2011-07-18

En camino con Jesús, al estilo de María – H. Santiago Cisneros

src=http://www.champagnat.org/shared/bau/18julio2011.jpgEste tiempo de más calma y tranquilidad, me permite dar una mirada al pasado, con ojos de agradecimiento al Dios de la Vida.

50 años en el grupo de los seguidores de Jesús, vividos en la familia de María, no son para dejarlos olvidados. “Seguir a Cristo como María”, es el fin que nos propuso Marcelino.

Estoy intentando plasmar algunos acontecimientos de mi vida, donde he visualizado con más claridad la presencia del Señor, siempre alentando mi caminar.

Después de 50 años, en que sentí con más fuerza la llamada de Jesús que me invitaba a seguirle, deseo dar fe de su palabra: “Yo estaré con ustedes todos los días”.  Puedo asegurar que su presencia ha sido real y alentadora en mi vida. No me gusta el “volver al primer amor”. Considero que no fue mejor que el de hoy. Mi encuentro y pasión por Jesús, ha ido creciendo a lo largo de los años. También me siento más cercano al Dios de Jesús, que me lo ha presentado como el Abbá, el Dios de la misericordia.

Reconozco la presencia de María, Compañera de Camino, que ha alentado mis pasos en el discipulado. Champagnat ha sido ese Viejo Lobo de Mar de quien he recibido lecciones para conducir mi barca por los variados mares de la vida.

Escribo estas líneas,  con el deseo de compartir pequeñas cosas  de mi vida con aquellas personas que caminan a mi lado y que han sido aliento en los momentos más difíciles del camino y se han alegrado en otras situaciones.

Hago una breve referencia de mi vida  hasta el Noviciado y me fijo en esos 50 años en el camino de Jesús.  68 años dan para recordar mucho y agradecer.

Tengo que reconocer que, este mirar la vida con tranquilidad,  me ha ayudado  a ver la presencia de Dios en mi vida y el paso de Dios por mi camino. Me doy cuenta  de que  los variados lugares donde he vivido, son  tierra sagrada, historia de salvación.

·         Una y muchas llamadas. Comienzo con esa maravillosa llamada a la vida, en Quintana de Raneros. Mi infancia, fue vivida en armonía con mis padres y hermanos. También vivida alegremente con los compañeros de la escuela. Me encontré con un maestro maravilloso, que ha dejado huella en mí.

Apareció una llamada muy temprana, como a los hijos del zebedeo: “deja tus redes y te haré pescador de hombres”. Y me ilusioné con ser misionero. Dejé mis padres, hermanos, los amigos del pueblo y pocas cosas más. El seminario misionero, de Carrión de los Condes, me abrió sus puertas.  Escuché hablar de Jesús y María, con entusiasmo, como nunca antes lo había oído. Aunque a Dios me lo pintaron como juez, más que como el Dios de la misericordia, pesó más el calor de la Buena Madre, en quien he descubierto el rostro materno de Dios.

El “deja tu tierra”, que escuchó Abraham, se ha hecho realidad en mi vida. Dejé el pueblo que me vio nacer, también dejé Carrión. Disfruté la novedad de Miranda de Ebro, donde se iniciaba una presencia Marista,  y los bellos paseos de Pontós. Aquí, el 16 de julio de 1961, fiesta de Nuestra Sra.  del Carmen, hacía mi primera Profesión como Hermano Marista. La llamada de Jesús me cautivó y le dije que deseaba ser de los suyos. “Qué detalle, Señor, has tenido conmigo, cuando me llamaste, cuando me elegiste, cuando me dijiste que Tú eras mi amigo”. Mis papás y hermanos se hacían presentes en ese acontecimiento.

 Cuando llegaba la hora de vivir el envío: “vayan y hagan discípulos míos a todas las gentes”, se cerró la entrada en Cuba y aterricé, de profesor, en el seminario.

Llegó el momento de seguir dejando lugares y volé a Guatemala. Me ilusioné con esa nación, sus gentes y la vida Marista que allí bullía. Pero, el sal de tu tierra, me trasladó un tiempo a España, para emprender luego, el camino de los pueblos centroamericanos, compartiendo inquietudes pastorales con hermanos y laicos de Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá y Puerto Rico. En esta etapa, me ilusioné más con la vida Marista. Descubrí con más claridad la misión del Hermano Marista educando-evangelizando a niños y jóvenes. No olvido aquella frase de Remar: mantener las manos en el timón, es saber conducir nuestra vida hacia nuevos horizontes de plenitud.

