2019-08-07 MEXICO

Carlos Preciado RodrĂ­guez

Nuestro Hermano Carlos Preciado Rodríguez falleció hacia las 6.30 a.m. del día lunes 27 de Julio partiendo a la casa del Padre para recibir su abrazo cariñoso. De la tierra del Mariachi, Cocula Jal, el H. Carlos Preciado vio la luz primera el día 7 de mayo del año 1941, alegrando con su nacimiento a sus padres D. Pedro Preciado y su Sra. madre Magdalena Rodríguez. Desde sus primeros años de escuela, conoció a los Hermanos maristas al cursar sus estudios de primaria en el Colegio Hidalgo de Cocula. Es alIí donde siente el llamado para ser Hermano marista, con el deseo por vivir una vida sencilla y cercana a la gente como seguramente Io observó en los Hermanos de la localidad.

lngresó aljuniorado de Tepatitlán en 1953, para luego continuar su postulantado en Tlalpan, D. F., y noviciado en 1959, que lo preparan a su Primera profesión, misma que realizó un día 8 de Diciembre de 1960. Es en ta Ciudad de Querétaro donde hizo su escolasticado y se prepararó al apostolado. lnició su trabajo apostõtico en Sisoguichi, y después de dos años se consagró a perpetuidad el día 25 diciembre de 1965. La sierra Tarahumara lo cautiva y decide dedicar gran parte de su vida apostólica a las comunidades de Creel, Kwechi, Norogachi que por diversos períodos suman casi 35 años.

No dejamos de lado su función en otros servicios que le fueron solicitados por los superiores, y que como hijo de obediencia interrumpen su estancia en la sierra. Se desempeña como director en la Escueta Joaquín Peón de Mérida, Yuc., en Cd. Juárez en Ia Escuela lsabel C. de Talamás y recientemente hace unos años en Mexicali, como superior de la comunidad, brindando la asesoría marista en la Secundaria Champagnat. Su cariño y amor por la sierra Io vuelven a Norogachi donde se le pidió ser superior. Allí 10 vemos comprometido con proyectos educativos para tos internos de la secundaria que atienden los hermanos. El tiempo que vivió en la sierra, acrecentó en ét un cariño e intérés por conocer a fondo la cultura rarámuri con ta finalidad de servir a los Tarahumaras desde sus ritos y costumbres dándose en participar como uno,más entre ellos. Se puede decir que el H. Carlos fue uno más entre los serranos. Su paso por la sierra dejó una profunda huella en quienes lo trataron desde sus primeros años como misionero. Ese anhelo por ayudar lo supo transmitir a los voluntarios que, año tras año han colaborado con los hermanos en la misión.

Un testimonio reciente de uno de los votuntarios, ánte su lecho de dolor para el jefe Carlos, así nos Io revela: Un hermano con una entrega admirab!e; que se s~enciaba cuando su cuerpo gritaba de dolor. Siemprefuerte, entero y de pasión por los demás como ningún otro. Y vaya que sí Jefe; se le olvidaba hasta comer con tal de andar en elja!e que si en Tucheachi, Pawichiki, Kwechi, Satebó o consiguiendo apoyos en Chihuahua~ Sin duda que nuestro H. Carlos fue un hombre de oración, quien supo alimentar siendo contemplativo del entorno y que transmitió a los voluntarios: En su silencio tocó corazones; en su afán por pasar desapercibido, su trabajo dejó huella. Recuerdo cómo nos insistía en escuchar el silencio; cómo nos retaba a sentarnos con un rarámuri a contemplar la vida, a estar; sin decir palabra alguna; porque con ellos se habla con el corazán. Siempre nos ¡nvitaba a sentirnos en su mirada, a perderles el miedo, a fundirnos en !a ¡nmensidad de la Sierra, a sentir la eternidad que envo!vía cada instante, Carlos fue sin duda el hermano discreto, atento siempre a las necesidades de cada hermano. De trato amable y sencillo todo el que se acercaba a él se sentía a gusto y en paz. Sin embargo, hace unos meses, la enfermedad de la diabetes fue complicando su salud; luego de las primeras atenciones en Parral, Chih., se le brindaron diversos cuidados por muchos que lo queremos y finalmente se le trasladó a Guadalajara para darle los cuidados en la Casa Champagnat.

Ante el cuadro clínico que se venía presentando, no obstante las ¡ntervenciones pertinentes, su estado fue siendo cada vez más crítico. Consciente del momento por el que pasaba sin darse mejoría, él mismo expresó a doctores ¥ enfermeras déjenme ya descansar. Nuestro querido H. Carlos ya goza de la plenitud de Vida que Jesús nos prometió. Estamos seguros que nuestra Buena Madre, junto con nuestros hermanos del Cielo Io han recibido con gozo. Pedimos por su eterno descanso, pero sobre todo que ahora cerca de Dios, interceda por sus familiares y por su familia marista que aún peregrinamos en esta tierra. ¡ Descanse en Paz nuestro H. Carlos !

Por el H. Esteban González Limón

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