
Una carta para nuestros Amigos Maristas
Hace ya diez semanas que comenzó la guerra de Alepo. Se la ha denominado: «la batalla decisiva»; de los dos bandos, el que la gane mandará en Siria. Decisiva lo es por la magnitud de destrucciones, de incendios, de dramas humanos, de muertos inocentes y por el número de desplazados. Y no ha acabado. En nuestra opinión, los diferentes “actores”, han optado por el deterioro progresivo de la situación, lo que contribuirá aún más a la destrucción y a la muerte. A pesar de los combates encarnizados, los bombardeos, los tiros de mortero, los coches con explosivos y los ataques relámpago de los rebeldes, la situación sobre el terreno apenas ha cambiado. Alepo continúa divida en dos bandos y su frente de combate, impreciso, cambia de un día para otro.
Debido a los combates, centenares de miles de personas han dejado sus hogares, sencillos en muchos casos, abandonando sus escasas pertenencias, huyendo de las zonas peligrosas, yendo sin rumbo por las calles en búsqueda de un sitio seguro. Los parques públicos y las escuelas son sus refugios. Las autoridades han abierto 90 escuelas para alojar a los desplazados, dándoles solo el techo y dejando para las ONG los servicios de socorro.
Nuestro grupo, los ‘Maristas azules’, está compuesto por unas 50 personas, sobre todo por jóvenes. Nos hemos encargado de cuatro escuelas contiguas en el barrio popular de Alepo que los cristianos llaman “Djabal Al Sayde” (la colina de Nuestra Señora) y los musulmanes “Cheikh Maksoud”. Cerca de 1200 personas desplazadas están amontonadas allí, sobre todo familias musulmanas con 4 u 8 hijos cada una, todas de nacionalidad siria aunque de etnias diferentes: árabes, turkmenos, curdos y muchos ‘kurbatos’ (gitanos).
Nuestro trabajo se desarrolla en diferentes niveles:
- Primeramente garantizar el alojamiento: colchones, toallas, agua potable…
- Luego la alimentación: las tres comidas para los adultos y los jóvenes, la leche para los bebés…
- Después la higiene: instalaciones sanitarias, limpieza de los lugares, W.C., distribución del jabón, detergentes, pañales…
- La salud: hemos instalado una conexión con médicos jóvenes que hacen un servicio rotativo para curar a los enfermos y proporcionarles las medicinas gratuitamente.
- No hay que olvidar que estas personas han abandonado sus domicilios con lo puesto. Intentamos pues, suministrarles ropa, sobre todo a los bebés y a los niños.
- Finalmente, nos ocupamos de los niños. Intentamos hacerles olvidar la guerra y sus desgracias. 25 jóvenes ‘Maristas azules’ se turnan mañana y tarde para organizar juegos, distraerlos y ocuparlos con actividades educativas durante el largo tiempo.
El barrio de Djabal Al Sayde era el más seguro por su situación al norte de Alepo, pues los combates han tenido lugar sobre todo en los barrios del este y del sur de la ciudad. Pero la semana pasada, dos acontecimientos han sacudido el barrio: el viernes, 28 de septiembre, los rebeldes han hecho una incursión de varias horas. Aunque rechazados rápidamente por el ejército regular, han dejado sobre el terreno varios muertos y gente angustiada, sin hogar. Poco después, el domingo, 30 de septiembre, varios obuses de mortero han caído muy cerca de las escuelas, causando destrozos materiales aunque, por suerte, pocas víctimas. Algunas familias de refugiados han marchado a otros lugares más tranquilos (para algunos se trataba del tercer o cuarto desplazamiento) y han sido rápidamente remplazadas por nuevos refugiados. Muchas familias cristianas que viven en el barrio, han abandonado su hogar y han venido a refugiarse con los Maristas, uniéndose así a otras familias pobres de Midane que hace dos semanas habían encontrado refugio en casa de los Hermanos.
Desde hace dos meses y medio, los “Maristas azules” mantenemos (digámoslo modestamente, con gran ánimo y mucha valentía) nuestro compromiso con los desplazados. Recientemente, hemos emprendido un nuevo proyecto: “quiero aprender” para los refugiados jóvenes y menos jóvenes. El H. Georges Sabe lo ha presentado así en la página Facebook de Maristas-Alepo: “Quiero aprender, ¡me gusta aprender! ¡Hemos escuchado con nuestro corazón! Pequeños y grandes nos han pedido un lápiz, un cuaderno para escribir, para aprender: ‘cinco por cinco’ o cómo escribir one, two, three, four, five. Atrévete a mirar lo que escribo: son palabras de esperanza, palabras de amor, palabras de agradecimiento, palabras de confianza y de fe. Viviré a causa de vuestra mirada, de vuestra mirada tierna, amorosa. Para todos ellos, adultos y niños, emprendemos nuestro nuevo proyecto: QUIERO APRENDER. Sus escuelas no han abierto las puertas, nosotros les ofrecemos nuestros corazones, para que escriban con la mano una nueva página de su vida, una vida que vencerá el odio y la violencia, una vida, ¡himno de amor que nunca acabará!”
Hace seis semanas, nos hemos enfrentado a una “revuelta” de familias cristianas no desplazadas que viven en el mismo barrio y que ya no tienen medios de supervivencia: pequeños empleados o funcionarios, cuyo salario (antes de los acontecimientos) apenas les bastaba para vivir “pobremente” y que ya no tienen dinero (ya no les pagan) para comprar ni siquiera el pan, cuando está a la venta. Hemos tomado pues, la iniciativa de un nuevo proyecto “Sallet Al Djabal = El cesto de la Montaña” que consiste en suministrar un cesto (suficiente para alimentar una familia) con alimentos una vez al mes a 290 familias cristianas a fin de calmar su hambre; todo esto en colaboración con algunos obispos y Cáritas-Siria. Ya hemos repartido el primer cesto el 9 de septiembre y el segundo lo repartiremos el 7 de octubre. Intentamos pues, en la medida de nuestros medios, proporcionales un mínimo (en verdad, un mínimo) vital para sobrevivir. Desgraciadamente, las necesidades son inmensas y nuestros recursos, insuficientes.
Todo lo que hacemos, no habría sido posible sin la ayuda generosa de bienhechores que, desde el extranjero, nos manifiestan su solidaridad enviándonos donaciones. A todos vosotros, queremos decir: ¡muchas gracias! Asimismo queremos daros la garantía de que todas vuestras donaciones nos llegarán inmediata e integralmente. Con el dinero recibido compramos aquí todo lo que es necesario y no gastamos ni una moneda en gestiones administrativas o de funcionamiento. Todo lo que se recoge va a los beneficiarios. Nuestro trabajo se basa en un voluntariado total. En cuanto a los productos distribuidos, los encontramos aquí. No todo está disponible en cada momento, pero los comerciantes encuentran los medios: o bien, para acceder a sus almacenes, situados a veces, en zonas peligrosas mediante “un rescate”, o para traer productos de otras ciudades sirias, pagando también “derechos de paso” a los rebeldes, ya que en caso contrario, se los confiscarían.
Para terminar, quisiéramos compartir con vosotros esto:
“En lo profundo de nuestras vidas el Señor pone la esperanza. En lo profundo de vuestras manos, el Señor pone su amor. En lo profundo de vuestros ojos, el Señor pone su luz. En lo profundo de vuestros corazones, el Señor pone su paz”
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Nabil Antaki
En nombre de «Los Maristes Azules»