Horacio Francisco Publio Hernández Escobedo
Nuestro H. Horacio Hernández nos dejó este día 17 de junio a las 12.10 Hs. para acudir al llamado de nuestro buen Padre.
Horacio, hijo de doña Consuelo y don Carpóforo, nació el día 5 de junio de 1936 en Pachuca Hidalgo, la ‘bella airosa’ como se le conoce. Siendo alumno del Instituto Hidalguense recibe el llamado de Dios para ser H. Marista. Su deseo por responder lo lleva a ingresar al Juniorado de Querétaro en 1950, para luego proseguir el noviciado en Tlalpan, donde realiza su primera profesión un día 8 de diciembre de 1955. Ratificará su profesión a perpetuidad en misma fecha, pero de 1960, en Guadalajara. Es en la ciudad de Querétaro donde realiza los estudios de Escolasticado y ejerce luego su apostolado, en distintos lugares.
Como profesor lo vemos en Morelia, en el Internado México, en la Preparatoria Zuno de Guadalajara, en Pachuca su antiguo colegio. Asume la dirección del CUM de Mérida y del Instituto México de Tijuana. Sus años de estudios teológicos en Roma lo prepararon para ser un excelente profesor de Ciencias religiosas, primero en el ICRO y después en la Universidad Marista de Guadalajara.
Su inquietud por adentrarse en lo religioso le lleva a solicitar viajar a Tierra Santa, permiso que le fue concedido a condición de ser acompañado por un hermano de su generación, siempre y cuando aceptase viajar. El compañero nos cuenta que "fue Horacio quien todo lo organizó muy bien con un retiro preparatorio en Roma, para luego trasladarse a Israel y conocer dichos lugares, lo que fue una experiencia inolvidable para los dos. Horacio como siempre, jovial y alegre, hizo agradable cuanto se vivió”.
Su última comunidad fue la de Tepatitlán donde, además de atender diversas responsabilidades en el colegio, participaba en el equipo diocesano de Bioética, en asesorar la fraternidad del Movimiento Champagnat y en impartir diversos cursos del Diplomado del Educador Marista.
De las ricas cualidades que siempre puso al servicio de los demás, recordaremos siempre sus dotes musicales, su gusto por la fotografía, y su manejo experto de las modernas tecnologías de la información. Recordaremos, sobre todo, su sentido humano, su trato afable, sencillo, cercano y su incorregible optimismo juvenil. Mantuvo hasta el final la ilusión por grandes proyectos, para los que las fuerzas ya no le alcanzaban.
Sobrevivió a muchas intervenciones quirúrgicas de sus males graves del corazón sin perder nunca el optimismo. Los progresivos momentos frágiles de salud, no hicieron mella en su buen ánimo y asombraba a cuantos lo visitaban en sus estancias de hospital.
Sin duda que el “joven Horacio” deja un sello de alegría y cercanía. Lo tuvimos siempre como un buen Hermanito de María. Ahora seguramente disfruta ya del abrazo amoroso del Padre, de su visión ‘cara a cara’; esperanza que alimentó cotidianamente en sus largos momentos de oración.
Que él interceda por los que seguimos en esta vida: por todos sus familiares y por sus amigos; por la Familia marista y por sus hermanos de Congregación. Nosotros pedimos para él su plena felicidad al lado de María, de Marcelino y los hermanos que se nos han adelantado.
Descanse en Paz nuestro querido H. Horacio.
Redactó:H. Esteban González Limón