La situación de guerra en El Salvador y Nicaragua, me hicieron vivir situaciones conflictivas. Descubrí el riesgo de anunciar la Buena Noticia. Me impactó mucho la muerte de Mons. Romero; unos días antes le habíamos presentado el Proyecto Educativo de la Arquidiócesis. Descubrí el Dios Amor, presente entre los pobres y en la vida entregada  del H. Mariano Blanco, asesinado en Nicaragua en esa época. Prefirió quedarse con sus hermanos y con el pueblo, en vez de partir hacia su tierra salvadoreña.

Otra llamada, a vivir en el taller de Nazaret. El Noviciado de Venta de Baños era como la carpintería donde se construían los Hermanos Maristas. La presencia de la Sagrada familia era patente. Algunos de los Hermanos que pasaron por ese taller de José, comentan las aventuras de este aprendiz de carpintero. Muchas veces tuve que decirle al Señor que tomase la garlopa o la lija, pues, Él sabía hacerlo bien. 

Muerte de Moisés. Experiencia Pascual. Estaba disfrutando de la paz de Nazaret, cuando el Dios de sorpresas, me envía un ángel, como en otro tiempo a María, Para decirme que Moisés había sido asesinado, había cumplido su misión. Tengo que confesar que me afectó mucho. No entendía. La vida se me planteaba de otra manera. Mis padres eran mayores, era un golpe muy duro. Recuerdo ese día, compartiendo en familia y con los amigos. También  la Misa de funeral, en el pueblo. Una joven, que había conocido a Moisés entre los indígenas de Guatemala, decía: Moisés es un mártir. Dios estaba presente. En medio del dolor, había paz,  aceptación y esperanza.

Enviado por los Superiores, parto hacia Guatemala. Mis padres, con más de 80 años, no manifestaron descontento, vi en ellos aceptación. Me adentro en la realidad de  injusticia e impunidad que reina en Guatemala. Me introduzco en un juicio, deseando abrir caminos de justicia en ese pueblo. Entiendo mejor la realidad de  las gentes que sufren y me siento más solidario del pueblo indígena, masacrado. Vivo cercano al Dios de la historia, el que peregrina con el pueblo que sufre.

·         Animación de los Hermanos. Otra llamada, como la de  a Moisés. Te quiero animando a mi pueblo; te quiero animando a los Hermanos de Centroamérica y Puerto Rico. Me sentí, como Moisés, sin fuerzas y falto de sabiduría. Acepté la misión y procuré comprometerme todo lo que dieron mis fuerzas. Viví momentos difíciles y de entusiasmo. Sentí al Dios que  se hacía presente en la vida de los hermanos y en la misión que realizaban.

·         El Escorial  y Bolivia. Sigue resonando:  sal de tu tierra y vete al Escorial y a Bolivia. El ambiente tranquilo de El Escorial, en la falda del Abantos, me pacificó, después de haber pasado bastantes años sin guardar la maleta. Los cursos de encuentro personal y espiritualidad, también los disfrutaba yo. El ambiente de una sana relación y alegría fueron gratificantes para mí.

El trasladar el curso a Bolivia me ayudó a vivir una inquietud que siempre he tenido: opción por los pobres, vivida en otros momentos en Chichicastenango, niños de la calle, Fernández Juncos…

La realidad de pobreza de esa nación, una Iglesia comprometida y hablar de la Vida Religiosa en ese ambiente, fueron muy alentadores para los hermanos que participábamos en el curso. Allí se descubría otra forma de vivir la Espiritualidad Apostólica Marista.

·         Un intermedio en la sinfonía. Un hermoso tiempo en Chichicastenango, disfrutando del sueño de Marcelino, hecho realidad en el tecnológico, dedicado para los jóvenes de esa región indígena de Guatemala, tan maltratada. Me tocó escuchar, andar sin reloj, comprender otra cultura, y ver que Dios estaba presente. También ahí era necesario vivir la misión Marista: “Dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar”. Era muy fácil cumplir con los destinatarios:  los niños y jóvenes, especialmente los más desatendidos.

Los caminos del Señor son insospechados.La segunda vida.  Un Himno de acción de gracias. El Dios de sorpresas seguía presente en mi vida. El 20 de noviembre de 2005 era trasladado de Chichi al hospital de Guatemala.  Un tumor cerebral me estaba afectando. Iniciaba una nueva etapa de mi vida.  Un camino con momentos de decaimiento y otros de lucha, de ilusión y de esperanza.

Siempre he encontrando la presencia del Padre,  alentando mi peregrinar, de modo especial en los momentos más difíciles.

Se ha hecho presente en el cariño de los hermanos, de los amigos y de la familia.

