, a 16 de enero de 2010

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