He descubierto una misión  de sencillez, de presencia, de disponibilidad. De poner la confianza en el Señor. Así he podido  vivir con mucha tranquilidad, con mucha paz, disfrutando de las pequeñas cosas, cercano a la tierra y las flores del jardín de la casa.

He aprovechado de la tecnología. Esa computadora, que se ha vuelto compañera, que me introduce en internet, o me lee los documentos, cuando la vista se siente un poco cansada. Otras veces lleva las presentaciones para niños y jóvenes. Me he podido comunicar con muchas personas, a través de internet, recibiendo y compartiendo cosas muy interesantes.

 Gracias, porque me he sentido llamado a centrar la atención en lo importante y relativizar muchas cosas secundarias.

He sentido, de modo especial, la llamada de Jesús al seguimiento, con lo que le puedo ofrecer en este momento. Me he sentido de su Grupo, de sus discípulos. Me gusta la invitación de S. Benito: “No anteponer nada al amor de Cristo”

Doy gracias, por María, que ha estado a mi lado como Compañera de Camino, enseñándome a vivir como discípulo y alentando mi marcha  en los días de sol y en los  que han estado nublados.

He recibido como un don  la Eucaristía, que he podido celebrar cada mañana, con mis hermanos de comunidad. Es Jesús que se entrega y me invita a vivir en aceptación de la voluntad del Padre, alabándolo continuamente.

La oportunidad de estar con niños y jóvenes ha sido muy gratificante. He sentido la vida,  el deseo de algo nuevo, la ilusión de vivir. El compartir con los niños de la Fernández Juncos,  en compañía de miembros de la Fraternidad, ha sido una llamada constante a la solidaridad y  a descubrir a Jesús, en la persona de esos jóvenes, que viven una situación especial. Así, poco a poco, he ido descubriendo la forma de colaborar en el Reino, a través de cosas sencillas. Tengo que reconocer que no me ha sido fácil.

No puedo dejar de recordar a los doctores que me han atendido durante estos cinco años. Suelo decirles que son las manos de Dios. La profesionalidad, el calor humano y la mirada de fe, han sido una constante en ellos. Muchas veces me han dicho: la mano de Dios está en tu vida.

Me ha ayudado a pasar de una gran actividad a una vida tranquila, disfrutando de cada momento. Ha sido una oportunidad para dedicar más tiempo a la oración y a la meditación. He tomado conciencia de cómo mi estado vital y  mi cerebro han ido mejorando  un poco cada día.

Agradezco  el clima cálido de Puerto Rico, que me asienta muy bien; así como el calor humano de las personas, que se han hecho cercanas y me han alentado a caminar. También por el jardín de la casa, que me ha dado oportunidad de distraerme y cambiar de actividad frecuentemente.

Gracias, Señor, porque me has ayudado a vivir la cruz y el dolor, unido con las personas que llevan su cruz, caminando a tu lado. La fe que has puesto en mi corazón, me ha hecho peregrinar, con María, mujer de fe, por los caminos de la vida.

Gracias, por las personas que, a lo largo de la vida, han ido modelando mi personalidad. Mis padres y maestros, que sembraron en mí actitudes para la vida. También bendigo a todos los que han caminado a mi lado y han sido testimonio, aliento y fortaleza.

Gracias, por tu Palabra que, día a día, ha ido penetrando en mi ser. Me ha dado esperanza y fuerza para vivir con ilusión.

Gracias, por aquel día en que recibía la unción de los enfermos. Tu vida se hizo presente en mí con una terapia efectiva que se ha desarrollado durante estos cinco años.  El último informe médico,    dice que Todo sigue estable. En diciembre me suspendieron la quimio.

No puedo menos  que mirar la vida y estos 50 años, con ojos de agradecimiento. He vivido peregrinando. Me parece normal el lema de nuestra Provincia para estos años: ¡Con María, salgan deprisa a una nueva tierra!

Te presento, Señor, mi vida, como ofrenda floral de gratitud. Flores, hojas, espinas y algunos tallos rotos.

Ha llegado el día de recordar estos 50 años en que pronuncié un Sí, lleno de confianza. En estos años me has llamado, me has buscado, me has esperado, me has sorprendido, me has encontrado. Gracias, Señor, por esta etapa de 50 años. Has llegado en cada instante; has llegado en cada lugar. Allí donde estoy estás, has sido el Dios fiel. Que mantenga la lámpara de la esperanza siempre encendida. Con los ojos abiertos para verte presente en mi camino. Para ver a Jesús de Nazater, amor infinito, caminando conmigo. Con María, Compañera de Camino, canto agradecido: “Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”.

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H. Santiago Cisneros – Puerto Rico

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